Capítulo 8

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Dione notaba en su interior que estaba cambiando. Dominic siempre le decía que las mujeres sufren muchos cambios interiormente a medida que se hacen mayores, que por esa razón tenían esos cambios de humor que le exasperaban y esa fortaleza sobrehumana que ningún hombre podría igualar ni en mil años de evolución. Pero aquello era distinto. Julien y Jack no estaban, y aquello la había acercado a sus hermanas. Jamás hubiera pensado que aquello las hubiera hecho tan felices. Se maldecía por haber sido tan egoísta, por haber estado tan ciega al no darse cuenta de lo importantes que eran aquellas dos personas en su vida y de lo mucho que la necesitaban. Además Isabel, la miraba con tanta ternura, eran tan parecidas que en ocasiones decían las mismas palabras a la vez. 

Las únicas escapadas que hacía entonces eran al acantilado. Desde allí miraba al mar. Sabía que él estaba allí, navegando como siempre quiso. La ausencia de Jack le dolía mucho más a Atenea que a ella. Dione quería a Julien, lo quería desde que eran unos niños. Siempre tan fuerte, protector, astuto, pero al mismo tiempo bondadoso, tanto que llegaba a sentir pena por aquel padre que le atizaba cada vez que las cosas no salían como esperaba. El chico podría haber matado a su padre con una sola mano, pero fue incapaz de ponerle la mano  encima jamás. Se preguntaba porque huyó. Quizás fue por cumplir su sueño de pirata, quizás tuvo miedo al compromiso, aunque lo más seguro que se marchara por miedo a que descubrieran lo que habían hecho aquella maldita noche. Ojalá todo aquello no hubiera ocurrido. 

Siempre se preguntaba porque su madre le explicaba es historia del embrujo de fuego, parecía tan real lo que contaba. No había día que no se indignara por algo y repitiera: "Los hombres siempre nos han considerado inferiores sabéis niñas? Ellos creen que nos pueden insultar, mirarnos de forma obscena, criticar cada uno de nuestros actos, reírse de nuestras teorías sin jamás tenerlas en cuenta, y si nos enfadamos, nos acarician como si fuéramos un perrito y listo. Pues mis antepasadas eran brujas. Tras la muerte del abuelo y el padre, quedaron solas la abuela, la madre y la hija, las mujeres vivimos más porque somos más fuertes. Todos en los alrededores comentaban  que tres mujeres solas, allí en medio del bosque, padecerían todo tipo de desgracias, aunque se sorprendían al no ver en ellas el menor indicio de temor. Una noche, un grupo de degenerados se acercaron a la casa  con la intención de violarlas y a continuación robarles la comida y el ganado. Entraron en la casa dándole un golpe a la puerta. Se encontraron a las tres mujeres en pie, delante de ellos, tranquilas. En un primer momento no supieron como reaccionar, se asustaron, pero enseguida pensaron que no debían temer nada, eran sólo mujeres.  Entonces las tres empezaron a pronunciar las siguientes palabras: Encjoctar, achmatdar, fanberum, pratcha. Los hombres rieron, durante unos segundos solamente. La risa terminó cuando empezaron a sentir el calor. Notaron la cara muy caliente, se les enrojecía. Empezaron a gritar cuando se miraron unos a otros y pudieron ver las ampollas en los rostros de sus compañeros. Pidieron clemencia, se arrodillaron, pero nada pudo impedir que se les quemara la cara, que  se consumieran poco a poco hasta llegar a ser cuerpos con una cabeza carbonizada. Cuenta la gente del pueblo que la risa de las tres mujeres se podía escuchar desde detrás de las montañas. Y así fue como nunca más nadie se atrevió a molestar a nuestras tres antepasadas. Y esto, mis niñas, pasa de generación en generación, y alguna de nosotras podría poseer el don del embrujo de fuego." 

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⏰ Última actualización: Aug 09, 2018 ⏰

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