#8

806 71 7
                                    

Cuando Martín abrió la puerta de mi casa aquel 22 de diciembre, casi oriné en la alfombra del suspiro que di y de lo tranquilo que me quedé. Estaba tardando más de lo normal, de hecho, me dijo que podría venir sobre el 17, pero aún no le dieron fecha porque al fin y al cabo se lo compró su hermana porque él estaba ocupado estudiando y preparando cosas para ir al aeropuerto.

― ¡Papá! ―gritó Martín abrazando a mi padre y teniendo que ponerse de rodillas.

Martín era diferente.

Martín era demasiado diferente a como lo recordaba, pero de hecho, no me desagradaba. Su voz era profunda y tenía un tono distinto de voz, y si crecer se le llama a ganar altura, no sé cómo se le iba a llamar a imitar descaradamente a un rascacielos. Madre de Dios, que no tiene.

― Oye, no soy tu padre.

― Él no es tu padre ―dije con tono irónico y sereno y de brazos cruzados, apoyándome contra las escaleras que daban al segundo piso.

― Tú también quieres un abrazo.

― Me conoces bien.

Martín se acercó peligrosamente tras dejar cuidadosamente a mi padre en su lugar. Abrió los brazos al máximo mientras me miraba como un idiota. Arqueé las cejas al máximo, y situé mi mano entre la distancia que separaba su torso del mío.

― ... Pero hoy no me conoces. Anda al cuarto y pongamos tus cosas.

― ¿Qué? ―me escurrí bajo uno de los brazos que me impedían la salida a aquel abrazo probablemente mortal que deseaba pero no me daba la gana recibir―. Oh, venga, tantos años sin verme y no me das ni pan.

― Que subas, dije.

― No armen jaleo arriba, que yo sí que no estoy para recoger ―se quejó mi padre, haciendo rodar los finos neumáticos de la silla en dirección a la cocina.

Entré a mi cuarto abriendo con llave.

― ¿Llave? ¿En serio?

― Como la deje abierta entra hasta el Presidente ―dije con cierto tono de dejadez, extendiendo mi brazo―. Hay un hueco al lado de mi cama. Pon ahí el saco si gustas.

― ... ¿saco?

― ... Martín.

― ¡Manuel!

― No me digas que no traes saco.

― ¡Non ho portato il sacco a pelo, entonces ! ―exclamó, abriendo los brazos y la boca mucho.

Golpeó la puerta de mi cuarto con la cabeza. Me quedé mirándole por cómo se lamentaba.

― No vas a ganar así de fácil, no vas a dormir conmigo, hijo de perra.

Salí corriendo hacia el cuarto de invitados en busca de un colchón libre que pudiese usar. Martín intentaba detenerme/ahogarme sujetándome de la capucha de la sudadera y echando todo su peso hacia el sentido contrario.

― ¡¡Manuel, no!!

― ¡Vas a dormir tú solito! ¡Paso!

― Oigan, dije que no hagan jaleo ―gritó mi padre desde abajo, realmente parecía un viejo amargado. Sólo que él no era tan viejo. Era más bien... se podría decir que era "un padre joven".

Me detuve en el sitio mientras Martín miraba al piso de abajo con la mandíbula algo desencajada. Tiró un poco y vio que yo no hacía fuerza, entonces me miró y me soltó con un largo suspiro.

― Haz lo que quieras, da igual ―se encogió de hombros y sonrió ampliamente.

Se le formaron dos hoyuelos en las comisuras al sonreír, y sus ojos se hicieron pequeñas líneas verdes intensas. Encogió sus hombros, ladeando un poco la cabeza.

▧ Los Campos Elíseos ┊ ArgChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora