CAPÍTULO UNO

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17 años después

Eran las cinco de la mañana ya llevábamos quince vueltas al estadio y mi cuerpo pedía más, iba por la vuelta numero dieciséis cuando mi amigo Robert se derribó literalmente sobre una banca pidiéndome auxilio, estaba todo rojo y sudoroso, respiraba agitadamente.

– ¡Robert por favor! sabes que no debes detenerte así de imprevisto, debes caminar si ya no quieres correr, es peligroso vamos caminemos– lo jale de un brazo.

–está bien, pero luego me las pagaras, sabes que este cuerpecito no es de hierro como el tuyo– dijo jadeando por aire– debo descansar en periodos cortos para no infartarme, esa eres tú que pareces una roca– me reí con su ocurrencia.

– ¡si eres ocurrente!, si lo hago es por nuestro bien, además hoy es un día importante y debemos estar en forma–

– ¿Por?– pregunto con fastidio abanicándose con la mano.

– ¿Ya se te ha olvidado?– le dije y me detuve tomándolo de un hombro.

–Hoy amor mío, es la manifestación por los derechos de nosotros los estudiantes–

– ¡Ah eso!– puse mis manos en jarra.

– ¿Cómo que ah eso? Sabes que si no defendemos nuestros derechos nos tendrán pisoteados de por vida, no es posible que el futuro de un país, es decir nosotros contemos con unas becas miserables que no alcanzan ni para un libro, ni un comedor digno, ni mucho menos residencias para poder hospedar a los que viven lejos y por si fuera poco no tenemos un sistema actualizado de redes y como si eso no fuera suficiente nuestro seguro médico es una porquería ¿Te parece irrisorio o quieres más? Porque te las puedo enumerar con los dedos de las manos y aun incluyendo los de los pies me faltarían–

–Amiga ok–ok ¡cálmate que te va dar un infarto!– me dijo sobando mi espalda sudorosa.

–Está bien Robert, pero cuando vuelvas a hablar piénsalo bien, porque por personas indiferentes a este sistema es por lo que estamos así– respire para calmar un poco mi ansiedad de seguir atiborrando a mi amigo de razones por que luchar.

– Y ¿ya le dijiste a tú madre?– puse los ojos en blanco

–aun no, y creo que no lo hare porque si se entera que voy a manifestar de nuevo, me encadenaría a la cama y de paso me esposaría y colocaría llave a la puerta– reí

–sí, como no. Me haces reír. Como si eso es impedimento para ti, si no te conociera te compraría– lo abrace y le dije

–Si eso sucede, sé que cuento con mi único e incondicional archí criminal por las buenas causas que siempre me ayuda a escapar por la ventana de mi habitación–

–muy graciosa– reímos– sabes que si tú madre se entera que soy yo el que te saca por la ventana, me hará picadillos aparte de eso me freira en un sartén y se me dará de comer a los perros del señor Wilbort y eso sí que me asusta, no tanto por los rottweiler que tiene, si no por su dueño que parece que siempre está molesto, además ese aire de misterioso ¡huy! me pone la piel de gallina–

–Si exageras Robert, mientras no le enfoques la mirada todo marchará bien– reí

–ven sentémonos un rato– le dije porque lo veía pálido, caminamos hacia la banca donde habíamos guardado los bolsos, saque un frasco de agua y se lo ofrecí.

– ¡Aleluya! será justicia que te apiades de mí, creo que estoy algo descompensado–

–Toma te traje algo especialmente para ti– le di uno de mis jugos.

– ¿Qué es esto? – puso cara de dudoso.

–No lo sé, pruébalo te repondrás rápido– abrió la botella, la miro de forma sospechosa y la saboreo.

– ¡puaj! ¡Esto sabe horrible!– puso cara arrugada

– ¿Cómo que horrible? Es uno de mis mezclas favoritas, si no te lo cambio por este– le mostré la otra botella.

– ¿Y que tiene?– pregunto sospechoso

–Bueno es un jugo igual pero es de berro con zanahorias y naranja... ¡ah! y un toque de yerbabuena–

– ¡guácala! ¿Estás demente o qué?– dijo – seguro me quieres envenenar por ser tan flojete ¿verdad?

– ¡Claro que no amigo! Si tú eres mi mano derecha del crimen organizado en pro de las causas perdidas, te lo cambio o ¿no?–

– ¡Claro que no! me quedo con el mío, al menos sabe un poquito a naranja y debe ser mejor que esa sambumbia que has inventado–

–entonces ¡salud por nuestra rebelión!–

– ¡Salud!– dijimos, luego nos acostamos sobre la grama mirando al cielo que ya estaba despejándose.

– ¿Robert?–

– ¿Sí?–

– ¿Crees que algún día podamos ser algo más que unos simples estudiantes rebeldes?–

– ¡pues claro! para eso estudiamos duramente. Un día seremos abogados exitosos y quizás dueños de nuestro propio bufete... ¿Te imaginas? Podríamos tener todo lo que quisiéramos–

–Bueno, yo quiero poder ayudar a todas esas personas que no tienen recursos y que alguien las está embaucando tratando de sacarle todo su dinero–

– ¿y qué más quieres?–

–no sé, a veces pienso que nací no sólo con un propósito, sino con demasiados propósitos en la vida ¿y si la vida no me alcanza para lograrlos?–

– ¡si hablas babosadas! ¡Claro que la vida te alcanzará! ¿O no te ha alcanzado hasta ahora? Te parece poco que estés estudiando derecho en una de las mejores universidades del país a nivel público, eres presidenta del club de asesores académicos, atleta y campeona por dos años consecutivos de las olimpiadas universitarias en carreras de velocidad, practicas deporte extremo, aparte de eso tienes participación en el consejo estudiantil, eres voluntaria en el albergue y para rematar activista por los derechos humanos y todo eso gracias ¿a qué? A tú cerebro magnifico y don de razonamiento, si quieres más te las puedo enumerar pero ojo los dedos de los pies y manos no me alcanzaran para decir tus múltiples cualidades–

– ¡si exageras Robert! Todo eso lo hago porque me gusta y para honrar a mi padre que sé que me mira desde el cielo y se estará diciendo que su pequeña es todo lo que esperaba y más– si tan solo hubiese sabido que es lo que mi padre hubiese querido que fuera de mí, todo fuera distinto... todo–pensé

– ¡No exagero, tú solo eres una suertuda!– lo mire a sus ojos negros.

– ¿Robert?–

– ¿si nena?

– ¿Dónde estacionaste el Chugga–Boom? –

– ¡no le digas así a nuestro medio de transporte! ya verás que cuando tenga mi súper nave y te vea te echare el polvo por mal agradecida– reímos

– Te tengo un trato, el primero que llegue al Chugga–Boom paga el desayuno– y salí corriendo

– ¡eso no es justo Ángel tú siempre ganas!–me grito

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