Prologo

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Fue casi al mismo tiempo en que Sam comenzó a hablarme de ese tal Jeff cuando por un error de calculo mío acabé chocando y lanzando a aquel sujeto de sudadera negra al suelo.

En seguida me preocupé y quise ayudarlo a pararse, pero él me apartó sacudiendo su brazo, fue entonces cuando bajo su capucha pude ver que llevaba ambos ojos vendados. ¿Cómo diablos pensaba ese sujeto ir por la vida sin ver la menor ayuda?

Me dio igual el que ya me hubiera apartado una vez y rápidamente lo sujeté por el brazo y le ayudé a pararse. Parecía estar molesto por mi acción pero poco me importaba.

-Me da igual si no quieres mi ayuda -le dije-, ahora puedes cooperar y decirme a donde vas para llevarte hasta allá o bien tendré que adivinar y arrastrarte por todo el pueblo.

Él pareció gruñir pero no le di mucha importancia. Sentí como finalmente se aferraba a mi brazo y me señalaba una dirección.

Se me hacía raro que estando ciego pudiera orientarse tan bien, pero poco me importó y seguí sus indicaciones, caminando por aquí y por allá hasta que fui consciente de que ya nos encontrábamos en los límites del bosque con la ciudad.

-¿Estás seguro de que quieres ir al bosque? -le pregunté dudoso.

Él se limitó a sujetar mi mano y a apartarla de su hombro. Me dirigió alguna especie de saludo y se internó en el bosque, desapareciendo en medio de la oscuridad. Solo esperaba que a ese extraño sujeto no le pasara nada.

Jamás hubiera imaginado que lo volvería a ver al día siguiente y al siguiente a ese y, en fin, todos los días.

Siempre lo hallaba en el mismo lugar al salir de la escuela una vez me separaba de Sam. Parecía que fuera coincidencia pero algo me hacía dudar, algo me decía que él estaba todos los días ahí apropósito, como si esperara verme... o encontrarnos.

Cada día que lo veía lo ayudaba y llevaba al borde del pueblo en donde lo perdía en la oscuridad del bosque.

Y sin darme cuenta comencé a sentir curiosidad hacia él, siempre una curiosidad sana, ya fuera porque quería saber cómo sonaba su voz, cómo había quedado ciego, o por qué cada tarde se internaba en lo profundo del bosque, pero no sentía el valor para preguntarle.

Una tarde fui con Samantha al parque para hablar de algo que al parecer le había estado ocurriendo últimamente.

-Espera ¿qué?- dije en una mezcla de confusión y sorpresa- ¿Un asesino?

-Sinceramente dudo que sea un asesino -dijo mientras comía su sandwich con enojo-,si realmente lo fuera debería haberme matado.

-Espera un segundo ¿Querías que él te matara?

-Claro, pero el muy cobarde no quiso hacerlo. Espero no volver a verlo jamás.

-Deja de pensar en la muerte Antoine, eso no mejorará nada -dije comenzando a enojarme.

-Olvídalo -suspiró-, no tiene importancia. Jamás podré llevar acabo un suicidio y ya perdí mi única oportunidad de que alguien me matara. Me espera una larga y tortuosa vida.

-Vamos Sam, recuerda lo que hemos hablado -dije tomándola por el hombro-, una vez hayas cumplido los 18 años nos iremos juntos de aquí y comenzaremos una nueva vida... Ya nadie abusará de ti.

Ella suspiró y tomó mi mejilla con sus diminutas manos, dirigiéndome una sonrisa cargada de dolor y tristeza. Esto me partía el corazón.

-Ya es muy tarde -me dijo-, mi vida ya está hecha pedazos y a esta altura es imposible volver a armarla... siempre quedarán los rastros del pasado, sabes perfectamente que las cicatrices son para toda la vida.

-Pero... si me dejas, puedo intentar tapar esos rastros, que olvides por un momento el pasado -le dije con total sinceridad-, puedo darte una nueva vida, darte la felicidad que no tienes.

Ella se limitó a negar con la cabeza mientras que yo, desesperado como estaba, tomé su rostro entre mis manos obligándola a mirarme.

-Quiero intentarlo -le dije y pronto junté sus labios con los míos.

No me apartó pero igualmente no me correspondió y sabía perfectamente que se debía a que ella solo puede quererme como a un amigo.

-Me importas enana -dije juntando mi frente con la suya-, y no puedo imaginar mi vida sin ti, ya no. Odio verte sufrir, odio que se burlen de ti, odio que te menosprecien y odio que no valores tu vida... porque te amo tonta.

-Damon yo... No puedo...

-Lo sé -susurré mientras le dirigía una sonrisa triste-, pero ya sabes, no me gusta verte triste.

Pronto me levanté y me estiré un poco para así tenderle una mano para ayudarla a pararse.

-Te llevaré a casa -le dije-, y por favor, no cometas una estupidez.

No tardé mucho en dejarla en su casa con la suerte de que su padre aún no llegaba. Me despedí y pronto me dirigí a mi casa en medio de la oscuridad que comenzaba a cubrir al pueblo.

Fue entonces cuando me encontré con el sujeto de la sudadera negra que permanecía sombrío bajo la escasa luz de una farola.

-¿Te encuentras bien? -le pregunté dudoso.

-Así que ella te importa -fue lo que brotó de su boca, dejándome ver unos desarrollados colmillos.

Fue la primera vez que escuché su voz y solo pude percibir de ella su gran enojo, un enojo que estaba dirigido exclusivamente a mi, pero ¿qué diablos había echo yo para que se molestara conmigo?

No fue mi culpa quererte (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora