Capítulo 3

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Dóminic era como un dios para Dione. No conocía a nadie que amara de la forma en que lo hacía él. No había ningún hombre con tantas agallas en el reino como para admitir que prefería un hijo cobarde que uno como el suyo, el mejor caballero que había defendido el reino de Violet. Jack era valiente, fuerte, rápido y astuto. Aquello lo conducía derecho a la guerra y Dóminic no podía vivir con la incertidumbre de si su hijo volvería o debería llorarle por siempre más. El día que le dieron la noticia de que Jack debía marcharse lejos, a defender a su reino y que no volvería en meses, Dóminic se vino abajo y Dione tuvo que agarrarle para que no cayera al suelo. 

-Mi niño se va Dione, él se me va, y yo voy a morir de pena. 

-Dóminic, sabíamos que este día llegaría. 

-No, siempre pensé que me escucharía y aprendería un oficio.

-Sabes que no Dóminic, conoces mejor que nadie a Jack y sabes que a él le gusta lo que hace.

-Pero tu lo quieres, convéncele para que se quede. Casaros.- le dijo su preceptor con el rostro desencajado.

-Cuando vuelva nos vamos a casar, ya verás, te daremos unos nietos preciosos.

Dóminic se puso a sollozar como un niño pequeño y Dione sintió tan profundamente su fragilidad que le fue mas fácil que nunca quererle con la fuerza de un huracán. Él era su maestro, un hombre sabio y bondadoso, incapaz de hacer daño a nadie, que dedicaba su vida al estudio. Era lo único que le agradecería siempre a su padre, haberle dado la oportunidad de aprender de aquel hombre.  Cuando hubo acompañado a Dóminic al encuentro de su mujer para comunicarle la noticia, le dejó en la cocina y después de cerrar le puerta tras ella, se puso a correr como un rayo. Debía encontrar a Jack. Lo buscó por cada rincón, preguntó por él, hasta que lo encontró sentado en un banco de piedra, mirando al suelo.

-Como está el amor de mi vida- le rodeó el cuello con sus brazos

-Tengo miedo de no regresar amiga mía- le miró con la mirada  triste

-Volverás, lo sé.- se le humedecieron los ojos a Dione- Tú que tienes quien te espera debes volver. 

- No temo la muerte sabes? Lo único que me da miedo es no volver a ver a la gente que quiero.- dijo con la voz rota-reza por mí. 

-Sabes que las brujas malas no rezamos, pero que no te quepa duda que haré un sacrificio cada noche por tu protección. - Rieron los dos.

Los dos se abrazaron muy fuerte. Se querían tanto, eran tantas cosas que habían pasado juntos. Ahora lo único que salía era un abrazo de amigo pero Jack había llegado a desearla tanto. Como el primer día que la vio desnuda. Cuando estaban los tres en su escondite: Julien, Dione y él. Jugando a pillar entraron los tres en el agua, Julien empujó a Dione y esta cayó al río mojándose su sencillo vestido blanco. Los dos chicos salieron corriendo y se sentaron en la orilla jadeando cansados de tanto juego. Entonces vieron algo que no olvidarían jamás. La princesa salió del agua con el vestido empapado arrapado a su cuerpo, transparentando sus pezones, dejando ver cada una de sus curvas. Se sentó en medio de los dos. Jack vio a Julien que se quedó mirando a Dione seriamente, se adivinaba su forma de comunicarse con ella con la mirada. Dione captó el mensaje de sus ojos, pues los dos se abalanzaron el uno contra el otro y empezaron a besarse y acariciarse. Jack miraba la escena sin saber muy bien que hacer. Entonces Dione sonriéndole se acercó hasta él y le besó a él también.  Los dos chicos se quedaron desconcertados en un primer momento. Julien vió la cara pálida de Jack, sintió ternura por él y sonrió mientras ella le besaba. Julien era dos años mayor que sus dos amigos. Este había sido un niño muy travieso, atrevido y aventurero. Siempre fue el protector de Jack, un niño criado entre algodones. De echo, Dione también protegía a Jack, que de pequeño no era el chico fuerte y valiente en el que se había convertido de mayor. Así fue como se hicieron amigos los tres. Entre peleas y juegos aprendieron a cuidarse los unos a los otros. Cuando a Julien su padre le pegaba las descomunales palizas, curándole las heridas Dione empezó a coquetear con la medicina. Cuando Dione perdió a su madre, Julien se colaba en el castillo y se tumbaba en su cama solo para abrazarla. En esos momentos en los que Jack  rechazaba la sobreprotección de sus padres, sus dos amigos le enseñaban a tomar sus propias decisiones. Dione nunca entendió la huida de Julien, le echaba tanto de menos,  le dolió tanto tener que acostumbrarse a sobrevivir sin él que se prometió no volver a dirigirle la palabra si algún día regresaba. Decían que lo habían raptado, que un grupo de piratas se había colado en su casa y se lo habían llevado. Pero Dione conocía a Julien, él se largó, fue un cobarde y huyó.Y ella no echaría jamás tanto de menos a nadie, él era el que mejor la comprendía, él era la mitad de su corazón,  era el único que sabía el secreto del embrujo de fuego. 







EMBRUJOS Y HECHIZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora