Después de cazar y correr por el bosque mucho rato, me senté al borde del acantilado a pensar, a recordar.
La imagen de mi prima Isabel no dejaba mi mente. Tampoco la de Sonya. Mi único y gran amor.
Nos conocimos a un tiempo. Ray e Isabel y Sonya y yo. Fue en la fiesta de presentación en sociedad de la que más tarde fue mi esposa. En cuanto la vi, quedé prendado de ella. Era una mujer hermosa, delicada y fuerte a la vez. Apasionada y tierna. Desde el primer día sentí que mi corazón latió de un modo diferente. Aquella noche, luego de las presentaciones de rigor, tuve la dicha de bailar con ella y conocerla, por fortuna para mí, su padre no se opuso a que yo siguiera frecuentándola, por lo cual, muy pronto, estábamos de novios. Creo que esa época fue la más feliz de mi vida. Isabel estaba de novia con Ray, un hombre poderoso proveniente de Austria y dueño de un gran condado en España, aun así, un hombre sencillo y amable, con un gran corazón, que hacía muy feliz a mi prima. Aunque...
Recordé una tarde en que llegó Isabel hasta mi despacho. Ya éramos mayores, por lo cual, nuestro trato, si bien era cierto seguía siendo de mucho cariño, ya no tenía las mismas muestras de cariño como cuando éramos niños. Faltaba un par de semanas para su boda y necesitaba contarme algo que la atormentaba. Salimos al campo, donde nos gustaba estar.
―Usted dirá, Isabel ―la insté a hablar en vista que ella no lo hacía.
―Max, antes prométame que no se disgustará conmigo.
―¿Qué pasa, prima? ―No entendía nada, ella sabía que para mí era imposible enojarme con ella.
―Es que debo confesarle algo.
―Dígame, pues ―la urgí―, ¿qué ocurre?
―Estoy esperando un hijo de Ray.
―¿¡Qué dice?!
―Eso, primo, por favor, no se enoje conmigo, necesitaba decírselo.
―¡Ay, Isabel Castellán! ―La tomé de los hombros y la miré directo a los ojos―. ¿Cómo pudo hacer una cosa así?
―Yo amo a Ray y él me ama a mí... Sólo... Sólo sucedió...
Sus ojos se llenaron de lágrimas, sabía que había actuado mal (para la época, claro está).
―No se enfade, primo...
―No, Isabel, sé que ustedes se aman, pero, dígame, ¿qué dirá la gente cuando se entere de su embarazo? Usted sabe lo dura que puede llegar a ser la gente con sus cotilleos.
―Lo sé, primo, no obstante, no tienen por qué enterarse.
―Es verdad, vuestro matrimonio se realizará en dos semanas y nadie debe saber de este desliz.
―Ni siquiera nuestros padres... ¿Por favor?
―Mucho menos ellos, prima, mucho menos ellos.
Ella se abrazó a mí y estuvimos así mucho rato, yo esperaba que nadie se enterara de su falta, la sociedad en esos tiempos, podía llegar a ser muy cruel y no quería que mi prima tuviera que esconderse por una estupidez así.
Mi primera reacción fue ir a encarar a Ray por haber deshonrado a mi prima, sin embargo, él estaba dispuesto a casarse con ella y solo faltaban unas semanas, por lo que no valía la pena.
Nunca hablé del embarazo de mi prima con Ray. Jamás. Ni siquiera sé si él lo supo o no. Tampoco era momento para remover ese tema. Sabía que Isabel, para Ray, era un tema no superado. Él jamás la olvidó. Yo tampoco. Y ahora, con la llegada de Abril a nuestras vidas, el recuerdo de mi prima se hacía cada vez más fuerte. Y no entendía el porqué.
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Las Lunas de Abril IIDos almas
ParanormalRecordemos que en la primera parte, Abril Villavicencio fue secuestrada por seis vampiros que pronto se percatan que ella no es Marina, la bruja a la que quieren destruir, sino la hechicera que los salvará de sus embrujos. Con el tiempo, ellos desc...