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Lloró sin poder evitarlo, veo mis manos y tengo un cuchillo en ellas, no tengo ni la menor idea de donde estoy, ni porque tengo este cuchillo.

—¡Ayuda! —gritó un poco asustado.

Volteo a mis alrededores y nadie parece verme, nadie parece escucharme, no veo a nadie.

—Daniel mira a quien he traído —comenta Progenito, apareciendo frente a mi.

Lo miró con confusión en el rostro, veo una cuerda en sus manos, la cual estira poco a poco hasta que logro ver a Grace. Ella esta amarrada de la cuerda, llora sin saber que esta pasando.

—¡Daniel! ¿Qué estas haciendo? —me pregunta Grace, mientras sigue llorando.

Tomo el cuchillo del suelo y me dispongo a acercarme a ella. Grace  llora sin parar y yo tan sólo sonrió.

—¡Daniel! ¡No! —Grace grita con voz fuerte.

Levantó el cuchillo, hago señas de silencio y le rebano el cuello, sangre salpica mi cara hasta que su cuerpo cae al piso.

—Muy bien, ahora sigue Diego —menciona Progenito acercándose con Diego.

Diego al mirar el cuerpo de su hermana comienza a llorar. Yo sin pensarlo me acercó a el y repito el mismo procedimiento que hice Grace, rebano su cuello, sangre salpica mi rostro y él cae al suelo sin vida.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro y volteo a ver a Progenito, él tan sólo aplaude. Se acerca a mi y pasa un cuchillo por mi cuello, siento como la sangre sale de mi cuerpo y cae al suelo al igual que yo.

—¡Ya no me sirves para nada Daniel!

Abro mis ojos rápidamente. estoy sudando, sudando demasiado, no puedo ni siquiera limpiar mi sudor.

Esta camisa de fuerza que me pusieron me impide hacer cualquier cosa. Espero con todo el alma que esa pesadilla que he tenido no se vuelva realidad. Yo quiero mucho a Diego y Grace, no pueden morir, ellos son mis amigos.

***

Ha pasado una semana desde que llegue aquí, cada día que he pasado aquí me siento débil, creo que estoy perdiendo las ganas de vivir, no quiero estar aquí un minuto más.

En esta semana que ha pasado, nadie ha venido a visitarme, tal vez ya rehicieron su vida sin mi, tal vez todos se han olvidado de mi.

—¿Sabias que mi nombre se llama Adam? —Adam no para de decir eso, desde que llegue aquí.

Él y Nadia son mis únicos amigos en este lugar. Nadia me ha contado que ella estudia en mi escuela, mejor dicho estudiaba hasta que tuvo un colapso nervioso, así fue como llegó aquí.

Miró a Adam y sonrió, él no se preocupa por nada, tan solo vive su vida como le toco vivirla sin poner ningún pero.

La puerta de mi habitación se abre, por ella entra Nadia, quien rápido nos saluda.

—¡Chicos hoy es día de visitas! ¿Quién vendrá con ustedes? —pregunta Nadia sonriente.

Adam se dispone a hablar, pero primero tiene que saber que le estamos poniendo atención, después de tocarnos se dispone a hablar.

—Nadie me ha venido a visitar desde que llegue aquí, nunca salgo el día de visitas —añade él un poco triste.

Veo que camina hasta su cama, se recuesta y se tapa por completo con una sabana.

—Creo que tampoco nadie me vendrá a visitar, mis papás de seguro me han olvidado —susurró en voz baja.

Nadia se acerca a mi y me da un abrazo, creo que si me hacia un poco de falta.

—No digas eso, nuestros papás nunca nos olvidarán, vamos.

Ella me toma del brazo y comienza a jalarm fuera de la habitación, después hasta la gran habitación de visitas.

Nadia corre y abraza a dos personas, puedo imaginar rápidamente que son sus padres, veo toda la habitación hasta que logro ver a mis padres sentados en una de las tantas bancas.

—¡Daniel! —me gritan ellos desde el otro lado de la habitación.

Fijo mi mirada en mis padres, también puedo darme cuenta que esta la abuela con ellos. Me acerco lentamente hasta la banca en donde ellos se encuentran.

—¡Daniel! ¿Estas bien?

La abuela me da un abrazó, miró a mamá ella llora abrazando a papá. Yo sólo estoy enfadado con ellos, yo no quería estar aquí y ellos me dejaron, no pienso hacerles caso.

—Estoy bien abuela, esto me ha ayudado bastante —miento, no estoy bien y claro que este lugar no me ayuda en nada, no estoy loco y nunca lo estuve.

—Tus hermanos te extrañan, ellos realmente quieren que regreses a casa —dice papá dándome un abrazo.

Mamá se acerca a mi en pasos lentos, ella me abraza fuertemente y acerca su boca a mi oído.

—Espero que puedas perdonarme por haberte metido en este horrible lugar.

La miró sin responder, no puedo arruinar este momento, tal vez ellos vayan y digan que estoy bien.

—Bueno hijo eso es todo, en una semana saldrás, nos vemos hasta la otra semana.

La abuela me da otro abrazó, después los tres se alejan por una puerta dejándome solo de nuevo. Volteo a alrededor de la habitación, las personas empiezan a irse dejando tan sólo a los niños.

Nadia rápido se acerca a mi, juntos nos vamos al pabellón de habitaciones. Este lugar parece una prisión, una prisión sin posibilidad de salir.

—Duerme bien, nos vemos mañana —le digo a Nadia, dándole un abrazo.

Caminó hasta mi habitación, rápido me doy cuenta que Adam ya se encuentra dormido. Sin hacer ruido alguno, me siento en la orilla de la cama, veo como Adam duerme, a él no le preocupa que nadie venga a visitarlo, él es feliz así.

Casi salto del susto al ver a Progenito aparecer en la puerta, él camina hasta mi y toma asiento junto a mi.

—Piensalo, puedes darme tu alma.

Volteo y lo miró, rápido niego con la cabeza, no puedo darle mi alma, simplemente no puedo.

—No insistas, no te daré mi alma —le digo un poco angustiado.

Él me lanza a la cama, coloca sus manos en mi cuello y comienza a hacer presión, me esta estrangulando. Siento como me comienza a faltar el aire, no puedo respirar, necesito ayuda.

—¡Dejalo!

Alguien toma a Progenito y lo lanza al piso. Puedo recuperar mi respiración y al fin puedo ver quien me ha ayudado.

—¿Adam? ¡Corre! —trato de gritar, pero Progenito me lanza al piso.

—¡Te ayudaré! ¿Cómo se llama su nombre? —pregunta Adam confundido.

—No puedes saberlo, ¡Corre! —le gritó asustado.

Adam trata de correr a la puerta, pero Progenito apareció frente a ella. Toma a Adam del cuello y empieza a estrangularlo, trato de ayudarlo pero no puedo.

Mis manos traspasan el cuerpo de Progenito cada vez que intento tocarlo.

—¡Sueltalo! ¡Lo estas matando!

No puedo dejar que Progenito mate a Adam, él no puede matarlo, tengo que hacer algo.

—¡Si me ve, no vive para contarlo!

No mires bajo tu camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora