Capítulo 10: Secretos

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Le llevé té y galletas. Podría haberlas hecho aparecer allí, pero consideré que sería peor. Abril era asustadiza y no sabía controlar su miedo. No quedaba mucho tiempo y aunque yo estaba seguro que ella llegaría a tener mucho poder, quedaba poco tiempo y no podía apartar de mi mente una duda, ¿sería capaz de aprender a superar sus miedos?

Leo le explicó por qué conocíamos sus sueños y, aunque no se lo dijo con las palabras exactas, ella entendió que teníamos más de quinientos años. Nos buscó con la mirada uno a uno. Yo le di la espalda. No fui capaz de enfrentarme a sus ojos. Sé lo difícil que es procesar una información así. Yo mismo tuve que hacerlo con Leo y su familia.

Ray quiso dormirla, pero ella se negó. Quería entender, digerir todo esto de lo que se estaba enterando.

El ruido del taladro que echó a andar Manuel, la hizo dar un salto.

―Deberían avisar cuando van a echar a andar esa cosas ―protestó algo divertida y avergonzada.

―Lo siento ―gritó Manuel desde el cuarto y, aunque dudé que ella pudiera oírlo, por su gesto noté que lo escuchó perfectamente.

Su boca dibujaba una sonrisa, sin embargo, sus ojos, sus ojos estaban inundados de lágrimas.

Cada vez, esa niña me hacía recordar más a mi prima. Podía estar pasando lo peor, pero ella jamás dejaba de sonreír. Muchas veces lloraba, como ahora, sin dejar su sonrisa.

―Estaba dentro de sus planes que tú llegaras a esta casa. ―Manuel apareció en la sala apartándome de mis recuerdos y el ambiente se tensó de inmediato.

Ray no lo quería allí, no lo quería cerca de Abril, por lo que mi amigo se dio la vuelta para marcharse y la brujita lo detuvo. Él se volvió y la miró. Debo admitir, y confesar, que nunca vi a un hombre contemplar de ese modo a una mujer. Fue como si siglos de recuerdos se hubieran agolpado en sus ojos.

―Abril, será mejor que subas al cuarto. Será mejor que no estés aquí.

―¿Por qué no? ―respondió ella elevando el mentón de un modo desafiante.

―Porque este momento no es bueno, no ahora ―contestó nuestro líder algo descolocado.

Mientras Ray no despegaba sus ojos de Manuel, este no lo hacía de Abril.

―Ricardo planeó todo desde hace mucho tiempo, si yo hubiera sabido cómo eran las cosas, te juro que jamás lo hubiese ayudado, si te hubiese conocido antes... No, no hubiese servido de nada ―terminó la oración bajando la voz.

―¿¡Ayudaste a Ricardo?! ―espetó Ray con un rugido.

Creo que todos nos preocupamos. Abril, con lo miedosa que era... Para sorpresa de todos nosotros, se levantó del sofá y caminó hasta Manuel, quedando entre él y Ray. De tamaño se veía pequeña, sin embargo, de presencia no. Algo había cambiado en ella, el qué, no lo sabía, pero ya no era la misma.

―Por eso me trajo acá, ¿para matarme? ―exigió saber.

Manuel bajó la vista. Abril tomó mucho aire, creo que buscaba calmarse. Ella empezaba a ser consciente de sus poderes y sabía que podía descontrolarse.

―Él, ¿qué tiene que ver con Marina?

―Son amantes desde tiempos inmemoriales, cada vez que aparece Marina reencarnada, lo busca e intentan destruir, no solo este clan, también otros; a veces lo logran y a veces no, a veces lo que logran es que más de nosotros se les unan, por miedo más que por simpatía.

Las Lunas de Abril IIDos almas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora