Capítulo II

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El camino estaba oscuro, tocaba los árboles para poder tener una idea clara de hacia dónde me dirigía, pero luego de durar un rato caminando advertí que los únicos que me acompañaban eran ellos, a lo lejos ni se veía el brillo de los faroles, por lo tanto me hallaba oficialmente pérdida.

No sabía qué hacer y me dejé caer sobre la tierra húmeda, deseaba poder salir de aquí y encontrar a mi hermano. No comí durante el día, exclusivamente una manzana, comenzaba a marearme y no contaba con las energías para levantarme. Si mi querido y preciado amigo Leo «nótese el sarcasmo» llegase a encontrarme no podría defenderme, de igual forma, si ni siquiera yo sabía dónde estaba mucho menos él, seguramente ya encontró otra víctima para divertirse. Que patético. Creo que debo tener una nube negra encima para que me pasen este tipo de cosas.

Opté por vociferar que necesitaba ayuda a ver si alguien aparecía, pero solo recibía como respuesta lo sonidos aterradores de animales dándome a entender que eran los únicos que me escuchaban. Asustada apoyé la frente en mis rodillas y me abracé a las piernas, cerré los ojos, mi cuerpo temblaba del frío, los nervios y la desesperación. Solté un grito liberando toda la frustración seguido de un sollozo, me faltaba el aire y al apoyar una de mis manos en un árbol cercano para levantarme fallé en el intento cayendo desmayada.

Alguien me había hecho despertar, solo pude ver las imágenes borrosas de unos chicos haciendo preguntas las cuales no tenía ánimos de contestar, volví a cerrar los ojos y sentí como uno de ellos me levantaba en sus brazos.

Eso era lo único que recordaba cuando me levanté en una habitación desconocida, analicé el lugar y si no me equivocaba, me encontraba en una cabaña. Una fuerte punzada en la cabeza me hizo caer en la almohada nuevamente. Sentía las manos entumecidas al igual que el resto del cuerpo, mi boca estaba reseca, y el hambre se adueñaba de mí. La puerta principal se abrió y dos chicos acompañados de una muchacha entraron a la habitación.

—¿Estás bien?—dijo la voz femenina.

Negué con la cabeza apretando los ojos por el fuerte dolor.

—Subimos la calefacción porque estabas a punto de entrar en una hipotermia.

—Gra...—intenté decir pero la voz se me quebró al momento.

Colocaron una taza con chocolate caliente a mi lado, el olor se hizo protagonista en la estancia, la chica que era de una tez morena y ojos grandes oscuros me ayudó a sentar para poder tomar lo que habían traído.

—Brad—dijo—Trae agua a temperatura ambiente.

Uno de los chicos asintió y siguió las órdenes. El otro que era alto, de pelo color cobrizo oscuro, me observaba sin expresión alguna, estaba apoyado de la pared con los brazos cruzados, vestía unos jeans desgastados, con sudadera gris, y unas botas militares.

—¿Puedes hablar?—preguntó la chica—Mi nombre es Laurence, y ellos son Brad-señaló al chico pequeño que regresó con un vaso en la mano-Y Dimitri.

Al terminar de tomar el chocolate pude articular algunas palabras y contarles lo que había pasado. Acercaron una bandeja de comida, la cual devoré sin dejar un solo bocado en el plato.

—Lo siento—me disculpé apenada por comer todo de esa manera—Es que no he comido ¿Cómo me encontraron?—pregunté.

Brad le dedicó una mirada fugaz a Dimitri, este asintió como si aprobara alguna petición y luego el niño salió de la habitación.

—Escuchamos tus gritos—dijo Laurence—Los seguimos pero cuando dejaste de gritar nos costó un poco trabajo encontrarte.

—¿Viven aquí?—pregunté.

Tentación Prohibida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora