Capítulo 30

88 17 11
                                    

Fue una locura


La idea no me había gustado para nada, era como engañarme a mí misma. Bajé del taxi que habíamos tomado a las afueras del hospital y nos encaminamos al apartamento que mis padres habían alquilado para estar aquí en París. No tenía otra opción, solo acepté porque era lo mejor para mi hija. Tengo hasta ahora dieciocho años y no tengo idea de cómo cuidar de ella, no sabía preparar un biberón, no sabía cómo bañarla, no sé cómo limpiarla. Todo eso era nuevo para mí.

Mis padres tuvieron preparada una habitación para nosotras dos, era como si ya supieran que iba aceptar ir allí, con pasos lentos me terminé de acomodar en una mecedora que estaba junto a la ventana; corrí las cortinas y la vista era hermosa desde ese lugar.

El llanto de la pequeña me recopiló de nuevo a la realidad, le pedí a mi madre que la trajera de nuevo hasta mí, debía tener ya hambre. Le di de amamantar de mi pecho y poco a poco fue quedando de nuevo en un sueño, han pasado dos días desde que nació y no había abierto sus ojos. Mi madre dijo que era normal, no se ha acostumbrado a estar afuera del vientre. Creo que nadie lo hace, la vida no es mejor que estar allí adentro donde los problemas no te rodean y amargan tu vida.

Marian, Aaron, Ibu y Julieta no se separaron de nosotras desde que estaba guardando las cosas en el hospital hasta llegar al apartamento de mis padres. Claro y no pararon de decir que esto fue una mala decisión, que por Internet sabríamos como cuidarla y hacer todo lo que ella necesitaba y que no era necesario estar aquí con la bruja de mi madre. Es claro que por Internet no iba aprender a cuidarla, no me arriesgue a hacerlo de esa manera y por eso acepté de nuevo ir con ellos, además era como por un par de días. Me intenté convencer que Leandro regresaría a salvarme de esa pesadilla en la que estuve entrando; esperé por más de quince días pero no había regresado. Mi madre no esperó la más mínima oportunidad para rogarme que nos regresáramos a los Estados Unidos, pero... no quiero aceptar estar cruda realidad donde Leandro me había conducido, en ese momento no sabía cómo sobrevivir sin su compañía, no quería dejar de sentir sus labios sobre los míos, sus brazos rodeándome como una muralla que no permitía que alguien nos separara o quisiera hacer daño, pero en este momento nuestra muralla caía al suelo de la misma manera en que el muro de Berlín dejó de existir y claro ahora estoy sola. Marian y Aaron regresaron a casa a los dos días de haber nacido la pequeña, Julieta e Ibu estuvieron muy ocupados con los exámenes finales de la universidad y los entendí, yo los tuve que presentar por vía Internet, pero supe que no me había ido tan bien. El anciano decrepito fue un par de días a visitarnos, no tenia de otra que aceptar lo que traía y escuchar todas las tonterías que decía.

A los dos meses estuvimos abordando el avión de regreso a los Estados Unidos. Si, al final acepté la propuesta de mi madre. Zoé había sido bautizada en París, Julieta e Ibu fueron los padrinos de bautizo, Zoé fue registrada con mis apellidos, aunque le escribí muchas veces por Facebook que se presentara a la registradora, nunca leyó mis mensajes. No veía una razón porque debía estar allí donde el amor de mi vida me había dejado sin explicación alguna, mis estudios los dejé porque Zoé me necesitaba más en ese momento. Cuando llegamos a casa todo estaba como lo recuerdo; sus mismos colores, los mismos muebles, la misma alfombra de las escaleras, todo era lo mismo. Aaron y Marian me recibieron a escondidas en mi habitación, los dos escalaron por las ventanas y el tejado, Marian sabía que mi ventana no tenía pasador y por eso lograron entrar. Me llevé un susto al verlos sentados en mi cama. Sin duda alguna fue una muy buena bienvenida, estar de nuevo en esta pequeña prisión no iba a ser nada bueno.

A los siete meses estaba frente a un abogado firmando el acta de matrimonio con el anciano que por cierto se llama Federico, por qué acepte, a esa pregunta nunca tuve una respuesta clara, supongo que solo lo hice porque detendría a la intensa de mi madre, Zoé tendría un padre, y yo... no sería una madre soltera... Esas fueron las únicas excusas que logré encontrar para intentarme auto engañar. 

Contra CorrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora