Capítulo 7: Miércoles.

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—Saldré, tengo hambre y aquí no hay más que comida para microondas. —Informé a mamá.

— ¿A dónde irás? —Me preguntó mamá— Cerca de casa solamente hay un puesto de comidas rápidas y hasta donde tengo claro, tú detestas la comida de ese tipo.

—Yo no detesto ningún tipo de comida, lo que venden allá no se puede considerar comida, así que no cuenta. —Hice una pausa— Además iré al supermercado, no está tan lejos. No me hará daño caminar un poco.

—Si tú lo dices... —Concluyó.

—Sí, yo lo digo —Afirmé— Así que, adiós.

Seguido de decir esto, tome dinero del bolso de mamá y salí de casa.

Pero no contaba que estábamos en verano, uno de los veranos con más calor de la historia de la humanidad. Bueno, quizás exagero pero aún no creo llegar sólida al supermercado si el sol sigue así.

¿Y si pagó un taxi?

"No eres rica como para costearte un lujo de esos, además, caminar un poco no le hace daño a nadie, dijiste. ¿Me equivoco?"

Pues no, conciencia. No te equivocas. Pero muy fácil es decir cuando no serás tú la que caminaras.

"Touché Laura, Touché"

Pensándolo bien, debería de pedir un auto o resignarme a quedarme siempre en casa. Aunque, ¿necesariamente tiene que ser un supermercado? Podría realizarlo en el puesto que venden los intentos de comida.

***

Y aquí, me encontraba yo. Literalmente liquida, derretida en frente de la puerta eléctrica del supermercado que se abría y cerraba al sentir mi presencia. Las personas que pasaban por mi lado me veían mal, como si fuera una indigente. Es más, un hombre que paso por aquí le di tanta lástima que me dejo una moneda, como si con una sola moneda pudiera comer o algo por el estilo, a duras penas compraría una goma de mascar.

En cuanto mi cuerpo se recuperó del todo, me levanté por fin del suelo y entre al supermercado. Iba a decir lo que había leído en mi lista, pero me arrepentí, la presión social por parte de algunas ancianas que habían ahí me desanimo un poco, podía oírlas hacer comentarios como: "La generaciones de hoy en día de mal en peor", "Deberíamos de llamar a un padre para que ayude a esta chica, con ese demonio que tiene... Me da lástima", "Para mí que no es un demonio, ha de estar en las drogas, qué lastima".

Y muchas otras cosas, que decidí ignorar ya que estaba empezando a creerles, aun así no vine hasta acá para ser criticada por un par de ancianas; no obstante, si me van a decir loca, drogadicta o endemoniada que por lo menos tengan razones válidas.

Me acerque al chico que atendía la caja, quien al verme al frente de él me miro con todo el fastidio posible, malhumorado. Ni que oliera mal, aunque no me sorprendería oler mal con todo lo que he sudado... Volviendo al supermercado.

—Disculpa. —Intenté llamar su atención, mas no la conseguí. — ¿Me podrías ayudar?

— ¿Qué quiere? —Contestó siendo la persona más cortante que en mi corta vida llegue a conocer.

—Que mal humor, por Dios... —Susurré para mí, o eso espero— Podrías decirme ¿Qué año es?

Frunció el ceño, quizás esta no fue una gran idea. Sé que debe de estar pensando que porque no lo reviso en mi móvil y dejo de estarlo fastidiando, aun así espero con toda la fe que existe en mí, que se digné a responder.

— ¿2016? -Preguntó confundido — ¿Qué no es obvio?

Aquí va mi gran momento, tú puedes.

— ¡FUNCIONÓ! —Grité lo más desafinado que mi voz pudo.

Iba a voltearme para salir corriendo, pero choque contra uno de los estantes donde habían millones de revistas, haciendo así que todas estas cayeran. Levanté la mirada y recorrí todo el supermercado, todos me miraban mal.

Nota mental: Nunca, bajo ninguna circunstancia volver a este supermercado. NUNCA.

Intenté enderezar el estante y sin importar cómo quedará puse algunas revistas para después salir corriendo, sintiendo mi piel arder por la vergüenza.

Escritora anónimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora