1. Los orígenes de la Iglesia según los católicos

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50 A.C - 500 D.C

El origen de la religión se remonta aproximadamente al Antiguo Cercano Oriente, y puede clasificarse en tres categorías básicas. politeísta, panteísta, y monoteísta, pero ahora enfoquémonos en la religión católica.

Según la doctrina católica, la historia de la Iglesia se remonta a Jesús de Nazaret, quien, con sus obras y enseñanzas, llevó a los hombres a la fe y a la comunión. Efectivamente, cada uno de los autores de los Evangelios del Nuevo Testamento ofrece un testimonio inconfundiblemente personal y peculiar de Jesús. Sin embargo, y a pesar de todas las diferencias en cuanto a los detalles, todos ellos presuponen que Jesús es el fundamento de su fe y, por consiguiente, el fundador de la Iglesia. Esta fe de los discípulos no separó la figura de Jesús de la historia de Israel. Por el contrario, se vio en ésta la clave para entender la misión de Jesús. Con ello, la fe en Jesús de Nazaret lograba su alcance universal, su cualidad eclesial por encima del ámbito individual. Para la Iglesia de los primeros tiempos, la demostración de este vínculo entre Israel y Jesús constituyó una tarea fundamental. Al hacer patente tal conexión, aquella Iglesia dejaba constancia de su propio enclave en la historia. A esta situación única se sumó en seguida la confrontación de los creyentes con el entorno religioso. Al mismo tiempo, la afirmación de la fe exigía una mayor clarificación de su contenido. Y ahí se resquebrajó la unidad de los cristianos.

El evangelio no penetró, pues, en un vacío religioso, sino que entró en competencia con un sistema politeísta cuyo reconocimiento en el sacrificio garantizaba, según la opinión de los romanos, el bienestar del Imperio (salus publica). Por otra parte, a la religiosidad practicada con cierto recelo correspondía un ansia de redención que facilitaba en gran medida la aceptación del evangelio. Pero, si el mensaje bíblico de Jesús de Nazaret como Mesías era fácil de entender para los oyentes del entorno viejotestamentario, el paso de la predicación misionera al ámbito cultural grecorromano impuso la necesidad de llevar a cabo una traducción de sus expresiones y afirmaciones a este nuevo ambiente cultural. En esta tarea, el monoteísmo de Israel no sólo fijaba unas condiciones marco distintas que el politeísmo del mundo helenista, sino que, frente al horizonte mental del pensamiento hebreo, fue preciso tener en cuenta la mentalidad de los oyentes que provenían del paganismo.

El universalismo cristiano se puso pronto de manifiesto, en contraste con el carácter nacional de la religión judía. A Antioquía de Siria, una de las grandes metrópolis de Oriente, llegaron discípulos de Jesús fugitivos de Jerusalén. En Antioquía, el universalismo de la Iglesia se hizo realidad y allí fue, precisamente, donde los seguidores de Cristo comenzaron a ser llamados cristianos.

La admisión de los gentiles en la Iglesia había sido una novedad difícil de comprender para muchos judeo-cristianos, aferrados a sus viejas tradiciones. En el año 29 se reunió el denominado concilio de Jerusalén para tratar de estos problemas tan fundamentales. El Apóstol Pedro, una vez más, habló con autoridad en defensa de la libertad de los cristianos, en relación con las observancias legales de los judíos. El «concilio», a propuesta de Santiago, obispo de Jerusalén, acordó no imponer leyes puramente rituales de la religión judía a los conversos gentiles. Así quedó resuelto de modo definitivo el problema de las relaciones entre Cristianismo y Ley mosaica.

Los grandes propulsores de la expansión del Cristianismo fueron los Apóstoles, obedientes al mandato de Cristo de anunciar el Evangelio a todas las naciones. Nos consta que el Apóstol Pedro, al marchar de Palestina, se estableció en Antioquía, donde existía una importante comunidad cristiana. Es posible que luego residiera algún tiempo en Corinto, pero su destino definitivo sería Roma, capital del Imperio, de cuya Iglesia fue primer obispo. En Roma, Pedro sufrió martirio en la persecución desencadenada por el emperador Nerón (a. 64). El Apóstol Juan, tras una larga permanencia en Palestina, se trasladó a Efeso, donde vivió muchos años más. Viejas tradiciones hablan de las actividades apostólicas de Santiago el Mayor en España, del Apóstol Tomás en la India, del Evangelista Marcos en Alejandría. San Pablo fue el gran apóstol de los pueblos recorriendo Asia, Grecia y posiblemente España.

La otra cara de la Iglesia CatólicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora