El viaje con Adri

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-El día anterior a irnos, Adri se llevó mi maleta en su coche para que no tuviera que ir a casa cuando saliera del instituto. Le dí mi mochila a Lucía y salí corriendo hacia el coche de Adri.

-¡Hola! Le cogí por la barbilla y le dí un beso en los labios.

Él sonrió con una amplia y a la vez tímida sonrisa, se hizo el duro y me dijo:

-¿A qué viene esta calurosa bienvenida?

-No lo se, bueno supongo que me apetecía.

Me senté agilmente sobre sus rodillas y le volví a besar, fue un beso bonito, lento, si, fue muy lento, pero a la vez se me hizo eterno, supongo que amaba esa situación y no quería que el tiempo pasara. Me eche hacia atrás de nuevo, me puse el cinturón, sonreí y le dije:

-Bueno ¿vas a arrancar algún día o me voy a casa tío?

Él volvió a sonreír de aquella forma que tanto me gustaba y arrancó el coche.

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Durante el viaje no hablamos mucho, me dediqué a mirarlo todo el rato, era guapo, probablemente el chico más guapo que había visto en tiempo, era alto y corpulento, moreno, de ojos castaños y también moreno de piel, tenía los dientes blancos, los más blancos que jamás había visto, se le notaba el hueso del mentón y a mi eso me encantaba, pensándolo mejor, era todo lo contrario a Caleb.

-Caleb. Dije susurrando

-¿Qué has dicho?

-No nada, tranquilo.

Seguí mirándolo, me fijé en sus lunares, en su mirada concentrada en la carretera, en como se movían sus fosas nasales cuando respiraba, me fijé en todo, y me encantaba, no pude evitarme morderme los labios.

-¿Vas a dejar de mirarme algún día?¿Tengo algo en la cara? Me vas a desgastar chica.

-Mira que eres idiota. Dije entre risas suaves.

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Al cabo de un par de horas llegamos a la pequeña cabaña, era pequeña y entrañable, me encantaba.

-Bueno, bienvenida a mi pequeño oasis de paz y tranquilidad, vengo aquí la mayoría de los fines de semana. ¿Te gusta?, Ah si, solo hay una habitación, yo dormiré en el sofá para que estés más cómoda.

Hacía frío.

-No no, ¡de eso nada! Quiero decir, hace frío y es muy incomodo, además a mi no me molestas.

De nuevo esa sonrisa amplia, me hacía enloquecer de forma extrema, quería decirle que parara porque por un lado cada vez que lo hacía sentía un gran cosquilleo en mi estómago y por otra me enamoraba cada vez más.

-¡EL ÚLTIMO QUE LLEGUE HACE LA CENA!

Salí corriendo, iba la primera y notaba sus manos en mi cadera haciéndome cosquillas, aún así llegue la primera y me tiré sobre la cama, él se tiró también y nos besamos suavemente, se me escapó una sonrisa entre medias. Entonces dije:

-Hoy cocinas tú.


El ángel negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora