5. Nuevo comienzo... otra vez.

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La sonrisa no alcanzó sus ojos y sus palabras monótonas y frías hicieron eco en mi cabeza, igual que las miles de preguntas que surgieron al instante, ninguna con una respuesta sensata que ayudara a mi salud mental.

«¿Acaso el destino preservaba mi razón sólo para arrastrarme irresistiblemente a un final más horrible e impensable de lo que haya podido soñar nadie?»

La frase de Lovecraft quedó grabada en mi memoria, repitiéndose una y otra vez, haciendo a mi corazón latir frenético, desesperado, aterrado. Más sin embargo, me mantuve firme a lado de mi acompañante, desde el principio hasta el final, fue sencillo, pues, mientras mis recuerdos se revolcaban con furia, él se mantenía tranquilo, impasible, leyendo y hojeando libros, y haciendo anotaciones de manera casual. Pero la sonrisa, no alcanzó sus ojos.

El resto de la mañana y parte de la tarde transcurrió con normalidad, yo no tenía cabeza para pelear o discutir por algo y él, estaba ensimismado y pensativo. Almorzamos papas fritas, galletas y sándwiches de crema de maní y mermelada, entre otra basura que trajo de la cocina. Al terminar nuestro trabajo, él mostró buena educación y se ofreció a llevarme a casa, a lo cual accedí al no tener otra alternativa, pues, era poco probable que mi tía encontrara el camino.

Cuando salimos de la mansión llovía con fuerza y el camino de regreso a Dunkeld me pareció largo y casi interminable, pero, he de admitir que salir de la mansión Jackocbsob me hizo sentir como si un gran peso liberara mi cuerpo, como si desataran unas cuerdas que imaginariamente habían estado atadas a mis tobillos y muñecas todo el tiempo. En el camino me dediqué a mirar el panorama oscurecido por los vidrios tintados del auto, tratando de pensar poco sobre mi raro compañero. Engel iba concentrado en la carretera y su semblante hostil me hacía sentir más culpable de lo que ya estaba. Empecé a contar las gotitas de agua que resbalaban por el vidrio y después las vi jugar carreras en su caída libre por la ventana.

—Has estado demasiado seria —dijo él, de pronto.

Sentí sus ojos clavados en mí pese a que iba conduciendo, era ridículo, pero era una sensación extraña de tensión que me provocaba nerviosismo y a la vez irritación; cuando me giré y le hice frente, él no me observaba a mí, seguía con la mirada fija en el camino.

—No es cierto —mascullé, apenas separando mis labios.

—Ni siquiera me has vuelto a insultar, no estoy diciendo que me guste que lo hagas, pero sería mejor que dieras señales de vida.

Fruncí el ceño con extrañeza, y resoplé sintiendo una especie de risa irónica escapándose a través de ése gesto. Su manera de entablar conversaciones solía ser tan extraña que me hacía suponer que la comunicación no era su fuerte, lo que no significaba que fuera tímido o callado, era más bien curioso al elegir las palabras y los temas que usaba para iniciar una plática.

—No sé de qué hablas —fingí demencia.

En otra ocasión, le hubiera devuelto el comentario y habría seguido el hilo de lo que surgiera a partir de su primer comentario, pero justo en ese momento, no me sentía con ánimos de nada, en realidad estaba agotada —como si hubiera trabajado noche y día sin dormir en la tarea de Inglés—, me dolía la cabeza y me parecía que estaba desarrollando uno de esos síndromes de ansiedad o estrés post traumático, ni siquiera estaba segura de qué síntomas desarrollaban esas cosas, pero al llevar la palabra ansiedad o estrés, para mí lo decía todo.

—Te he... observado —contestó con cautela, seguía sonando como si eligiera cuidadosamente cada una de sus palabras—. No te comportas así con tus amigos.

Sueños Rotos: PecadoWhere stories live. Discover now