DIMITRI

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Eres como una estaca que me presiona en el pecho ocasionándome cierto dolor hermanado a tu realidad. Te miraba, siempre lo hacía cuando no lo notabas, ibas al refrigerador te servías algo de tomar y luego sollozabas, tu rostro estaba plasmado en mi mente como una fotografía, aquella sonrisa ajena a los problemas que te rodeaban, era para mis adentros tu más sincero acto de valentía.

Cuando apenas eramos niños jugábamos todos los días, te regalaba flores con la esperanza que las guardaras y no se marchitaran, pero sí lo hicieron, al igual que nuestra amistad en ese entonces, porque me fui, no me recordaste más, no te lo permitieron debido a mi condición, la misma de mis amigos, familia y tu madre. En mis sueños prevaleciste por muchos años, tus mañas, el carácter necio que te identifica, y tu danzar que hipnotiza a cualquiera, me pregunto, si dejarías de bailar. Yo adoraba verte con tu traje de bailarina rosa, nunca olvidaré tus mejillas rosadas que te delataban cuando eras aplaudida en el jardín de niños. Pero eran recuerdos guardados, de esos que solo pertenecían a mí.

Se me era imposible recuperarte, hacerlo traería consigo un riesgo de cambio irreversible donde todos estarían involucrados, pero lo deseaba con todas mis fuerzas, tenerte en mis brazos y declararte mi debilidad, la dulce agonía que me trajo hasta aquí únicamente para verte de nuevo.

Testaruda muchacha de ojos verdosos, separados por una realidad irracional de la que no somos culpables, a un paso en el mismo tiempo, a una caricia en el mismo instante, no debes enamorarte de mí, aunque se me hace imposible dejar de estarlo de ti, y cuando salgas de esto Patrice, será el día donde deba retornar mi ida, ahí, volverás a olvidarme y conocerás a alguien, persona a quien le guardaré mis más sinceros celos, porque tendrá en su poder algo que me perteneció, que perdí y no podré volver a tener jamás.

Eres tan indefensa y delicada como los pétalos de una rosa. Mis padres pensaron que te superaría con el tiempo, pero nunca lo hice porque no me lo permití, me negué a hacerlo, viajé más de una vez para observarte, me destrozaba saber que había dejado de existir en tus pensamientos y cotidianidad, ya no estaba nuestra foto embarrados de barro en tu mesa de noche, era suplantada por una tuya sonriendo a la cámara mostrando la falta de tu primer diente, en ese instante cuando contemplé la usencia de ello en tu habitación, paré de visitarte, era un masoquismo programado por mis propios deseos de tenerte a mi lado.

Patrice yo lloré, era un niño que te amó tanto como el sol a la tierra en las tardes de verano, te pedía de vuelta como si hubiese perdido el más preciado tesoro, pero mis padres me dijeron que era inasequible, fuiste mi amiga, y en la adolescencia te convertiste en lo inalcanzable, el romance que vi en películas y deseaba para nosotros, porque te soñaba, si te soñé, y aun te sueño.

Cuando te tuve frente a mí tirada en medio del bosque, pensé que habías muerto, pero abriste los ojos y admiré aquel rostro angelical de pestañas largas y cejas pobladas que ahora le pertenecía al cuerpo de una mujer a mi parecer extraordinariamente hermosa.

No podías saber de tu verdadero pasado. No podías saber de mí. Debías conformarte con lo que te ofrecíamos por los momentos.

Me tuve que ir de la habitación cuando comenzaste a hacer preguntas, no lo soporté, tenía demasiada impotencia al verte tan confundida, débil y desorientada, quería apagar tu sufrimiento. Anhelaba sentarme a tu lado, relatarte todas nuestras aventuras, contarte la verdad y abrazarte ofreciéndote mi apoyo incondicional. Pero no podía y lo detestaba, sin embargo, regresé cuando Laurence salió de la habitación y me dijo que no tardarías en dormir por el contenido que depositaron en el chocolate caliente. Ahí estabas, durmiendo, estuve contigo el resto de la madrugada recargado en la pared disfrutando de nuestro momento a solas, hablándote en mis pensamientos aunque no pudieras escucharme.

-Estoy aquí-murmuré.

Al amanecer despertaste de una forma violenta y tomaste un poco de agua, mirabas en todas direcciones asustada hasta que concentraste la mirada en la ventana. Pensé en retirarme pero no sabía si contabas con las fuerzas para levantarte y buscarnos, mi cometido era comportarme lo más distante y discreto que pudiese, debía hacer algo para captar tu atención sin alarmarte demasiado, pero fallé ocasionándote un susto cuando hablé, diciendo que aún no sabíamos nada de tu hermano.

--¡Dios!-exclamaste-Estoy a punto de volverme loca, pudiste haber anunciado tu llegada, casi me matas de un susto.

-Lo hice-dije.

Te quedaste presenciándome con los ojos bien abiertos, en mi surgió la tentación de tomar tu rostro entre mis manos y...

Sacudí levemente la cabeza alejando todo pensamiento de mi cabeza.

-Dentro de un rato te llevaré a tu casa-dije-Saliendo de aquí puedes encontrar el baño al frente, llamaré a Laurence para que ayude a levantarte.

Pestañeaste varias veces como si intentaras comprenderme, decidí no seguir acompañándote y salí de la pequeña habitación haciéndole señas a Laurence, quien esperaba en la puerta; para que fuera por ti, Brad me dijo unas palabras cuando llegué a la cocina pero no le presté atención, estaba frustrado no deseaba hablar con nadie. Le di un golpe a la pared descargando mi desesperación y reposé mi frente de ella. Me sentía jodidamente perdido.

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¡Hola! luego de cuatro capítulos publicaré otro desde la perspectiva de Dimitri. ¡Entenderán todo en el transcurso de la novela y comenzará a tomar sentido! Lo prometo.


Gracias por leer.

xoxo


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