Entre las páginas rotas de mi diario,
encontré tu nombre y tu teléfono.
Recordé tus besos y caricias,
tus cariños y susurros.
Y te eché de menos,
y me arrepentí.
Al recordar tus gritos y tus insultos,
tu odio, enfado y ausencia.
Me abandonaste o te abandoné,
¿quién lo recuerda?
Sólo sé que acabé sola,
y no fuiste tú quien rompió mi soledad.
Aquel que la rompió,
me enseñó quien vale la pena.
Me enseñó a querer de verdad,
y también a valerme por mi misma.
Tú me convenciste para adorarte,
y sólo ser capaz de vivir con tu ayuda.
Al ver quien se preocupó por salvarme,
supe en quien debía confiar.
Supe que yo sola valgo,
y que el amor no es dependencia.
Y ahora hay alguien a quien quiero,
alguien que me ayudó a mejorar.
Tú no me recuerdas,
no me supiste valorar.
Me mataste sin quererlo,
después de eso no volvimos a hablar.
Hubo alguien que me salvó como pudo,
y ahora es él quien me enseña lo que vale la pena de verdad.