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Era por eso, estaba claro.

No le gustaban los finales felices,
ni comer perdices,
ni los cuentos de hadas,
ni los musicales en los que cantas
te quiero todo el raro.

Odiaba las parejas felices,
las que se besaban en el parque,
las que se susurraban al oído,
las que se prometían el mundo.

Evitaba que le digeran cosas bonitas,
que intentaran enamorarse
con cosas parecidas
al romance.

Detestaba las flores rojas de San Valentín,
los bombones,
los ositos de peluche,
las cartas.

                                     No creía en el amor.

VérsameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora