Capítulo 20

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A nuestra salud


Estábamos de camino al apartamento de Leandro, quien iba en la parte de atrás del auto cuidando de la pequeñita Isa. Ella iba tan dormida que no sabía lo que estaba sucediendo. «Quisiera estar como ella en estos momentos», pensé para mis adentros. Mi vocecita interior como de costumbre me señalaba con su dedo índice; era como si me juzgará por la decisión que había tomado, pero muy, muy en el fondo quería hacerlo. La radio estaba encendida desde que había abarcado el auto frente a la fraternidad. La vista la llevaba penetrada sobre Isa; no quería que sufriera un golpe o peor aún, una caída, a causa de lo rápido que estaba conduciendo la señora Briands.

Todo estaba tan oscuro en las calles que solo se veían algunas casas con las luces encendidas y los faroles que alumbran en las calles. El semáforo que se alcanzaba a ver desde dos calles antes de alcanzarlo estaba en verde. Sentí que el auto se movía con más velocidad. Estando a menos de un metro para pasar dicho semáforo, este cambió de verde a rojo, dando la indicación que era hora de detenernos, pero la velocidad con que estábamos avanzando no nos permitió frenar completamente y un auto que venía en dirección contraria a nosotras nos chocó, golpeando la parte de atrás del auto, haciendo que este girara un par de metros a la izquierda. Mis buenos reflejos me hicieron atrapar entre mis brazos rápidamente a la chiquita, que al sentir el golpe se despertó de inmediato con un grito. La apretaba fuerte, con mis brazos y mi pecho, buscando su protección.

Cuando se detuvo el auto, agradecí al cielo que nada grave nos había pasado. La señora Briands se bajó rápidamente del auto a revisar que estuviéramos en perfectas condiciones. Isa inmediatamente tocar tierra, corrió a brazos de su madre, y era obvio que nadie mejor que una mamá para brindar cuidado y protección. «Cuánto quisiera que esa misma protección me la hubiese dado mi madre a mí», pensé al ver esa dulce imagen: Isa siendo cargada por su madre, y ella atrapándola, y quitando las lágrimas que estaba expulsando del susto que había pasado con el choque.

Isa estaba de nuevo sobre mis brazos, mientras que su madre revisaba el daño del auto. Los nervios me estaban consumiendo por dentro, mis piernas estaban por desvanecerse. Decidí colocar a la pequeña en el suelo y buscar un lugar donde acomodarnos mientras llegaba ayuda para que se llevaran el auto.

—Beth... —dijo al sentarnos en el jardín de una casa, que no poseía ningún tipo de protección o rejas que impidieran la entrada de personas.

—¿Sí, pequeña? —la miré con dulzura. Luego de lo sucedido no quería transmitirle más miedo del que ella ya tenía.

—Beth... ¿Dónde estamos? —inquirió asustada— Recuerdo que estaba en mi habitación dormida ¿Por qué estamos aquí?

«Para tener tan solo 5 años es muy inteligente», pensé.

—Tranquila, Isa —traté de explicarle—. Estábamos de camino a casa de Leandro; tu mami tenía una reunión muy importante y no podía faltar y me pidió que por favor te cuidara esta noche.

—¿Vamos a casa de tío Leandro?

Leandro conocía a Isa desde su segundo día de nacida, así que debía ser por eso que Isa lo llame tío.

—Así es chiquita —acaricié su mejilla con mis nudillos.

Mis pensamientos volvieron al presente, a lo que estaba sucediendo.. No había notado el momento en que las luces de las patrullas estaban rebotando por todo el lugar, haciendo que mis ojos se agobiaran.

—Ya hemos llamado un taxi para que nos lleve a casa de Leandro —dijo la madre de Isa.

—¿Está todo bien? —la cuestioné de inmediato.

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