Sorpresa en casa

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Llegué a casa a las dos y media del medio día como de costumbre, estaba muy contenta, pues era viernes y ya había acabado todos los exámenes, pero lo más importante era que dentro de una semana y media me daban las vacaciones de verano.

Abrí la puerta y unas voces procedentes del comedor hicieron que emergiera de mis pensamientos. Me asomé al salón y allí estaban mis padres y mis hermanas Lía y Julia. Era muy raro, a esa hora mi padre se estaba echando la siesta, mi madre comiendo, Lía embobada con la tele y Julia jugando al Candy Crush.

Me acerqué y tiré la mochila al suelo, haciendo que todos se volvieran para mirarme. Lía, como si le hubieran puesto un cohete en el culo saltó del sofá y se lanzó a mis brazos. Tenía solo seis años, pero me llevaba con ella mejor que con Julia, con la que me llevaba dos años.

-¿Qué pasa aquí?-dije una vez que Lía se apartó de mis brazos.

-Nos vamos.-me dice mama toda ilusionada.

-¿¡Cómo que nos vamos!?-empiezo yo pensando que nos mudábamos. Era muy simpática y amable, pero a veces me enfada con facilidad y cuando me enfada, ya podías salir corriendo...

-¡Calma Noa!-me tranquiliza papa.-Nos vamos de...

-Nos vamos de vacaciones.-le interrumpe Julia.

-¿No me digas?-le contesto en tono burlón. Yo ya sabía que nos íbamos de vacaciones, ya era como una tradición. Todos los años nos íbamos a la playa y la verdad es que ya me estaba cansando eso de ver el mar.

-Eso humos.-me riñe mama.-Como sabes a tu padre lo ascendieron hace cinco meses ¿no?-yo asiento, esperando con impaciencia a dónde quiere ir a parar.-Pues resulta que en el puesto que está ahora le regalan viajes.

-¿Hasta dónde quieres ir a parar?

-¡Nos vamos a Alemania!-me grita Lía dando votes en el sofá sin hacer caso de las riñas de mama.

-¿Dónde está la cámara?-empiezo yo mirando a mi alrededor.

-¡Venga ya Noa! ¿Enserio crees que es una broma?-me dice Julia apartando por primera vez los ojos de la pantalla del móvil.-Si fuera una broma yo me la hubiera currado mejor.

Era increíble, no me lo podía creer, me iba a Alemania. Enseguida me fui a mi habitación, mi "libreta especial para hacer listas" y me puse a escribir lo que necesitaría. Al rato, llega mi madre.

-No te prepares muchas cosas, no facturaremos la maleta.

-¿Cuando iremos?-digo mientras me dirijo al baño para lavarme las manos e ir a comer.

-En cuanto termines las clases, dentro de dos semanas.

-¿Qué hay para comer?-le pregunto cambiando de tema. Sabía que si seguía hablando del tema me pondría nerviosa y se me quitaría el hambre.

-Lo he dejado en el tupperware naranja de la nevera.-me dice antes de marcharse al escritorio del salón para ayudar a ordenar los papeles del viaje a mi padre.


Después de comer me voy derecha a mi habitación, había comido casi sin ganas de los nervios, sabía que aún quedaban dos semanas, pero para esas cosas siempre me ponía muy nerviosa. Cerré la puerta y cogí la llave de mi baúl que tenía escondida casi detrás del armario, pegada de manera que nadie la pudiera ver, un truco mío para que ni Julia ni Lía la encontraran. A los pies de la cama, allí estaba mi queridísimo baúl, sin él no era nada. Desde que los profesores del colegio me mandaban hacer diarios de verano, me había acostumbrado a escribir lo que me pasaba. Tenía sencillas libretas, pero los tres últimos diarios que había escrito, tenían candado.

De un bolsillo secreto que tenía el baúl por dentro saqué unas pequeñas llaves, con una de ellas abrí uno de los tres diarios y me puse a escribir como me sentía por lo del viaje que haríamos dentro de dos semanas.

Rato más tarde, oigo a mi madre que me llama para cenar, ¿tan pronto? Miro el reloj y veo que ya son casi las nueve de la noche, se me había pasado volando la tarde dentro de mi cuarto. Cuando había terminado de escribir en el diario se lo conté un par de amigas por una video llamada y finalmente me puse a hacer una pequeña redacción que me habían mandado de inglés sobre planes para el verano.

Salí de mi "refugio" y me dirigí al salón, dónde mi hermana Lía le ayudaba a mi padre a poner la mesa. Era viernes, y como celebración del viaje mis padres habían pedido una pizza.

La cena fue bastante divertida, planeamos que haríamos allí, como sería el vuelo en avión, ya que era la primera vez que viajábamos, excepto mis padres, que cuando eran jóvenes se fueron a pasar un verano a Venecia.

Ayudé a recoger las pocas cosas que había en la mesa, me lavé los dientes, me puse el pijama y me puse a leer la Biblia de las Hadas. No era un libro, eran leyendas sobre hadas, ninfas, duendes... y "recetas" de como atraerlas a tu casa. De hecho, una vez que me quedé sola en casa probé uno de los conjuros y no pasó nada, pero yo seguí creyendo en las hadas. Sin embargo, durante unas cuantas noches después de realizar el conjuro, tuve unos sueños muy raros, era como si alguien me llamara. Era frustrante, solo llegaba a ver luces de colores, pero nunca veía quien me llamaba, hasta que una noche, la última noche que lo soñé, la voz dijo algo diferente: "Te encontré" Con esas palabras no pude dormir el resto de la noche, pero por fin cesaron las pesadillas.

Empecé a leerlo cuando de repente entró Lía en mi cuarto y se tiró encima de mí.

-¡Cuéntame otro cuento!

-No gritéis.-nos regañó mama desde el comedor.

-¿Sobre qué quieres que te lo lea? ¿Sobre hadas del bosque, del fuego, del aire...?

-¡Del aire! ¡Del aire! ¡Y cuéntame más sobre las hadas florales!-me interrumpió dando saltos en la cama.

-Lía...-empezó mi madre de nuevo desde el comedor.

-Te leo El Hada de la Rosa, pero si te estás quieta y te callas.-le dije con el ceño fruncido. Al instante se recostó a mi lado, poniendo cara de inocente, a lo que yo me reí y empecé a leerle la historia que tanto le gustaba.






La hija del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora