Capítulo XI

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Llegó el otoño. El bosque pintaba hermosos colores amarillentos a lo largo del horizonte, acompañado de un frío notable.
  Que triste era esta estación por dentro de mi cuarto.
  Hacía un par de semanas ya desde que había vuelto al castillo, sin poder despedirme de nadie, ni de él. El que me mantuvo en vela cada noche, tratando te devolver ese dulce recuerdo lo más real posible.
Cuantos más días pasaban, más me costaba recordar su olor, su tacto.
  En cuanto me reencontré con mi padre automáticamente se mostró preocupado, me abrazo fuerte y dijo:

—¿Pero qué es ese olor que tienes?
—También me alegra verte papá —contesté.
—Preparen un baño, con ropa limpia y decente - les ordenó a unas sirvientas mirándome con desdén, casi con asco pareciera.
  Que decepción me llevé esa mañana, no quería dejar el bosque, a Sandokan, y para colmo las frías actitudes de mi padre. ¿Realmente se preocupó?
  No me dejó volver a la colonia, sólo permanecí en mi habitación, mirando en mi balcón lo que antes era mi hospedaje y mi libertad de cierta forma, el bosque.
  Louis, mi médico, ya no me parecía tan interesante, después de probar a un hombre como yeux lune, Louis no le llega ni a los talones. ¿Pero qué le vi a este flacucho cara de nada?

  Llamaron a mi puerta, interrumpiendo mis pensamientos.
Era mi vieja nana, la cual no le había contado nada de lo sucedido. Está vez era yo la que tenía anécdotas de lobos, pero me guardaría mis secretos para mí.

—¿Por dónde anda esa cabecita tuya, Mer? —dijo sentándose a mi lado y acariciando mi cabello. Traía un vestido consigo.
—Por ningún lado, ¿Qué traes ahí?
—Te traje el vestido para esta noche, habrá una fiesta en el castillo, con mucha gente, con hombres! —me lanzó desesperada la última frase.
—¿Hombres? ¿Y yo para que quiero hombres? —me amenazó con la mirada —Detesto estas estúpidas fiestas aburridas, ni siquiera puedo tomar más de una copa. La música es aburridísima, y las viejas no me dejan en paz. No voy.
—Si vas, tu padre estará acompañado de una mujer —cuán grande fue mi asombro al escuchar mujer.
—¡¿Una mujer?! ¿Pero qué tiene mi padre en la cabeza? ¿Quién es?
—¿Te puedes calmar?, conoció a una bella señora, algo seria pero bella. Se vieron ya una cuantas veces. Si las cosas siguen su rumbo podría ser tu madrastra. Sé amable —amenazó.
Puse los ojos en blanco y me trague los celos. Siempre fui la niña de papá, y ahora me viene con una mujer, no me contó nada.
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  Eran las 7 pm, terminaban de maquillarme mientras averiguaba en mi móvil más acerca de esta mujer. Buscaba en las revistas de chusmerios y en los periódicos. Se ven algunas de sus fotos, tomadas por reporteros entrometidos, paseando por el parque del castillo, cabalgando, riendo. Con razón no llegaba rescate alguno para mí, Alex estaba muy ocupado coqueteando con esta tal Elissa.
Es alta y morena, de piernas fuertes, muy coqueta y bien vestida, de pelo largo hasta la cintura muy liso y oscuro, de ojos color café.
  Por lo menos papá parecía reírse en las fotos, conmigo no se reía así.
Mientras sea feliz, se merece una mujer que lo ame. 
  Decidí no ser tan egoísta, conocería a Elisse y dejaría los celos para otra ocasión.
  Estaba lista para bajar. Traía puesto un vestido negro de encaje, largo hasta el suelo con una pierna abierta. Pelo recogido y maquillaje oscuro.
  Bajé las grandes escaleras al salón principal, había demasiada gente, vestida de su ropa más cara y elegante. Todas las miradas se posaron en mí, seguidas de su reverencia.
  Había un gran candelabro araña colgando del techo. Una orquesta a un lado con una pista en medio del salón. Varios mozos ofrecían copas de champagne y bocados con pinta asquerosa. 
Luego de que varios me saludarán busque a Emmer y me dirigí a que me salvé la noche.

—Quiero dormir Emmer —me quejé, siempre me quejaba con él.
—Shh, aquí entra tu padre.

  Comenzó la música, las puertas pesadas y altas se abrieron de par en par. Entraba mi padre, del brazo de Elisse. Todos reverenciaron.
  Venían hacía mí cuando me atragantaba con un camarón.

—Mary —dijo mi padre—, traga eso y saluda a Elisse. 
—¡Hola, Mary! Pero que bonita hija que tienes Alex, la tenías aquí guardada —decía pellizcándome los brazos y codeando a Alex. Sólo yo lo llamó Alex.
—Hola —dije en seco, sin quitarle la mirada y con cara de nada.
—Creo que nos llevaríamos muy bien, ¿Qué crees? —no quitaba la sonrisa de su cara. Sí que era linda, y alta.
—Eso espero.

  Se entretuvieron hablando con Emmerson y su esposa así que escapé a caminar por el salón.
—Princesa...—dijo detrás de mí, conocía esa voz. Voltee para encontrármelo, Sandokan, ¿Qué hacía aquí? Vestía un traje negro carísimo, acompañado de una colonia masculina exquisita y el cabello prolijo. Me desmayaría y caería en sus brazos.

—¿Qué haces aquí? ¡Van a matarte!
—No ángel, nadie sabe lo que soy, sólo conocen la forma de lobo blanco, nunca me vieron como hombre —tomó mi mano y besó suavemente mis nudillos— ¿Me harías el honor de bailar esta pieza conmigo? —suspiré encantada.
—¿Sabes bailar?
—Déjame guiarte —Acto seguido me guió al medio de la pista, todos miraban, o al menos los que se encontraban alrededor.

  Cogió mi mano en la suya y me tomó por la cintura acercándome más a él.
Me deslizó por la pista, guiándome. Bailaba mejor que cualquier otro. ¿Cómo es que un lobo sabía bailar vals?
  El mundo se esfumó, todo desapareció menos sus ojos. No dejamos de mirarnos ni por un segundo, mi vista descansaba en él.
  Fue justo en ese momento en el que me enamoré.



Ojos De Luna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora