Cruzo la calle y la veo:
Una chica pálida, alta, vestida de negro, melena rubia con mechas rojas. Labios rosados curvados en una falsa sonrisa, una sombra oscura bajo sus ojos, marcas rojas en sus muñecas.
Y a pesar de todo es bella.
Sus ojos se cruzan con los míos un instante y los veo llenos de lágrimas transmitiendo su vida, su dolor, su corazón lleno de amor partido en pedazos, su sentimiento de impotencia, su miedo. Me levanto, corro hacia ella cuando ya me da la espalda y ella corre sin verme, corre huyendo de un recuerdo. Se interna en un edificio y la sigo, sube al ascensor y voy veloz por las escaleras siguiendo su rastro sin saber que es lo que hago. Llego arriba, a la azotea, al último piso y la veo de nuevo; sabía que iría allí incluso sin ser consciente de ello. Veo su espalda, su pie en el aire, las lágrimas volando hacia mi.
Intento de suicidio, me digo mientras corro a sujetar su cintura antes de que caiga.
La cojo pasando mi brazo bajo sus rodillas y sonrío apartando las lágrimas de sus mejillas.
Me mira y después de un instante de silencio rompe a llorar, yo la acuno contra mi pecho y dejo que se desahogue.
No voy a dejarla sola nunca más a pesar de ser la primera vez que la veo, es tan bella que me asombra, la luz que esconden sus ojos deslumbra, su alma desprende fuerza. De ahora en adelante mi cometido es salvarla de la vida y de la muerte. De ahora en adelante no pienso soltar su mano.
-Soy Daniel- le sonrío complacido y sorprendido al ver una sonrisa tímida y real entre tantas lágrimas.