9. Prohibido

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El viaje comenzó ahí, aunque en ese momento no lo supe.

Una vez que decidí que quería formar parte de su vida —y no sólo como la compañera de clase, pero tampoco como una amante—, mi vida cambió por completo, no fue para bien, pero tampoco para mal, sin embargo lo estaba disfrutando, y mucho. No eran los besos, no era la extrema cercanía, ni lo que me provocaba el estar consigo en una intimidad personal que antes no existía, era que cuando estaba con él no me sentía atada a una vida que estaba aburriéndome, y aunque seguía siendo Annette Crowforth, Jackocbsob sacaba a la superficie facetas de mí que ni siquiera yo conocía, y me gustaba descubrirlas.

A veces pasaba largas horas tirada en mi cama mirando el techo antes de dormir, dándole vueltas a todo el asunto, diciéndome a mí misma que sólo era su chica del momento, como lo había sido Rachel antes y como probablemente lo habían sido otras antes que ella, pues algunos chicos son simplemente precoces y promiscuos por un montón de razones que al final no importan realmente. No obstante, para mí no sólo se trataba de lo que me gustaba de él, eso era un plus en mi tarea de acercarme a Engel Jackocbsob, de descubrir quién era realmente porque a mí no iba a convencerme nunca de que todo estaba en mi cabeza y de que había sido creado por mi imaginación desbocada y absurda, en definitiva el ponerme insoportable, interrogante, gruñona y altiva no me iba a llevar a ningún lado.

Contarle a alguien era sin duda la alternativa menos deseable porque no quería que me tacharan de obsesiva, o peor, de loca con principios de esquizofrenia, incluso dejé de cuestionarlo a él, y decidí sólo observarlo en silencio, decidí que creyera que me tenía comiendo de la palma de su mano, que él como hombre era lo único que podía tener cabida en mis pensamientos y que cualquier cosa que hubiera pasado antes, ya había sido olvidada porque en mi cabeza sólo revoloteaba la necesidad de estar con él aunque fuera únicamente para satisfacer una necesidad meramente fisiológica.

No teníamos sexo, no, lo nuestro aunque se basaba mucho en lo físico y aunque probablemente él siempre quisiera llegar a más, todo eran besos, una que otra caricia, la búsqueda desesperada de complacer un poco a las hormonas alborotadas y la exploración de nuevas experiencias. Mantenerme al margen era un arma de doble filo pues si se aburría me desecharía, pero también si no le daba de inmediato lo que buscaba, insistiría, sería persistente y por tanto no se alejaría de un día a otro en la primera semana.

A pesar de todo, logré encontrar que no todo se trataba de mi obsesión por descubrir algo inusual, ni por la lujuria de dos adolescentes que se quieren comer al mundo en un abrir y cerrar de ojos; había momentos fuera de ello, había charlas que en mi opinión eran más profundas de lo que podía conversar con cualquier otro chico de mi edad, alguien con quien intercambiar opiniones fuera de Travis y Katherine a quienes ya conocía demasiado bien y quienes se parecían más a mí por lo que no solíamos diferir mucho, o de Andrew que se enojaba cuando no tenía la razón. Para mi satisfacción, Jackocbsob tenía una mente amplia y tampoco tenía filtros para expresar sus opiniones, si yo estuviera de acuerdo o no a él no le importaba pero tampoco se empeñaba en "evangelizarme" con sus ideas. Peleábamos y discutíamos porque a él le fascinaba desesperarme y porque al parecer era una costumbre que ninguno de los dos quería perder.

Por otro lado, Juliette había empezado a notar algo diferente y es que no podía ocultarlo por completo ya que con frecuencia salíamos juntos o me descubría riendo a la pantalla de mi celular mientras intercambiaba textos con él y había olvidado protestar cada vez que teníamos que reunirnos para un trabajo escolar. A mi tía no le gustaba que saliera con Engel, y no porque tuviéramos alguna regla implícita sobre "novios después de los dieciocho", sino porque se trataba de un Jackocbsob. A la mayoría de las personas del pueblo no les gustaban porque no se habían dado a conocer completamente, porque no iban a misa los domingos así que casi nadie los veía para que pudieran cotillear sobre ellos, su auto o el vestido de la señora Jackocbsob y la forma en como su marido la miraba, no podían deducir si tenía una amante o si alguno de sus hijos podría no ser de él, prácticamente lo único que sabían ahora era que vivían en una gran mansión antigua a las fueras de Dunkeld, y ya que no tenían mucho que observar decidían correr discretamente rumores, como que Stefanoff Jackocbsob era mafioso.

Sueños Rotos: PecadoWhere stories live. Discover now