1. Hermanos

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Aquel muchacho pareció mirarme pese a tener los ojos vendados, siempre con aquella expresión de fastidio, o al menos esa impresión me daba.

-¿Qué estás...? -murmuré.

Él soltó un suspiro y se dio la media vuelta para comenzar a caminar en la dirección contraria a la que me encontraba, siempre con las manos en los bolsillos.

-Espera -lo llamé-, ¿qué diablos te está molestando tanto?

Él se detuvo y ladeo un poco la cabeza hacia mi, como si pudiera verme, luego negó con la cabeza y continuó con su camino. No tardó en desaparecer en medio de la noche.

Sacudí la cabeza un momento y me fui a casa pensando un poco en la conversación que tuve antes con Sam.

Al abrir la puerta mis pequeños hermanos corrieron hacia mi para abrazarme y la niñera me miró con fastidio para luego tomar sus cosas e irse.

-Parece que hoy le han hecho la vida imposible -reí mientras me agachaba para quedar de su porte y acariciar sus cabecitas.

Aquellos dos enanos eran, aparte de Samantha, todo lo que tenía en este mundo.

El más grande de los dos había entrado apenas a la escuela primaria con siete años mientras que mi princesa pronto cumpliría los cuatro años. Se llamaban Mike y Luz.

-Hoy te hice un dibujo en el jardín -se apresuró a decir Luz enseñándome un papel surcado por cientos de linea.

-¡Está increíble! -dije adoptando la mejor voz de asombro que pude a la vez que me sentaba en el suelo y ella sobre mis piernas.

-Mira, ese eres tú, esa soy yo y ese de ahí en Mike -dijo señalando unas figuras ovaladas-, y justo aquí está Sam.

-Está precioso Luz.

-¡Yo quiero ver! -dijo Mike curioso.

Rápido lo tomé y lo senté en mi otra pierna para que pudiera ver también, notando como al instante fruncía el ceño.

-Son solo garabatos -dijo mirándome confundido.

-¡Es mentira! -gimoteó Luz.

-Pero eso es -se quejó.

-Es una pena que no logres ver la belleza de este hermoso dibujo -dije con aire de superioridad-, es posible que incluso supere al mismo Picasso.

Luz me sonrió y Mike se cruzó de brazos, a lo que yo dejé a mi princesa en el suelo y en un rápido movimiento atrapé al enano y lo levanté sobre mi hombro. Pronto me incorporé con ese bulto pataleando y gritando mientras que yo corría hacia la habitación de esos dos.

-Ahora eres mi cena -dije imitando una voz más ronca.

-¡No! ¡Sálvame Luz! -gritó el niño.

La pequeña riendo me siguió y al llegar a la habitación cogió una almohada con la que me golpeó con todas sus fuerzas a la altura de la rodilla, lo cual claramente no me dolió.

-¡No! ¡Me han dado! -grité dramáticamente y me dejé caer sobre la cama, aplastando levemente a Mike-. Yo... he muerto.

No fue mi culpa quererte (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora