Capítulo 5

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MEGAN

Bajo las escaleras, agarrada a la barandilla, concentrándome en pisar bien los escalones. Sawyer se ha pasado gran parte de la tarde fuera de casa o hablando por teléfono. Odio las sorpresas y me muero de ganas por saber qué pretende hacer. Cuando termino de bajar las escaleras me lo encuentro apoyado en la puerta con una rosa entre los dedos y sonriéndome de forma socarrona, que hace que me acuerde del Sawyer atrevido que me sacaba de mis casillas.

—Preciosa —murmura y camina hacia mí—, como siempre.

Sonrío y acepto la flor que me tiende, comentando que su belleza no es ni la mitad que la mía. Sé el esfuerzo que está haciendo al darme esta oportunidad y sé lo mucho que le han dolido mis palabras.

Todo eso cambiará a partir de ahora.

—Gracias.

—¿No dices nada de mí? —Me pregunta dando un giro sobre sus talones y me guiña un ojo—. Irresistible, ¿eh?

—No sé yo... —bromeo—. Odio esta camisa —murmuro mirándole fijamente a los ojos mientras deslizo una mano por su pecho.

Sawyer respira profundamente ante mi contacto y agarra rápidamente mi mano para separarla de su cuerpo y besar el dorso.

—En las veladas románticas no puede andar con ese descaro, señorita. No en las nuestras.

—¿Por qué? —susurro.

Él sonríe, sonríe como lo hacía antiguamente cuando se le ocurría la respuesta perfecta ante un comentario mío.

—Porque su descaro me incita demasiado —susurra en mi oído.

Doy un pequeño brinco cuando siento una de sus manos en mi trasero.

—Creo que es hora de que nos vayamos —comenta tras aclararse la garganta y se separa de mí, tirándose de las mangas de la chaqueta de su traje. Asiento y cojo mi bolso.

Acepto la mano que me tiende y salimos de casa. Sawyer me pregunta su me sería cómodo andar por la arena con los zapatos de tacón que me he puesto y le contesto que no.

—Siento decepcionarte, pero no vamos a ir a ningún restaurante, Meg —dice abriéndome la puerta del coche.

—¿Vas a decirme dónde vamos?

Niega con la cabeza y arranca el coche. Mientras conduce le miro de reojo y sonrío cuando el viento hace que un mechón dorado de su cabello caiga sobre su frente. Una de sus manos abandona el volante y se posa en mi muslo, subiendo ligeramente el bajo de mi vestido. Mi cuerpo se tensa al instante y veo cómo se dibuja una sonrisa llena de socarronería en sus labios.

—Lo siento, me he equivocado —murmura llevando su mano rebelde a la palanca de cambios para cambiar de marcha.

De repente gira y comienza a conducir por la arena, todavía dentro de su propiedad.

Me muerdo el labio y pienso en una pequeña venganza. Si él enciende una mecha en mi interior, yo enciendo dos.

Cuando deja de agarrar la palanca de cambios, apoyo la mano ahí y comienzo a acariciarla, mirando al frente, como si fuera lo más normal del mundo. Noto que él se remueve en su asiento y le miro por el rabillo del ojo con una sonrisa. Él no deja de mirar mi mano una y otra vez y parece algo agobiado.

—Nena —me llama con voz ronca—, si esto es un juego, tienes todas las de perder.

Arqueo las cejas y le miro sorprendida.

Tres NO Son Multitud © [UME #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora