"Yo también".

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Recuerdo perfectamente

el árbol sobre nuestra vereda,

el pájaro muerto enterrado bajo la tierra,

la mesada llena de herramientas de cocina,

y los miles de ceniceros

que por el living daban vueltas.


Pero cuando pienso en mi infancia recuerdo,

sobre todo,

a mi abuelo.


Como jugaba cartas con su cuñado,

que nos tiraba migajas de pan desde la mesa

y luego volteaba, haciéndose el despistado.

Si querías contar sus defectos,

tus manos te pedían mas dedos.

Pero él era quien me despertaba

con la radio sintonizando una canción de tango,

a eso de las ocho de la mañana.


Sentado junto a la mesa,

con los rayos de luz colándose por la ventana,

leía el diario mientras fumaba.

Y me decía que el lunar en mi mejilla derecha,

ese que todos odiaban,

era el que mas le gustaba.


Por las noches,

jugábamos a las damas.

Y se enojaba

por lo desastrosa que era mi gramática.


Los años pasaron,

nos fuimos distanciando.

Volvimos a re-encontrarnos

pero fue cuando la vida, 

de cigarro a cigarro, 

me lo iba arrebatando.


Recuerdo perfectamente

nuestra última despedida.

Y que las últimas palabras que me dedicó mi abuelo,

adicto al pucho,

fueron susurradas al oído.

"Te quiero mucho".


Un boleto a Francia, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora