Llegamos a la escuela y cada quien se fue por su camino. Yo tenía clase de Química con la señorita Morissette, como su nombre era muy largo le decíamos señorita Mor. Yo era su favorita, entonces era fácil pasar esa materia. Era la primer clase de Química, la primera semana tuvimos otras materias.
Entré al salón y vi que ya habían llegado todos. En la clase de Química no nos asignan un lugar el primer día, así que nosotros podemos escoger con quien queremos estar, pero una vez escogido nuestro lugar, tendríamos que estar ahí el resto del año. Yo siempre me sentaba con Emma, pero como este año no había escogido ir a Química, estaba sola. El único lugar que quedaba era hasta atrás con un chico que al parecer era nuevo, se veía tímido por la forma en la que agachaba la cabeza.
—Hola—saludé.—Soy Rossie Hicks.
No contestó.
—Eres nuevo, ¿cierto?—pregunté.
—Sí—dijo.
—Genial. ¿Cómo te llamas?—pregunté.
—Alec.
—Eres un poco tímido, ¿no es así?
—Tímido con chicas lindas—contestó.
Me sentí incómoda, pero al mismo tiempo halagada. Estaba apunto de decir algo cuando la señorita Mor entró.
—Buenos días chicos. Espero que hayan disfrutado sus vacaciones pero ahora están en la escuela, entonces espero que se esfuercen mucho este año. Veo varias caras conocidas, pero para los que no me conocen, soy la señorita Mor—dijo.
En sí toda la clase fue presentarnos entre todos entonces no hicimos nada. Nos pusimos en círculo y nos fuimos levantando uno a uno para decir nuestros nombres y decir lo que nos gustaba hacer. Sinceramente creo que es una estupidez. No prestaba mucha atención a lo que decían mis compañeros, pero de vez en cuando escuchaba las cosas que decían, noté que la mayoría no decía cosas realmente importantes, como de dónde venían o si tenían padres divorciados, decían cosas como que tenían un perro, que les gustaba salir con amigos, en fin, cosas irrelevantes.
Al finalizar la clase todos regresamos nuestros asientos a sus lugares anteriores. Estaba saliendo del salón cuando escuché que alguien me llamaba, volteé, era Alec. Estaba parado y con la cabeza en alto, era la primera vez que le veía la cara, era guapo, muy guapo, tenía ojos verdes, cabello castaño y era alto, le calculaba una cabeza más alto que yo.
—¿Qué harás al rato Hicks?—preguntó con una pequeña sonrisa que me pareció irresistible.
Nunca nadie me había llamado por mi apellido.
—Ya no eres tan tímido, ¿eh?—dije.
—Digamos que es mi truco—dijo con una sonrisa burlona.—Entonces, ¿tienes algo que hacer?
—En realidad, sí. Unos amigos tienen una sorpresa para mí, es mi cumpleaños—dije.
—Bien, será mañana entonces—dijo.—Nos vemos luego. Y se fue.
Al finalizar todas las clases me encontré en la salida del colegio con Emma y Craig.
—¿Lista cumpleañera?—dijo Emma.
—Lista—contesté.
—Cierra los ojos e intenta no hablar en todo el camino—dijo Craig.
Cerré los ojos y ellos me guiaron hacia el coche de Craig, era un Audi azul con un pequeño rayón en la puerta derecha trasera. Pusieron la radio mientras Craig conducía hacia el lugar al que me iban a llevar. No abrí los ojos en todo el camino, pero supuse que íbamos llegando porque el coche se iba deteniendo.
—Llegamos señoritas—dijo Craig.
—Muy bien. Rossie, no abras los ojos hasta que te diga—dijo Emma.
Escuché cómo se abrió la puerta del coche, entonces Emma me agarró del brazo y me ayudó a salir. Había un peculiar olor a hot dog combinado con papas fritas.
—Con cuidado—dijo Craig.
Podía adivinar fácilmente a dónde me habían llevado pues lo primero que escuché al salir del coche, fue el mar.
—Muy bien, ábrelos—me dijo Emma entusiasmada.
Abrí los ojos, estaba en lo cierto, la playa. Conocí esa playa cuando tenía 7 años y desde los 8 años dejé de ir, pues la tranquilidad fue destruida por un grupo de adolescentes fiesteros.
Pero no era una playa cualquiera, era la playa en donde empezó la mejor amistad del mundo, donde conocí a Emma y a Craig, a los 7 años.
Emma cumplió 17 hace ya 4 meses, es una persona curiosa y misteriosa, siempre tiene algo bajo la manga, por eso siempre se puede esperar mucho de ella. Es alta, seguramente le llego a las cejas, es rubia y tiene la piel entre blanca y morena.
Craig es un año mayor que nosotras, al contrario de Emma, Craig es como un libro abierto, no tiene secretos, es guapo, tiene grandes ojos cafés, su cabello es rizado castaño y tiene una sonrisa blanca que con tan solo verla, te alegraría el resto del día.
—Vaya—dije.—No recordaba que hubiera tanto olor a comida en este lugar.
—Es por esos chicos que sólo vienen a ensuciar—dijo Emma.
—Por suerte hoy no hay casi nadie—dijo Craig.—A excepción de esos chicos de allá.
Volteamos a ver a quienes se refería Craig, era un grupo de amigos de unas 10 personas, se veían de nuestra edad, pero no podía asegurarlo ya que no estábamos a una distancia en la cual pudiera distinguirlos a la perfección. Pude ver que en ese grupo habían chicos y chicas.
—Hay que acercarnos—dijo Emma entusiasmada.
Sin decir nada más, fuimos acercándonos un poco, alcancé a ver que algunos llevaban las chaquetas del instituto en el que íbamos, por lo que aseguré que habrían varias caras conocidas ahí.
—¡Hey!—escuché decir a alguien.
—¡Hola!—dijo Emma.
Un chico de nuestra altura y castaño se fue acercando a nosotros con una gran sonrisa.
—Chicos, él es Zach, es un viejo amigo que se mudó a la cuidad y se inscribió en el instituto—dijo Emma.—¿Qué haces aquí?
—En el pasillo, al lado de los casilleros conocí a unos chicos y me dijeron que harían una fiesta, entonces me trajeron—dijo Zach.
—Ay Zach, hay otras formas de ligar chicos—dijo Emma. Los dos rieron.
—Pues vengan, aún no llegan todos, pero cuando empiece a anochecer se pondrá buena la fiesta, no falta mucho—dijo Zach.
—¿Rossie?—dijo Emma en forma de preguntarme si estaba de acuerdo.
—Vale—contesté.