7. Palpitar

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  • Dedicado a Daniel Cava Lazaro
                                    

Llego tarde. Me ha costado mucho decidirme en venir hoy. Simplemente lo hago por Rodrigo. Gracias a sus cartas aún me queda un resquicio de felicidad. Ya que me niego a dormir, he pasado toda la noche leyéndolas, todas y cada una de las cartas que recibí durante dos años. Cartas a las que nunca respondí. Todavía me pregunto de dónde sacó las fuerzas Rodrigo para que aún así me siguiese escribiendo. Ahora quiero agradecerle todos esos sentimientos, todo ese cariño hacia mí... El pulso se me acelera con sólo recordar aquellas dulces palabras. ¿Cómo no me dí cuenta antes? Estoy deseando verle... por algo estoy aquí, en la entrada de mi clase, una habitación que se ha convertido en un infierno para mí.

Con el corazón en un puño y armada de lo poco que me queda de valor, consigo hacer girar el pomo de la puerta, abro lentamente y me asomo. En cuanto hago acto de presencia, todas las cabezas asistentes de la clase se vuelven hacia mí. El profesor de turno detiene su explicación y me mira.

Odio sentirme observada.

-Buenos días, ¿puedo pasar? -pregunto.

-Sí, sí. Claro. Qué alegría volver a tenerte con nosotros, Alba.

-Gracias...

No hace falta que me fije para saber que Nerea y las otras dos clavan su mirada asesina sobre mí mientras teclean sin cesar en sus BlackBerrys. No les devuelvo la mirada.

Cuando llego a mi asiento, lo primero que hago es volver la vista hacia la mesa de Rodrigo, al lado de la ventana. Quizás su dulce rostro me recuerde para qué he vuelto a venir aquí a sufrir un suplicio. Entonces siento como cada una de mis esperanzas puestas en este día se van haciendo trizas poco a poco. El pupitre de Rodrigo está vacío. ¿Por qué no ha venido a clase? De repente, me siento sin fuerzas, débil y tiemblo...

No quiero estar aquí...

El profesor me pregunta varias veces por qué no he sacado los libros. No puedo oírlo. Tengo la mirada perdida. ¿Por qué? ¿Por qué no has venido, Rodri? Quizás sólo esté enfermo... Pero, ¿por qué estas ganas de llorar? Quiero desaparecer... irme y no puedo, ahora no...

Noto la presión de la mano del profesor sobre mi hombro. Me habla y no escucho. Asiento con los ojos vidriosos. ¿Qué me pregunta? Quiero salir de aquí. Tartamudeo unas palabras para ir al baño. El profesor afirma, algo asustado. Yo sigo sin oír nada. Y me dirijo hacia la salida sin mirar a nadie. Parezco un fantasma deambulante.

~***~

El agua fría corre por mis manos, mojo mi cara pero no levanto la cabeza hacia el espejo. No quiero ver lo horrible que estoy. Por eso se habrá asustado el profesor al verme tan cerca. Ojeras, pelo casi rapado, piel pálida... No sé como he tenido el valor de venir a clase con este aspecto. Aprieto los dientes. No puedo volver a huir, ya no. He de aguantar, hasta el final de las clases. Aunque esas clases se hayan convertido en una pesadilla.

~***~

Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiing.

Desde que desperté de mi coma, creo que no había oído un sonido más aliviador que ese: la campana del colegio. La hora de salida. Al fin.

Separo mis manos agarrotadas de la mesa dejando la huella sudorosa de mis palmas. No aguantaba más. Mientras que los demás abandonan el aula a una velocidad desmesurada, yo hago un esfuerzo sobrehumano para cerrar mi estuche. Nerea pasa a mi lado y se lleva por delante los libros que aún me quedaban en la mesa y, sin disculparse, pasa de largo y sale de la clase junto con las otras dos. Suspiro para mis adentros y recojo los libros del suelo como si se tratasen de ladrillos.

Tengo muchas ganas de llorar.

La estancia se queda vacía. ¿Y ahora qué? No quiero ir a casa, había venido para ver a Rodri pero todo se ha vuelto en mi contra en este un día nefasto. Termino de recoger mis cosas, pero mis piernas tiemblan al levantarme. La mochila me pesa mucho. Apenas tengo fuerzas para andar. ¿Por qué Rodri ha tenido que faltar justo este día? Quiero llorar... Pero antes de intentar abrir la puerta, ésta se abre con brusquedad y caigo de espaldas. Alguien aparece de forma estrepitosa en el umbral. Su cara me resulta extrañamente familiar, pero desde el suelo no consigo distinguir bien sus facciones.

DespertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora