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La puerta de mi casa se abre, por ella entra el doctor y dos enfermeros con una camilla, mi respiración se acelera, mientras intento safarme de papá.

—¡No lo hagas, yo estoy bien! —gritó una y otra vez.

Mamá no me hace caso alguno, ella tan sólo habla con el doctor. Trato de safarme de papá nuevamente, sólo que no lo logro.

Veo que los enfermeros sacan una jeringa y se acercan a mi, cierro los ojos rindiéndome, pero no puedo hacerlo.

—¡No! ¡Por favor! —doy golpes hasta que logró tirarles la jeringa.

Una pequeña sonrisa se forma en mi rostro, la cual desaparece al verlos recoger la jeringa, no puedo safarme de papá, él me sujeta mientras los doctores me ponen la inyección.

Siento un pequeño pincho en mi brazo, me siento cansado, tengo sueño y no puedo hacer nada para evitarlo.

—¡Te lo mereces! —Flor se acerca a mi y empieza a reír.

Yo sólo la observó, creo que mis ojos se están cerrando y no lo puedo evitar.

—¡Todo estará mejor ahora Daniel!

Carlos se acerca a mi, yo cierro mis ojos y un profundo sueño me invade.

—Daniel estarás bien.

***

Abro mis ojos, logró ver una gran luz encima de mi, eso me hace pensar inmediatamente que estoy en el hospital.

Veo mi brazo y en el tengo una aguja incrustada en mi vena, siento un poco de ardor.

Veo hacia la puerta, la cual se abre y por ella entra el doctor, sosteniendo una tablilla.

—Hola Daniel, ¿Cómo te sientes? —me pregunta el doctor.

Lo miró por algunos segundos, luego desvió mi mirada de él para posarla en la puerta.

—Estoy bien —susurró en voz baja.

Él se acerca a mi y toca mi frente, anota algo en su tablilla para después salir.

Estoy aburrido, quiero regresar a mi casa. Observó todo a mi alrededor, nunca me ha gustado estar en un hospital.

—¡Te lo merecias! —grita Progenito junto a mi.

Volteo a verlo, él se esfuma para luego aparecer frente a la camilla donde me encuentro.

—¿Qué quieres? ¿Estas feliz?, ahora tal vez me lleven al centro de rehabilitación —le digo angustiado.

Algunas lágrimas empiezan a salir de mis ojos resbalando por mis mejillas, justo en ese momento la puerta se abre y Progenito se esfuma.

—Daniel, soy yo mamá, ¿Cómo estas? —mamá entra y se dirige hacia mi.

—Lo siento mamá, no quise lanzarla es sólo que...

Me detengo, ya que observó a Progenito detrás de mamá apunto de tocar su cuello.

—No importa Daniel, tu padre y yo decidimos que iras al centro de rehabilitación infantil.

Mamá me da un abrazo, mientras yo no puedo dejar de llorar, las lágrimas salen de mis ojos sin poder evitarlo.

—Si eso es lo que quieren, esta bien, no pondré pretextos.

Miró a mamá a los ojos, esperando con todo el alma que se arrepienta, pero creo que no lo hará.

—Alguien ha venido a despedirse, trata de ser amable —mamá se dirige a la puerta, para después salir.

No mires bajo tu camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora