#19

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Parpadeé al ver aún los arañazos en su espalda. Me pareció oírle quejarse de que le dolía el brazo, o el abdomen, pero yo no me culpo por no saber montar en bicicleta. Comenzó a quitarse las vendas con cuidado, y yo me sobresalté.

— ¿Te las puedes quitar? —exclamé.

— Tengo que ducharme, si te parece voy oliendo a ti a todos sitios —rió, dándose un poco la vuelta para mirarme. Yo le mantuve la mirada y tragué saliva.

— Como veas. Ten cuidado. Y déjalo recogido, que luego voy yo.

Él cerró los ojos y volvió la cabeza a su posición original, desabrochándose los pantalones mientras se dirigía al baño. Yo suspiré profundamente y me quedé mirando al techo, agarrando mi camiseta y alzándola a mi nariz, comprobando si realmente olería a Martín.


El avión comenzaba a despegar, Antonio seguía apretando el brazo del asiento con fuerza, como si se fuese a caer en algún momento, o a desmayarse. No había nadie a su lado, y sonó un sonido extraño que se suponía, era su tono de mensaje.

‹ Françoise: Buen viaje. 

Antes de poner el móvil en modo avión, dejó en visto el mensaje. Guardó el teléfono en el móvil, suspirando profundamente y cerrando los ojos.

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— Ya está —me avisó Martín. Para mi desgracia, no era la típica escena de torso fuera y toalla cubriendo de cintura para abajo, sólo estaba vestido y el pelo aún le chorreaba.

— Voy. Y sécate ese pelo que después lo vas mojando todo —protesté, rodando los ojos mientras me hacía paso para entrar al baño, sonriente.

Cuando terminé de ducharme, me estaba secando cuando escuché que alguien abría la puerta principal, y la voz de Mara. Reí un poco, ya que seguramente protestaría por el estado de la cama. Comencé a vestirme y enchufé el secador. No era como Martín, yo detestaba tener el pelo mojado. Además, me quedaba feo sin secar.

Cuando me miré al espejo, chasqueé la lengua al divisar un grano en el entrecejo.

Al salir del baño, dejándolo lo más limpio posible, me asomé por la barandilla de la escalera.

— ¿En serio te has liado con ese? Si se aprovecha de todo el mundo —escuché decir a Martín.

— Mira, soy tu hermana mayor, no tienes por qué meterte en mis relaciones sentimentales privadas —Mara parecía enfadada...

— No me meto en tus relaciones, sólo te aconsejo.

— Entonces yo tengo derecho a decir que Manuel te va a costar un ojo de la cara —protestó, golpeando la barandilla de la escalera.

Parpadeé incrédulo y comencé a bajar las escaleras, con mi entrecejo (y grano) fruncido.

— ¿Me estáis tratando como si fuese un desgraciado premio? Así os caiga un rayo en la cabeza —negué con la cabeza, intentando añadir un toque cómico a la discusión para calmarlos.

— No es eso, Manuel. Dile que Marcos es un hijo de puta.

— ¿Quién es Marcos? —cuestioné.

— ¡Tú sólo dame la razón! —exclamó Martín como desesperado, abriendo los brazos y las manos.

— Entonces —miré a Mara—, Marcos es un hijo de puta.

No sé si Martín se dio cuenta o no de que estaba afirmando en tono sarcástico, pero se dirigió a su hermana y alzó las cejas.

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⏰ Última actualización: Nov 02, 2015 ⏰

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