Cinco meses, cinco largos meses sin saber nada de él.
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―Deja ya de ser tan pensativa, Mary ―dijo mi reciente amiga Jazz― ¿Hasta cuando con esa depresión?―No lo entiendes ―contesté seria, mirando el horizonte.
― ¡Claro que sí! ―gritó codeándome―. Te conté cuando corté con mi novio, ahora me doy cuenta que era un idiota.
―No es lo mismo Jazz, tu novio era un idiota, Sandokan no.
―Como digas, ¿por qué no salimos esta noche? ―Trató inútilmente de animarme.
―No.
...―Sé de un club un tanto bastante turbio, donde van lobos.
―¿Lobos? ―logró animarme. Podría encontrarme con el, o con alguien, lo que sea. Sin fe no hay milagros― ¡Vamos !
―¡Espera! Lo decía en broma, ¿realmente piensas ir ahí?
―Sí.
Hizo una mueca pensativa, para nada convencida.
―Bueno ―aceptó a duras penas.
Eran las 11 pm cuando pasó Jazz a recogerme.
Volví a usar el truco de las almohadas bajo las sábanas.
Estacionó el coche cerca de un callejón, era un lugar horrible.
Mujeres de poca ropa con tacos altos pasaban casi modelando.
Pandillas caminaban en la oscuridad de la calle.
Tenía razón, era una zona bastante turbia.
Bajamos del coche para adentrarnos al club nocturno.
La música estaba demasiado fuerte, casi no se podía respirar con tanta multitud y mujeres vestidas atrevidamente bailaban en caños.
Nos acercamos a la barra y pedimos un trago, absolutamente ninguna cara en ese lugar daba confianza.
La droga y el alcohol corrían como los billetes.
Un hombre sentado a mi lado me miraba descaradamente, parecía tener más alcohol en sus venas que pircings en la cara.―Mary... mejor nos vamos ―gritó Jazz a mi oído por la música tan alta― ¡no me gusta este lugar!
―¿Sabes como te gustará más, linda? ―le dijo un hombre robusto al oído antes de que Jazz lo empujará haciéndolo desaparecer entre la muchedumbre.
―Si quieres vete ―le respondí―, yo me quedaré.
―¿Estas loca? No voy a dejarte en esta porquería.
_
Busqué una cara conocida en cada rincón de lugar.―Hola bonita, ¿se te perdió algo o me buscas a mí? ―me preguntaron detrás mío.
―Eso no te importa ―contesté volteandome, cuando me di cuenta que se trataba de un lobo. Podía diferenciarlos.
Era morocho de ojos negros, pelo despeinado y ropa oscura. Tenía mirada sínica y nunca sacaba la sonrisa maliciosa.―Eres lobo ―dije mirándolo.
―¿Te gustan lo perritos, muñeca? ―reía.
―Sabes, busco a uno en particular, tiene ojos muy claros ―su mirada se volvió seria―, le dicen...
―Yeux Lune ―me interrumpió.
―¡Sí, ese!, ¿lo conoces?
―¿Te parece seguir la conversación en un lugar más tranquilo? ―preguntó aún serio.
―No, no me parece, ¿sabes como puedo ubicarlo?
―Es mi hermano.
_
Jazz se fue del club y yo disparé a una zona vip, con menos ruido y más tranquilidad.
―¿Dijiste que es tu hermano? ―pregunté ansiosa.―Sí ―dijo sin interés―, Sandokan es hijo de otra madre, así que... básicamente mi hermanastro. Siempre lo buscaron chicas guapas como tú.
―¿Cómo te llamas?
―Mm... quieres conocerme ―sonrió acercándose más a mí―, Draco. ¿Y tú, linda?
―Mary ―contesté alejándome lo más posible―, y bien, ¿sabes dónde puedo encontrarlo?
―¿Por qué lo buscas? Lo de "estoy embarazada" no se lo va a creer ―se acercó demasiado, tocándome la rodilla.
―¡Quita! ―grité.
Lo único que logré fue que ronronee de excitación.
Me incorporé de golpe, volteandole la cara de una golpiza.
Gruñó furioso y me estampó contra la pared, pegando su cuerpo al mío.―Deja de buscarlo, zorrita, ¡está muerto! ―me gritó casi con alegría en el rostro.
―¿Muerto? ―me quedé como piedra.
―Sí, hace varios meses ya. Lo mataron. Ahora ¿en qué estábamos? ―dijo antes de repasar mi cuerpo con la mirada.
¿Muerto? Rompí a llorar y correr.
Por eso no había aparecido, a pesar de mi regreso al castillo lo mandó a matar igual.
¿Por qué?
Que injusto es todo, mataron a mi amor, el único amor que cabe en mi pecho.
En ese momento morí junto a él.
Fin.
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Ojos De Luna [COMPLETA]
WerewolfUna historia de amor entre una humana (la heredera del reino de Alexander) y el alfa del bosque, Sandokan. Ellos pelearán por el amor y la libertad, pero el Rey no estará feliz. Él no descansará hasta matarlo y salvar a su hija de las garras de la b...