A medida que avanzaba el carruaje sentía que aumentaba la presión en el estómago. Isabel se iba acercando a su nueva vida, lejos de su gente y de su tierra, de todo lo que había conocido hasta el momento. Aquello más que una marcha fué una huida, algo necesario para conservar su vida.
Mirando a lo lejos pudo ver por primera vez el castillo de Violet. Que tierra más hermosa-pensó. Luego vió el mar golpeando las rocas, la arena blanca y las verdes montañas a continuación. Los campos cultivados, amarillos, marrones, blancos y verdes. La gente labrando la tierra, cuidando el ganado. Sintió por primera vez el viento cálido acariciando su piel. Y no le pareció que allí hubieran podido ocurrir jamás desgracias.
El rey y sus tres hijas aguardaban en la puerta del castillo la llegada de la nueva futura reina. Dione no estaba contenta, no tenía ganas de estar allí, pero desde que se marchó Jack se propuso pasar más tiempo con sus hermanas, algo que ellas, sobretodo Níobe estaban disfrutando y aprovechando como un regalo de los Dioses.
Al llegar el carruaje las hermanas se apretaron las manos. No sabían nada de ella, su edad, su aspecto, su personalidad. Solo que se llamaba Isabel y que venía de tierras muy lejanas donde sólo había nieve.
Cuando los caballos frenaron el paso y el carruaje se paró, un lacayo abrió la puerta. En el momento que la extraña asomó la cabeza y miró a su nueva família los dejó a todos boquiabiertos. Era la criatura más bella del planeta. Su pelo era negro y su piel fina y pálida. Tenía los ojos ligeramente rasgados y de color azul, o verdes, según quien los mirase. Sonrió con sus labios carnosos y rosados mientras se dirigía a su futuro esposo. El rey se mantenía serio, cordial, con ese aire triste que siempre le acompañaba. Isabel, a pesar de tener solo cinco años más que Dione, encontró atractivo al rey. Él había sido un hombre de cara muy fina, guapo, aunque quizás de facciones muy femeninas. Las arrugas de los años, las cicatrices de la lucha y la musculatura de tanto batallar habían conseguido dar un encanto al rey del que carecía en su juventud. Este le besó la mano a Isabel. Los dos se miraron unos segundos hasta que él agachó la cabeza señalando a continuación a las princesas.
- Estas són mis tres hijas.
- Encantada, yo soy Isabel.
- Tienes un acento peculiar Isabel.- Comentó Dione arrancando una sonrisa de la chica.
- Vengo de muy lejos.
- Se nota por tu vestido de terciopelo. Como toda tu ropa sea así vamos a tener trabajo a hacerte un nuevo vestuario.- observó Atenea.
- Ciertamente aquí hace mucho calor, estoy empapada.
- Ven con nosotras, vamos a buscarte un vestido.Así fué la llegada de Isabel a Violet. Le buscaron ropa adequada para el clima caluroso que hacía la mayor parte del año. No fué difícil teniendo en cuenta que le iban como un guante todos los preciosos vestidos que Dione no utilizaba.
Por la noche, cuando estaba sola en sus aposentos, provisionales hasta el día de la boda, recibió la visita del rey.
- Vengo a desearte que pases una buena noche Isabel. Espero que tu primer día aquí haya sido agradable. Sé que no debe se fácil adaptarse a tal cambio.
- Ha sido un día perfecto. Sus hijas són maravillosas y el castillo, el reino, es precioso.-hizo una pausa- Voy a ser una buena esposa para vos.
- De esto quería hablarte también. Verás Isabel, yo no busco una esposa, necesito solamente una reina, me entiendes?- le preguntó con voz paternal.
- Voy a ser una buena reina. Porque no quiere una esposa?
- Mi mujer y yo, éramos la pareja mas enamorada que se haya visto jamás. Y yo, todavía la veo, a todas horas.
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EMBRUJOS Y HECHIZOS
FantasyA menudo en la historia de la humanidad, algunos hombres poderosos, aunque cobardes y acomplejados, sin encontrar armas para combatir la sabiduría y el conocimiento, que les hacían sentir seriamente amenazados, presentaron cargos contra ciertos pode...