¡No puede gustarte!

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Era el día siguiente. Vi la hora, 7:35. Yo entraba a las 7:45.
—¡Maldita sea, la escuela!—dije y me levanté rápidamente.
Fui directo a mi armario, saqué una blusa blanca y unos jeans azules de mezclilla, me puse unos Nike, agarré mi mochila y justo al momento de abrir la puerta de mi habitación lo recordé, habían cancelado las clases.
—Idiota—me dije a mí misma.
Dejé mi mochila en el lugar en el que estaba. Iba a volver a dormir pero ya estaba levantada y suficientemente despierta por la presión de haber querido llegar temprano al instituto, entonces decidí darme una ducha. Al salir me puse la misma ropa que me había puesto hace unos momentos.
¿Qué podía hacer alguien a las 7 de la mañana en un día sin clases? Y para colmo nadie estaba en casa. Billy sí tenía que ir a la escuela y mis padres trabajaban. No quería quedarme encerrada hasta que alguno de mis amigos estuviera despierto por lo que salí a caminar. Agarré un suéter pues seguía haciendo algo de frío y seguía un poco oscuro por la hora que era. Bajé las escaleras y salí. Las calles no eran tan inseguras en esta parte por lo que no me daba miedo andar sola por aquí. Caminé cerca de 20 minutos y sin darme cuenta ya estaba cerca del instituto. La luz del Sol comenzaba a salir. Siempre que tenía la oportunidad salía a caminar en las mañanas, me encantaba ver los amaneceres.
No eran más de las 8:20 cuando el día estaba completamente iluminado. A estas horas ya se podían ver coches pasando por doquier y gente caminado en las calles, al igual que yo.
Me dirigí a un café restaurante no muy lejos de donde estaba. Esa cafetería estaba en la esquina de una calle y era una de las más populares. Estábamos en épocas de frío por lo que pedí un chocolate caliente y me senté en una mesa junto a la ventana. Me puse a leer en lo que terminaba mi chocolate y antes de que me diera cuenta ya llevaba leída la mitad del libro. Saqué mi celular para checar la hora, las 9 en punto. No tenía planeado estar ahí tanto tiempo. Me levanté rápido, agarré mis cosas y salí. Iba doblando la esquina, estaba guardando mis cosas en una pequeña mochila por lo que iba distraída, entonces choqué con alguien haciendo que perdiera un poco el equilibrio. Me agarró rápido del codo antes de que pudiera caerme. Por lo rápido que había sido no había tenido tiempo de ver la cara de la persona con la que había chocado, pero lo supe al momento de escuchar su voz.
—Hola Hicks.
No dudo haberme sonrojado.  
—Lo lamento, no te vi—dije apenada.
—No hay problema—me contestó.
—Bueno yo, um, tengo que, irme—dije trabándome.
—Te acompaño—me dijo.
Realmente no quería que me acompañara y no por el hecho de que no quisiera, sino porque aún me resultaba incómodo estar con él y quería evitarlo lo más que pudiera.
Me abrió la puerta de su auto.
—Sube—me dijo con una sonrisa.
Y subí. Me sequé el sudor de las manos con el pantalón, estaba realmente nerviosa.
—¿A dónde es que ibas a ir?—me preguntó.
—A casa, tengo algunas cosas que hacer—le contesté.
—¿En dónde vives?
—Sólo llévame al instituto y de ahí me iré caminando. No vivo muy lejos.
—Para nada, te llevaré hasta tu casa.
—Está bien—contesté finalmente.
Lo fui guiando conforme avanzábamos hasta que por fin llegamos.
—Gracias por traerme—le dije.
—Cuando quieras hermosa.
Por la forma en la que me miraba pude notar que al parecer no había podido contener mis nervios.
—Nos vemos luego—le dije.
Me colgué la mochila en un hombro, me dirigí hacia mi casa sin dar si quiera una mirada hacia atrás y entré.
¿Qué había sido todo eso? Manos sudorosas, nervios inevitables... ¿Me gustaba Alec? No seas tonta Rossie, lo acabas de conocer, ¿cómo te va a gustar?
Y así estuve un buen rato, peleando conmigo misma en mi mente y por culpa de un chico, Alec.

. . .

Entrando a casa fui a la sala, dejé mis cosas en la mesita de centro y me senté en el sofá. Me gustaba mi casa pues hasta el más pequeño rincón estaba siempre bien iluminado ya que había ventanas por doquier. Había recordado que la noche anterior mamá me había pedido limpiar la casa, lo cual es típico, en tus días libre te tratan como su sirvienta.
Me quité el suéter y lo amarré alrededor de mi cintura, me hice una coleta de caballo y subí rápido a mi habitación para buscar algún disco bueno, al final decidí poner a Twenty One Pilots. Se puso la primer canción de su disco entonces le subí el volumen al máximo. Fui por la escoba, comencé a barrer la sala y al momento ya estaba bailando y simulando que la escoba era mi pareja de baile. Mi casa era algo difícil de limpiar pues habían más muebles de los que normalmente debía haber en una casa. Después de haber terminado de barrer, me puse a trapear, no me llevó más de hora y media y justo cuando acabé completamente comenzó mi canción favorita del segundo disco (el primero ya había acabado).
—No deseo volver a hacer esto nunca—dije con una sonrisa.
Estaba realmente sucia por lo que decidí darme un baño.
Si cada día de esta semana iba a ser así de aburrido por mucho preferiría ir a la escuela.
Salí del baño, vi el reloj que estaba sobre mi tocador, eran las 10:40. Tenía puesta una toalla alrededor de mi cuerpo y una en mi cabeza. Me senté en mi cama y agarré mi celular, tenía 10 mensajes y 4 llamadas de Emma.
Le regresé la llamada.
—¡Al fin!—dijo ella.
—Sí hola...
—¿Dónde estabas? Llamé como mil veces a tu casa y otras mil a tu celular.
—Salí a caminar.
—Bueno, no importa. ¿Ya tienes preparado lo que te pondrás para esta noche?
—Sip. Un short de mezclilla y una blusa azul.
—Dime que es broma.
¿Por qué bromearía?
—No puedes ir así vestida—me dijo.
—¿Por qué no?
—Porque no. Te veo en tu casa en 20 min.
Y colgó.

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