CAPÍTULO CUATRO

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No pude dormir bien en lo que quedaba de noche, me quede pensando en las locuras de Robert y en su método infalible de descifrar el misterio y luego cuando al fin me quede dormida soñé con el chico extraño, en el sueño él me estaba mirando con dolor, me sobresalte cuando sonó el despertador, eran las cuatro de la mañana. Me di una ducha bien fría para ver si así lograba sacarme de la cabeza el rostro del Ministro y sobre todo del loco de las espadas. Me coloque un jean ajustado, mis botas de combate y una camisa blanca de voluntaria, recogí mi cabello en una coleta alta y coloque una gorra con mi nombre estampado.

Mi madre tenía el desayuno listo, ella siempre era así a pesar de que no tenía por qué hacerlo, era como una especie de ritual. Tenía que pensar rápido que le iba a decir para que me dejara estar otro rato más fuera de casa. Hoy era sábado y mayormente ella estaba full en la tienda pero eso no le impedía vigilarme de cerca, tendría que sonar convincente o mi primera misión seria abortada, baje de buen humor y fui directo al comedor.

– ¡buen día mami! Huele fabuloso–

– ¡buen día querida! Gracias, ven siéntate ya tengo todo listo– me senté a esperar el banquete que por el olor era tocino bien crujiente con huevos revueltos, tostadas y una taza de café bien grande con leche como me gustaba, mi olfato no se equivocó. Mientras me devoraba todo mi desayuno mamá dijo:

–Después de que termines en el albergue, dile a Robert que te deje en la tienda, hoy es un día muy ocupado, tengo tres funerales, una boda civil y cuatro aniversarios, sin contar los pedidos individuales, así que trata de llegar sin demora–

–pero mami, hoy tenía que...–interrumpió

– ¡sin excusas señorita! además te recuerdo que estas oficialmente suspendida y no me hagas rectificar con lo del móvil, ya bastante con eso que he cedido– guarde mi replica para evitar lo peor, luego junto a Robert pensaríamos en una excusa creíble.

Terminamos de desayunar. Yo guardaba la última vajilla cuando tocaron la corneta, era Robert quien sin falta me buscaba todos los sábados para acompañarme al albergue. Al principio sólo me llevaba, luego se dio cuenta que siempre se quedaba acompañándome y no le quedó otra que ser un voluntario; en el fondo sé que le gusta. Subimos al Chugga–Boom unas bolsas para el albergue, me despedí de mamá prometiéndole que me tendría luego del medio día en la tienda.

– ¿Y bueno?– dijo

– ¿y bueno qué?–lo mire de reojo

– ¿Qué excusas les has dado a tu madre para estar un rato más en la calle de la perdición?–.

– ¡Robert! Si eres horrible, pues te cuento que nada–

– ¿Cómo que nada?, Anoche quedamos en ir a donde Tamara ¿Ya se te olvido?– lo mire

–claro que no, lo que sucede es que mamá me tomo por sorpresa me dijo que tendría que ir a la tienda para ayudarle, y no tenía una idea fresca para replicar, además me nombro lo del móvil, no quería arriesgarme y perder mi beneficio –

–okey, no os desesperes Mi lady, a Sir Robert se le ocurrirá una excelente idea luego de la faena de hoy–

– ¡Robert! Eres un loco ¿lo sabias?–

–sí, una demente me lo dice a diario– reímos. Metió la llave en el encendido del Chugga–Boom y nos fuimos al albergue, allí organizó nuestro plan para poder escabullirnos de la tienda de mamá cuando sea el momento.

Luego de ayudar a repartir los trecientos platos de comida, seleccionar la ropa por talla y género, Robert y yo nos despedimos para ir directo a la tienda de mamá. En el camino estuvimos maquinando nuestro plan perfecto aunque no sé si funcionaria a la perfección. Robert aparco frente a la tienda mientras yo me adelantaba.

"PARALELO" Serie Mundos Paralelos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora