Veo que una chica viene hacia acá a toda prisa.
-¡Melissa! -grita Kendall y ambas se abrazan.
-¿quien es ella? -pregunta Melissa.
-ella es Zoey. -dice Kendall.
-tu cabello es tan... lindo. -me dice.
Pero se que detrás de todas sus palabras se encuentra su hipocresía, porque se que por dentro está diciendo que soy la chica más desaliniada que haya visto. Miro a Kendall, la cual se ve apenada.
-gracias, el tuyo también. -le digo. Ella sonríe.
-soy Melissa Fray.
Melissa Fray, es hija de uno de los socios de mi padre, porque se fue a la quiebra y la única forma de salvar su empresa era asociándose con mi padre y mi padre decidió ayudarlo. Le sonrió.
-bueno Zoey. -comienza a decir Kendall. -me gusto mucho verte, adiós.
-adios. -les digo.
Ellas se van. Algo me dice que Melissa y yo no nos llevaremos bien, intento disimularlo pero odia mi cabello. Esa es la razón por la cual las niñas sanas no se mezclan con las niñas enfermas. Seguí comiendo mi helado.
-Zoey, nena ¿nos vamos? -me dice mi padre sacandome de mis pensamientos.
-si. -les digo, levantandome de mi asiento.
Comenzamos a caminar hasta que llegamos al estacionamiento. Subimos al auto y el arranco.
-¿que compraron? -les pregunto.
-cosas. -me dice mi padre.
-¿que cosas?
-solo cosas.
-¿no me van a decir?
-no.
-que malos.
No vuelvo a hablar en todo el camino. Llegamos a casa y bajo rápidamente del coche, entro a casa, dispuesta a subir a mi habitación.
-Zoey ¿a donde vas? -me grita mi madre.
Me quedo parada a mitad de las escaleras ¿ahora que?
-a mi habitación.
-te toca el medicamento.
Maldito medicamento, pero si no lo tomo, tengo que ir al hospital. Me regreso y sigo a mi madre hasta la cocina. Me da las patillas con vaso de agua, meto las pastillas a mi boca y con un trago de agua me las paso.
-listo, ¿me puedo ir? -le pregunto a mi madre.
-adelante. -me dice.
Salgo de la cocina. Ahora si a mi habitación.
-¿a dónde vas? -me pregunta mi padre.
-a mi habitación.
-ven acá princesa. -me dice mi padre.
Me toma la mano y me lleva hacia el piano. Se lo que quiere, quiere que toque con él. Me siento en el banco y él se sienta del otro lado, lo miro. Mi padre comienza a tocar las teclas al azar, después deja de hacerlo y me mira. Hago lo mismo que él y comienzo a tocar las teclas al azar, pero yo no me detengo. Comienzo a tocar todo lo que se me ocurre y al final comienzo con la canción que mi padre me enseño. Él me sonríe y pronto me sigue. La melodía suena tan bien, que pronto se escucha en toda la sala. Aprendí a tocar el piano cuando tenia 8 años, esto era lo que hacíamos continuamente antes de que me enfermara, tocar el piano los dos. Términos la canción, mi padre me abraza y me da un beso en la frente.