Capítulo 1: Nueva Vida

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Me llamo Nicole. Solo sé cómo me llamo y cómo me veo, ya que tengo junto a mí un espejo: tengo el pelo largo y moreno; la piel blanca como la nieve y los ojos marrones como el color de la madera; no son muy grandes, la verdad es que los tengo pequeños; de estatura se podría decir que soy normal: ni muy baja ni muy alta.

Estoy muy asustada, no sé dónde me encuentro.

Miro a mi alrededor y parece que estoy dentro de un coche con una sola puerta, intento abrirla, pero es imposible, el coche funciona solo, no hay nadie manejándolo, llevo conmigo pequeñas cajas de madera con alimentos y ropa.

Me he despertado con un espejo en la mano y en este dichoso coche robot que hace un ruido terrible al moverse.­­

—¡Socorro, auxilio! —empiezo a gritar—. ¡Que alguien me saque de aquí, por favor! —Me siento en una esquina del coche cogiendo mis piernas y comienzo a llorar desesperadamente.

Poco a poco voy viendo una luz. ¡El sol!

Alzo mi cabeza y noto como el coche se para de repente.

—¡Abrid el coche de una vez! —Grita una voz—. ¡Pandilla de holgazanes!

Veo cómo alguien abre la puerta.

—¡No puede ser...! —exclama un chico con el pelo alborotado— ¡Es una chica!

Dios mío, hay un montón de chicos aquí. Pero, ¿dónde estoy?, ¿qué es este lugar? ¿Y por qué no hay ninguna chica aquí?

Empiezo a retroceder hacia atrás con miedo, cuando el chico rubio se me acerca.

—Hey, no tengas miedo, intruso, ¿o debería de decirte intrusa?

Todos comienza a reír. Yo frunzo el ceño.

—Vamos, te sacaré de aquí, dame la mano —pero yo no se la doy—. Tranquila, que no voy a comerte. —Decido dársela.

Al salir todos los chicos comienzan a mirarme y a decir cosas como "ya podrían haber traído a una chica un poco más guapa", "tienes razón, además, parece muda", "¿te ha comido la lengua los monstruos oscuros, niña?"

No soporto más estar rodeada de esos imbéciles sin neuronas y salgo de aquí corriendo. Es lo único que se me ocurre hacer, pero, antes de dar dos pasos, me tropiezo con una piedra y caigo al suelo: haciendo el ridículo delante de todos.

El chico rubio ríe con sus compañeros.

—¿Estás bien, intrusa? Vamos, levántate del suelo, ¿dónde se suponía que ibas?, ¿qué pasa? ¿Eres muda o qué?

—No... —Él me extiende una mano para ayudarme a levantar, pero suelta mi agarre y caigo nuevamente al suelo, haciendo que todos vuelvan a reír de mí.

Dios... odio a este chico y no sé ni cómo se llama.

—Ups, perdona, intrusa, no era mi intención —dice y yo lo fulmino con la mirada—. Por cierto, me llamo Noah. Tú no sabrás tu nombre, así que ni me preocupo en preguntártelo —agrega.

—¡Para tu información me llamo Nicole y no me llames intrusa, idiota! —Grito, enfurecida— ¡¿Se puede saber dónde estoy y por qué estoy rodeada de neandertales como vosotros?!

—Tranquilízate, intrusa, no hemos hecho nada malo para que nos hables así.

—¡No, que va!, —exclamo con ironía— ¡solo os habéis reído en mi cara! ¿Te parece poco?

—Hola, Nicole, me llamo Will —se presenta un chico— y te puedo asegurar que somos muy sociables, aunque no lo parezcamos; sobre todo el tipo ese que tienes a tu lado.

Noah me guiña un ojo.

Dios... que asco de chico.

—Yo soy el antiguo intruso y Noah es el que manda aquí, —explica Will— lo siento mucho, pero tendrás que soportarnos durante mucho, mucho tiempo.

—¿Qué? —Suelto pasmada— ¡¿Pero, se puede saber dónde estoy, Will?!

—Estás en el laberinto, intrusa —responde Noah.

A ti no te he preguntado, idiota. Pienso.

—Bienvenida a tu nuevo hogar —suelta Noah con una sonrisa torcida.

Tú, mi enemigo, mi amor, mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora