- ¡Buenos días Cata!
- Buenos días familia.
- ¿A donde has ido si puede saberse?
- A correr, os he dejado una nota en la nevera.
- ¿A correr 2 horas y media?
Mi padre me fulmiga con la mirada mientras trato de pensar una excusa ingeniosa.
- Esque a la ida me he encontrado con Raquel y me ha pedido que, ya que era temprano, le acompañara a casa.
- Bueno... Haré como que me lo creo.
Mi madre me había pillado con las manos en la masa. No creo que supiera lo de Bruno, pero sabía que había alguien especial en mi vida.
Esta tarde mis amigas, sorprendentemente, me habían dicho para ir con ellas a una discoteca de menores. Aunque me parecía raro que quisieran ir conmigo, acepté, ya que no iba a tener oportunidad de ir a muchas más fiestas. Aunque en la discoteca no estaba autorizado consumir bebidas alcoholicas, habíamos decidido quedar antes en una plaza al lado de casa de Raquel para beber. Yo ya había bebido un par de veces antes, pero nunca había llegado a enborracharme.
Me termino de preparar y salgo pitando hacia el metro ya que ya eran las 7, la hora a la que habíamos quedado. Al llegar ya estaban las cinco, aún no habían empezado.
- ¡Buenas Cata!
- ¡Hola chicas!
- Me encanta tu cami.
- ¡Gracias, es nueva!
- Bueno, ahora podemos empezar.
La hermana de Carlota nos había hecho las mezclas. Llenamos nuestros vasos y empezó la fiesta. Menos mal que la pequeña plaza en la que estábamos estaba aislada y solitaria y nos pillaba a tres metros de la parada de metro correspondiente. Ya habíamos bebido, reído y hecho el tonto suficiente. Al dar las 8 de la noche nos montamos en el metro , ibamos contentas, ya que nos habíamos controlado un poco para no dar demasiado la nota en el metro. Una por cada dos de nosotras llebaba una petaca escondida para consumir una vez entradas a la discoteca. La cola duró unos 15 minutos. La discoteca a la que íbamos no solía ir la gente de nuestro entorno, así que no teníamos que preocuparnos de que alguien nos viera en estas condiciones para contarselo a medio colegio.
Llegó la hora de entrar. El establecimiento era enorme. En la sala principal había una enorme zona de baile en el centro, a los lados extensos sofás y al fondo se situaba el DJ. Había dos salas más del mismo tamaño con diferentes clases de música. Se avecinaba una buena noche. El hambiente comenzo a calentarse y todos estabamos bailando sin parar. De vez en cuando le daba un trago a la petaca.
La noche continuaba y notaba como mis amigas iban cada vez más bebidas. Me presentaron a algunos chicos, los cuales no tenía muy claro si eran conocidos o simplemente se les habían acercado. Me disponía a dar otro sorbo cuando me percato de qué la petaca ya estaba vacía.
- Tía, ¿ya te la has bebido entera?- pregunté a Yani.
- Que va tía si yo lo que he bebido ha sido de la de Lucía.
En resumen, me la había terminado yo sola. La verdad es que me sentía genial en ese momento. Sabía que beber no era muy bueno pero siempre había querido probar esa sensación. Mis recuerdos de aquella discoteca de madrugada no eran muy claros, pero la imagen que tenía clara es la de a continuación.
Ya eran las 12, hora en la que cerraban, dado que era una discoteca para jóvenes. Nos montamos las seis en el último vagón del metro. Éramos casi las únicas ocupantes de ese metro junto a los otros jóvenes que estában igual. Mis amigas iban vastante borrachas y yo creo que también. Al vivir en un sitio diferente a en el que viven mis amigas tenía dos paradas más.
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Diario de Cata- sexo y otras drogas
Teen FictionCatalina es una chica de 15 años que lo ha pasado muy mal en su vida. Ha tenido una infancia feliz, pero le esta costando superar la adolescencia debido a unos cuantos baches. Cuando estaba convencida de que su vida no podia estar mas hundida, apare...