Prologo:

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Ya me he fumado media cajetilla de cigarros en lo que va de la hora, y apenas va por los 25 minutos. Steffan ha estado acompañándome durante todo este tiempo, pero honestamente no puedo más. Ya van tres días desde que no despierta y mi agonía va en aumento. 

Los médicos me dicen que es porque su cuerpo necesita descansar aun, pero no lo soporto. Para mí ya ha sido demasiado tiempo.
Tomo otro cigarrillo y lo enciendo, tomo una gran bocanada y suelto lentamente el humo a través de mis labios.
No he dormido ni comido bien en estos últimos días, la comida del hospital es un asco, y yo, no puedo dormir con la incertidumbre que llevo dentro. Hay marcas de color más oscuro que mi piel normal por debajo de mis ojos. Los tengo enrojecidos por el cansancio que tengo.
Coloco mis codos por encima de mis rodillas, sosteniendo en mis manos la última parte del cigarrillo entre mis dedos. Mi vista esta fija en el vaso de café que tengo a un lado... pero no puedo probar bocado. Suspiro y tiro la colilla de cigarro. Se ha consumido rápidamente por el viento que hay. Tomo el vaso de café y doy un trago.
¡Asqueroso! Mis papilas gustativas nos sienten un buen sabor.
Toso pavorosamente y me incorporo. Estiro un poco mi cuerpo y hago tronar los huesos de mis brazos y espalda. Acomodo mi chaqueta y camino hacia la entrada del hospital.

Piso número 5, ala "L" habitación 303. Aun no es hora de visita, así que me siento en el suelo, al lado de la puerta.
Saco mi teléfono móvil del bolsillo de mi chaqueta, mi fondo de pantalla somos nosotros, sonrió. Selecciono la aplicación de fotos y me concentro en verlas. Todas esas fotos que nos tomamos juntos.

Cuantas experiencias hemos pasado. Momentos malos y momentos buenos. Aunque hayan sido más malos ratos. Hemos podido con todo.
Ahora estamos comprometidos. Solo debo de esperar a que salga del hospital para comenzar nuestra nueva etapa de vida.
Nuestra nueva y mejor etapa de la vida. La mejor.
Siendo marido y mujer. Con nuestros hijos, nuestra hermosa y grande casa a las afueras de la ciudad. Teniendo la vida que siempre soñamos y que de seguro tendremos.

—La hora de visita ha comenzado, ya puedes entrar. — me dice la enfermera en un Italiano perfecto.

Con todo lo que ha pasado, no hemos podido abandonar este país. Es que todo sucedió de una manera rápida y peligrosa. La redada, el secuestro...todo.

—Gracias —contesto y me pongo de pie.

Suspiro profundamente antes de tomar el pomo de la puerta y entrar.
Entro. Nada ha cambiado desde que me fui hace algunas horas.
Me acerco hasta la camilla; su rostro sigue luciendo pálido y sus signos vitales continúan lentos.
Tanto como lo estaban antes.
Acerco la silla hasta estar al lado de la cama, me siento y tomo su mano entre las mías. Doy un beso en el dorso de esta, me inclino hasta colocar mi frente sobre ella.

Cierro los ojos. Rezando para que se recupere pronto, los más pronto posible. Porque en estos momentos es lo que más necesito, fe.

—Te amo, por favor... vuelve a mi pronto.

Un médico entra diez minutos después que yo a la habitación.
Me pongo de pie para dejarle más espacio.

—Le hare un chequeo general. —me dice y asiento.

—Vale...

Saca un estetoscopio y lo coloca sobre su pecho, para revisar sus respiraciones. —Ahora son más normales...—se acerca a su rostro y coloca su oído sobre su boca y nariz, después de que le ha quitado la mascarilla de oxígeno. —Esto pinta muy bien, ya respira sin necesidad de la máquina.

Me acerco hasta donde el medico esta, y veo fijamente a su rostro.
Una acción me sorprende, sus ojos se abren, sus pupilas rodeadas por un hermoso color café avellana me miran fijamente. Sonrió con alegría.

— ¡Ha despertado! —me dice el médico — ______ ha despertado, Justin.  


Je ne regrette rienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora