Eterno Poder ©

Capítulo 35: Mi caída

Mirar el futuro es doloroso cuando ni siquiera sabes si vas a tenerlo. ¿Morir significa dejar este mundo? ¿Matar significa dejar de ser persona?

Traen a un hombre asustado lleno de tatuajes en los brazos, y lo dejan delante de mí. Está confuso, impaciente y mira a los científicos con miedo. Para él soy otra más, una chica que han secuestrado para abusar de ella. Me arrancan las gafas en un fuerte movimiento, llevándose parte de la piel y dejando los ojos libres. Soy rápida y cierro los ojos con fuerza cuando descubro sus intenciones.

- ¡Abre los ojos!

Dos personas se colocan al lado mío y me fuerzan con sus manos a abrir cada uno de mis ojos. Me escuecen e irritan a su tacto, pero no decaigo y consigo mirar al suelo.

- No lo voy a hacer, antes muero yo que matar a un hombre inocente.

El hombre vuelve la mirada asustado sin saber porqué debería temer por mí y su propia seguridad. Un científico me inyecta algo en la nuca que me hace gemir de dolor y revolverme en la silla metálica. Las manos se me retuercen y los nervios que me recorren la columna me paralizan a cada respiración que hago.

Antes de poder darme cuenta, sus ojos curiosos han sido atrapados por los míos. Mis llantos se oyen por toda la sala, agitándome y queriéndome soltar del metal que sujeta mis muñecas y tobillos. El hombre cuyo nombre es desconocido, deja su último aliento sin poder decir nada. Así como una vida se acaba, otra renace y muere al instante. La mía.

Su piel se vuelve dura y los ojos brillantes se convierten en un viejo recuerdo de mi memoria. Unos científicos, se acercan a él con temerosidad y le tocan con unos guantes blancos. Al sentir su frío tacto se quedan asombrados y me miran con una sonrisa en sus caras.

-El experimento 2A ha realizado la prueba sin ningún problema. Proceso desde la mirada del sujeto, menos de un minuto. Cambio de la víctima en superficie, completa.

Se llevan al antiguo hombre, ahora convertido en estatua de la sala con cuidado. ¿No tienen un pequeño sentimiento de culpa? Ese hombre tenía una vida y gracias a ellos, yo sé la he quitado.

Sofocada, llena de lágrimas, roja y con la voz dolorida de tanto gritar les miro con asco. No les importa, soy su pequeño monstruo.

-Muy bien hecho querida. Buen trabajo. - Me toca el hombro Barry.

Vuelven a colocarme las gafas sin cuidado y pulsan un botón de la pared impacientes. La pelirroja que hace unos minutos me miraba con lástima, ahora lo hace con miedo y repugnancia. Así me ven los humanos, como un monstruo. ¿Eso soy? ¿Una pieza para sus experimentos de guerra? ¿Una réplica de una leyenda?

Oigo el relincho de un caballo y el corazón se me desinfla. No hace falta que lo vea para sentirlo. Sus piernas trotan en el sitio, está nervioso y me encantaría estar ahí y acariciarle. Pero no me atrevo a levantar la vista, está a pocos metros y no puedo ayudarle. Aunque me llama, relincha con fuerza e intenta levantarse; le tienen atrapado con una cadenas de hierro, que le hacen daño. Mi Pegaso, mi dulce paloma de algodón blanca. Sus pequeños ojos negros se entreciegan cuando le intentan mover y para que no les muerda le colocan un hierro entre sus dientes.

El efecto de la jeringuilla, me sigue circulando por la sangre y me quema por dentro. Los ojos están irritados y rojos, casi sin brillo. Lo último que veo de él, es su mirada; tan inocente, tan natural. Las patas de atrás son las primeras que se paralizan, lentamente su corazón deja de latir sus últimos ritmos y hace que se levante por última vez. Cuando ya no hay ningún ápice de vida en él, en mi corazón todavía oigo su respiración débil en mi nuca; hasta que termina con un bufido.

Ya saben que no puedo parar mi poder. Aunque haya vidas en juego que me importen, no lo puedo parar.

La celda es fría, oscura y llena de espejos. Estoy encogida en forma de ovillo con el vestido roto y arrugado. Este no era el cuento que me había imaginado, las princesas siempre las rescatan. Y ese es mi único aliciente que me anima a estar viva, a tener todavía esperanzas. Pterseo vendrá, lo sé.