Capítulo 36

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Ya han pasado cuatro años desde el accidente, todo sigue igual; Mía en una camilla y conectada a miles de aparatos; Chace a su lado, cuidándola, amándola, esperándola, los doctores ya le han planteado la idea de desconectarla, pero él ni siquiera lo piensa, no habría vida sin ella, solo más dolor. Trabaja en la empresa, al igual que todos sus amigos, pero casi no pasa tiempo allí, prefiere resolver los asuntos a lado de ella y desde su computadora, todos lo entienden y lo apoyan.

Matt y Emma van todos los días, antes y después de trabajar, están comprometidos desde hace casi dos años, pero no quieren casarse, no hasta que Mía despierte, no podrían recordar ese momento con felicidad si ella no estuviera ahí, junto a ellos. Mark tampoco la está pasando de maravilla, cuando se enteró se desmoronó por completo, sintió el mundo venirsele encima, él también va todos los días, se traga el nudo y las ganas de llorar, aparenta ser fuerte, pero cuando llega a su habitación y se sabe solo, se descarga, llora, grita, enloquece, lo único que lo mantiene lejos de esa realidad es el trabajo en la empresa y por eso se ha entregado a él en cuerpo y alma. Jordan, al igual que los demás, no deja de pensar en ese día ni un solo segundo, le dolió enterarse de la muerte de Elliot, del coma de Mía y de como su mejor amigo, su hermano, estaba sufriendo y se consumía lentamente, y aunque no lo quiere aceptar, la luz de esperanza se apaga de a poco, lo ve en los ojos de todos.

Los que tampoco dejan de visitar el hospital son los padres y hermana de Chace, los doctores siempre se sorprenden al ver que a pesar del tiempo, ellos siguen allí, tan unidos como el primer día; Madison ya no es una niña, con quince años, es una jovencita tierna y madura a su manera, no hay día en que no se acerque a Mía y le hable sobre las veces en que ellas habían pasado juntas, las travesuras que le habían hecho a Chace y cuantas veces la apoyó y la aconsejó cuando más lo necesitaba.

Hoy es quince de julio y si el accidente no hubiese ocurrido, estarían cumpliendo cuatro años de matrimonio, estarían celebrando, pero el destino fue cruel y despiadado, se llevó esos sueños y ahora solo hay dolor.

Chace llegó muy temprano, como de costumbre, se sentó a su lado en una silla que nunca se movía de allí, le tomó la mano sintiendo la suavidad de sus dedos y su calor, a veces la vida es tan injusta que te quita lo que más quieres cuando se le da la gana, o por lo menos es lo que Chace sentía en ese momento; con un nudo formándose en su garganta pasó su dedo por el anillo, miles de recuerdos vuelan a su cabeza, ese día le había pedido ayuda a todos sus amigos para la pedida de mano, se habían reunido y pasado toda la tarde organizando y preparándolo todo, cerrando o inventando excusas cuando Mía los llamaba, recordó el momento en que entre lágrimas ella lo aceptó sin dudar, cuando se besaron sellando el compromiso, las sensaciones en el estómago, la felicidad.

Cerró los ojos dejando que las lágrimas empaparan sus mejillas, el mar de recuerdos parecía jalarlo con fuerza hacia el fondo, llenándolo de dolor, de angustia y llevándose cada vez más la esperanza.

¿Sería buena idea desconectarla?

Negó cuando ese pensamiento pasó por su cabeza, jamás lo haría, no lo soportaría.

-Te voy a esperar el tiempo que sea necesario, mi amor -susurró-. No me importa que me llamen loco o masoquista por tenerte conectada, no me importa, lo único que quiero es que regreses conmigo, te necesito... -la voz se le cortó-. Entiende que yo no puedo vivir si tú no estás, lo que tengo ahora no es vida... no es la vida que soñé -suspiró y se acercó más a ella, le dio un tierno beso en la mejilla y sonrió-, no es la vida que soñamos, mi amor, pero aún tenemos tiempo, aún podemos cumplir todo lo que nos propusimos, solo serán unos años tarde, ¿pero quién notará la diferencia?

Con las mejillas empapadas de lágrimas y sin ganas de retirarlas entrelazó su mano con la de ella, era perfecta la unión, jamás dejaría de serlo, besó sus labios fugazmente y se quedó mirándola. Los ojos le empiezan a pesar, se acercó más a la camilla y recostó su cabeza en ella, estuvo a punto de dormirse, pero un cosquilleo en su mano lo despertó por completo, creyó haberlo imaginado, pero el movimiento y el cosquilleo se repite, abrió los ojos asombrado, las palabras se le quedaron atoradas en la garganta y su corazón iba a mil. Prohibiéndose a sí mismo salir de la habitación, gritó, los doctores acudieron casi enseguida asustados por su grito.

Up falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora