Capítulo X

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Sandokan
¿Qué iba a hacer con esta señorita a mi cargo? 
No es lugar para ella, no puede quedarse más tiempo.
Pero si su padre no está dispuesto a negociar su hija ¿Qué voy a hacer?
No eran estos los planes, secuestraría a la dama, y reclamaría la renuncia del dichoso rey a cambio de la vida de su hija. ¿Tan poco le importa ella? Pobre Mary.

—Jefe, ¿En qué piensa? ¿La va a matar o la va a devolver? —pregunta uno de la manada—. Deberíamos matarla, si la devolvemos no tiene otra cosa con qué estorsionarlo. Si no lo hace por su hija, ¿Por qué lo hará?-
- Dejame pensar, sabes que siempre algo se me ocurre. ¿Por qué no te fijas qué está haciendo ? - respondí, me molesta que me presionen, y mucho más que me recomienden matar.
Así que, Alexander cree que voy a ceder.
No lo voy a hacer. Puedo tenerla toda la vida, incluso creó que me gustaría conservarla. Mirarla, esos ojos verdes inocentes, llenos de dulzura, ¿Cómo no apreciarla?
Es la flor más bella que haya visto en este bosque.
Su olor, su piel de bebé, su pelo largo y brilloso, esos labios se ven demasiado tiernos, su torpeza, todo en ella me gustaba cada día un poco más.
Como si no me diera cuenta de su mirada sobre mí, no deja de buscar mis ojos de entre los árboles, no deja de sonrojase ante mi presencia, siento sus nervios, su aumento de pulsaciones, el calor en sus mejillas, sus pensamientos, miradas, toda, la siento toda y la quiero sentir entera.
Me desvíe del tema, más que a su hija, a Alexander le importa su dignidad. ¿Podría soportar que su propia hija humana lo humille ? Eso era, ella tiene que ser una más de nosotros.
A ver que tan terca es.
-
Estaba oscureciendo en el bosque, caería helada.
La manada descansaba y se refugiaba del frío, mientras su líder tan solitario como siempre rondaba los caminos, en silencio, pensativo.
Iría a verla, a tratar de conocernos 
-
Mary
Olvidaron cerrar con llave la cabaña, así que aproveché para salir a tomar aire. Me quedé apoyada en un árbol mirando el crepúsculo, franjas color rosa y anaranjado pintaban el cielo apagado, las nubes se volcaban en lo alto quietas como en un cuadro, los grillos cantaban y hacía frío, mucho frío, pero no tenía abrigo.
Llamó mi atención una hermosa flor pequeña color violeta, cuando el de ojos de luna apareció de repente de entre los arbustos y se plantó frente a mí, era demasiado alto.
No pude evitar ponerme nerviosa, se suponía que estuviese encerrada dentro de la cabaña.

—Princesa... —parecía agotado mientras apoyaba su mano en el árbol, al lado de mi cara—, estás helada.
—Soy... soy Mary ¿Entiendes? Espera, ¿Cómo sabes que tengo frío? —no podía evitar tartamudear, es su culpa si me mira así y se acerca tanto, pero no salí de mi asombro al nombrar mi temperatura corporal, si no me a tocado.
—Puedo sentirlo, estas tensa, y tiemblas. ¿o es que te intimido?
—¡No! —dije como un grito desesperado.

Me di cuenta que se quedó mirándome la boca, me incomodó y me humedecí los labios.

—Entremos, no quiero que mi huésped se enferme.

De un brazo me arrastró dentro de la cabaña, colocó leña a la chimenea y la encendió.
Mientras acomodaba la leña y la movía con el atizador me senté al sillón a mirarlo, me había dado cuenta lo diferente que era al resto. No caminaba, se deslizaba con gracia, dócil, nunca lo había visto encorvado, siempre derecho, hablaba con propiedad y modulaba cada palabra a su perfección, y sólo una pocas veces levantaba el tono de voz. Tenía más modales que yo, eso que me educaron estrictamente toda mi vida.
Que guapo, viejo, pero guapo. Parecía muy saludable, no tenía heridas, ni tics, ni tatuajes (que yo sepa) ni nada, pero se vestía de colores muy oscuros, que amargado.

—Deja de mirarme —dijo desconcentrandome de cualquier pensamiento.
—No lo hacía —mentía, y el sabía muy bien que lo hacía.

Se levantó de al lado de la chimenea y se sentó en el sillón a mi lado, cubriéndome con una manta. Gracias, le dije en voz baja.

—¿Realmente crees que soy malo? —preguntó sin quitarme la mirada, parecía preocupado por la respuesta.
—Sinceramente no, se que lo que haces lo haces por tu manada, tus padres, tu raza. Yo haría lo mismo, y eres muy valiente al dar la cara por todos ellos —quería aliviarlo, así que fui sincera.
—¿Qué sabes de mis padres? —preguntó. No debí nombrarlos, sé que era tema sensible.
—Amm... no mucho, digo, un amigo me contó un poco... algo así como que tus padres también eran protestantes, que luchaban por la misma causa. 
—Sí, ellos eran líderes de la rebelión, históricamente conocidos y socialmente admirados. Los asesinaron, a los dos —sus ojos se volvieron tristes, y sentí un nudo en la garganta.
—Lo siento tanto Sandokan —dije con pena al verlo así, apoyando inconscientemente mi mano sobre la suya.
Estaba muy fría, quité enseguida mi mano. 
—¿No me vas a preguntar si yo creó que eres mala? —dijo divertido.
—¿Yo mala? Yo no soy mala. Soy un angelito.
—Que bello ángel. 
Continuó un silencio incómodo, para mí, el nunca parecía estar incómodo, y me concentre en las cenizas y chispas del fuego ardiente.
—Mírame ángel —continuó. Lo miré.
A continuación acercó su mano a mí, dibujando y contorneando mis labios con la yema de sus dedos índice y corazón. Acto seguido se olvidó de todo y se concentró en mi cara, en cada rasgo, en mi nariz, mis pestañas, mis manzanas, su mirada parecía de admiración y ternura. Parecía apreciar una escultura.
Nuestras miradas chocaron, sabía que pasaría a continuación, pero no podía mover los músculos de mi cuerpo para evitarlo, quería saber, probar.
Pedía permiso con la mirada, acercándose más, agachándose a mi boca. Me besaría. Mi pánico entró cuando sentí su respiración ya en mi cara, sentí su calor.
Descansó sus dulces labios en los míos, como si fueran de cristal.
Me dio un tierno y corto beso, sin aplicar casi fuerza o presión, fue delicado y respetuoso, tomando mi cara entre sus manos.
Fue perfecto, justo como había estado imaginándolo. Mi corazón iba a trote, mi cara me ardía y mis emociones ya estaban volando por los cielos. 

—Eres libre, te dejó ir. Pero quiero que sepas que cada noche y cada día estarás en mi cabeza. No voy a dejar de pensarte, porque me encanta hacerlo. Librame ángel, con este beso sellaste mi condena —me dijo antes de besar mi frente y desaparecer fuera de la cabaña. Dejándome.

 Dejándome

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Ojos De Luna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora