Capítulo XV

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Había dejado mi empaque en casa de Sandokan, antes de que me llevara con la manada.
En cuanto la jauría me vió no hubo más que silencio. Nadie se creía al alfa con la princesa, y mucho menos que me traía sin arrastre, sin secuestro alguno.

Marco corrió hacía mí.
—¡Mary! —gritó—, yo le dije que te traiga devuelta.
Inmediatamente lo abracé feliz.
—Que gusto verte Marcus, te eché de menos, charlatán. 

Me levantó en el aire y nos abrazamos unos minutos.

—Se te quiere pequeña.
En eso se acerca Miqueas, mejor amigo de ojos de luna.
—Sandokan ¿en qué diablos estabas pensando? —pregunta furioso— menudo lío en el que nos estas metiendo.
—Tranquilizate Miqueas —responde colocándole una mano en el hombro—, es una de nosotros ahora, te guste o no.
—Lo que no me gusta es la sangre que va a correr aquí por caprichos tuyos.
—Nada de caprichos, ya estas empezando a molestarme Miqueas.

Victoria me fulminaba con la mirada a lo lejos.
Sí, los estaba metiendo en un embrollo. Alex no se quedaría de brazos cruzados mientras su hija escapa con una "falla", un salvaje.
Pero lo cierto es que nuestra seguridad está en el bosque, mientras nadie salga.
***
El sol se había escondido ya debajo de los árboles.
Me encontraba con Marco hablando de la hembra que quería, el problema es que, la hembra que quiere es la de menor estatus, la que usan como descarte para apareamiento.
Como beta de la manada no puede mirar tan debajo de la jerarquía, pero así es el amor.
Te golpea en una mejilla luego de besarte la otra.

—Princesa... —dice por detrás Yeux Lune- es hora de volver.
Me incorporo despidiéndome de Marco y encamino el regreso junto con él.
—Sandokan —rompo el silencio. Parecía pensativo—, no quiero complicar las cosas más de lo que ya están.
—No te preocupes de nada ángel, dejame los problemas y soluciones a mí —me regaló una cálida sonrisa suya.
—No puedo, sabes que no puedo cubrirme los ojos y dejarte lo complicado a ti. Todo lo que pueda suceder, será por mí culpa.

Continuó en silencio, no me tenía una respuesta de alivio porque no la había.
Volvimos a la casa y me adentré a darme un baño.
Vestí una blusa holgada y unos pantalones pijama antes de bajar las escaleras y verlo sentado en un sillón, tenía la cabeza gacha y se la sostenía con ambas manos.
De fondo se escuchaba el Cello suite n°1 de Bach.
Me arrodillé frente a él y me miró con ojos cansados.

—Gracias... por haberme sacado de ahí, por todo —dije.
Tomó mi barbilla y sonrió con ternura.
—Por ti, Princesa de todos mis palacios, lo que sea.

No esperé más, tome su cara entre ambas manos y lo besé fuerte.
No sabía bien como hacerlo, para mí suerte me guió en un profundo beso, cada vez más profundo.

—Quiero hacerlo —dije decidida.
—Voy a lastimarte ángel, eres humana.
—Puedo soportarlo, por favor —supliqué.

Suspiró rendido y se quitó la blusa, tirándola a un lado.
Dejó ver unos pectorales marcados, con una espalda y hombros anchos.
Su piel era muy blanca, y no poseía ni tatuajes ni marca alguna.
Comenzó a besar mi cuello. Sentir sus cálidos labios me hacían cosquillas.
Volvió a besarme mientras deslizaba mi blusa hasta quitármela y tirarla también.
No se detuvo, me levantó y bajó mi pijama hasta los tobillos, aún sentado, dejandome en ropa interior.
Deslizó las yemas de sus dedos a lo largo de mis piernas.
Me ardía en las mejillas y entre las piernas, una ola de calor subió por mí columna vertebral haciéndome erizar la piel al sentir su aliento a través de mis braguitas. Mordió suavemente la tela, antes de deslizarla como al pijama hasta mis tobillos.
Terminó por desabrochar mi brassier antes de frenar para mirarme. Observó cada centímetro de mi cuerpo, con sus ojos prendidos en excitación.
Completamente desnuda y el aún con sus vaqueros puestos, era presa de su mirada cautiva, haciendo que me avergüence.
Nunca antes un hombre había visto más que mis hombros o un poco de pierna.
Se dispuso a repasar con sus dedos todo mi cuerpo erizado, tomó suavemente mis pechos entre sus manos y besó entre ellos, bajando por mí vientre hasta mi sexo.
Gemí al sentirlo ahí, besaba con ternura.
Desabrochó sus pantalones antes de arrancárselos con una mano, con la otra me mantenía presa por la cintura.
Completamente desnudo era mucho más intimidante. ¿Se supone que eso entraría en tan pequeño cuerpo como el mío?

—Ven, ángel —dijo invitándome a sentarme sobre su regazo.

Me subí al sillón, arrodillándose entre sus piernas.
Volvió a besarme, tomando mis nalgas con fuerza, preparándome.
Gemí al sentir su miembro en mi entrada, moviéndose lentamente.

—Sujetate —dijo antes de embestirme en seco por completo.

Grité como nunca antes lo había hecho, tomándolo del cabello.
Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras me acomodaba a su tamaño en mi interior.
***
Hicimos el amor.
Mi primer y único amor, el amor de mi vida, me tomó de lleno, hasta que la última gota de sudor resbaló entre nuestros cuerpos desnudos, entrelazados, no sólo física, sino también sentimentalmente.
Me entregue por completo a él.
Podría matarme de placer entre sus piernas, y revivirme de amor entre sus brazos.
Así que de esto se trataba el amor, de unirse para ser uno, de hablar con la mirada y amar con el cuerpo. De eso mismo, de entregarlo todo.

—¿Me quieres? —pregunté jadeante en su pecho.
—No —responde—. Te amo, hasta que la Luna de su último resplandor sobre la tierra, y que esta sea testigo...



 Te amo, hasta que la Luna de su último resplandor sobre la tierra, y que esta sea testigo

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Ojos De Luna [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora