El festival

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El festival empezaba con el atardecer y acababa con el amanecer. Tenía lugar en un lago, completamente al Norte, alejado de la civilización, y ahora bastante cerca del nuevo portal, para el cual Shaylee y yo conseguimos un lugar fácilmente donde era más difícil que llegara la famosa contaminación a la que tanto temíamos.

Para el festival no había nada que preparar, simplemente asegurarse de que los varios grupos de animales de las distintas zonas de La Selva Negra se enterasen de cuándo había que acudir, el lugar ya lo transmitían de generación en generación, pues el festival, que se celebra cada muchos años, era el relato perfecto que contar a las crías, polluelos o cachorros antes de dormir, y así endulzar sus sueños.

En ningún momento me paré a pensar cómo sería el festival, creí que sería una simple reunión junto a los seres más viejos del bosque en la que Roko, el nuevo Sabio, debería presentarse y transformarse en humano para que todos lo conocieran y supieran que él era realmente un Sabio. En ningún momento llegué a imaginar que yo y Shaylee debíamos presentarnos también, yo como La hija del bosque y ella como mí guardiana. Me enteré unas horas antes, cuando estábamos a punto de salir del portal y un enjambre de hadas se abalanzó sobre mí.

-¡Oh! ¡Por el roble más viejo! ¿Cómo piensas presentarte así?

-¡Menos mal que las hadas pensamos en todo!

-¿Y estas ropas? No son las adecuadas.

-Pues querida, si sus ropas te asustan será mejor que no mires su cabello.

-¡Por el árbol más alto! Esto hay que arreglártelo ya.

Puede que me costase acostumbrarme a vivir allí en el bosque, pero a lo que nunca llegué a acostumbrarme fue al guirigay que eran capaces de montar ellas solitas y tan pequeñitas en un santiamén.

-Ya verás Noa, tenemos una sorpresa.-me susurró Shaylee antes de salir volando hacia el árbol en el que solía dormir, y sin darme tiempo a contestarle.

Pensaba que la sorpresa era que tú y yo también debemos presentarnos.-conseguí gritarle mentalmente algo enfurecida, hacía poco más de un mes que estaba allí y todavía me contaban las cosas a última hora.

Me arrastraron hasta uno de los pocos y grandes árboles huecos en los que cabía, en este caso este era mi cuarto o como ellas lo llamaban: espacio privado, que muy pocas veces lo era. Me hicieron sentarme en mi suave alfombra de hojas aterciopeladas, y sin más tiempo que perder empezaron a desenredar mi melena, que despreocupada había dejado crecer. Cuando ya estaban terminando de trenzarme el pelo y pensaba salir de allí para quitármelas de encima antes de que se les ocurriese la maravillosa idea de dejarme desnuda, entraron otras hadas por el hueco del árbol con un vestido.

-¿A dónde crees que vas?-me frenaron entre todas.

-Vamos Noa, ponte el vestido, las hadas han estado trabajando en él todas estas noches, cogiéndote medidas mientras dormías.-apenas escuché las palabras de Shaylee, simplemente me dejé llevar por el barullo de hadas hasta que acabé con el vestido puesto.

Para ser sinceros, no parecía un vestido, aunque lo era. Estaba hecho de lianas, lo cual fue algo que me sorprendió. Estas caían hasta abajo, de forma que acababan arrastrándose por el suelo. Al llegar a la cintura se enrollaban a mí alrededor, algo prietas pero frescas y más cómodas de lo que aparentaban. En los hombros había un par de finas lianas, simulando unos simples pero elegantes tirantes.

-Esalucinante.-creo que fue eso lo que dije, o tal vez solo lo pensara, porque creo que en realidad me quedé sin palabras.

-Antes de que lo digas, no queremos que nos des las gracias.-me advirtió el hada azulada, la cual ya había conocido, y se llamaba Celeste debido a su luz. Me llegó a explicar que la mayoría de las hadas cogían su nombre mayoritariamente dependiendo del color de luz que emitían, aunque también por alguna de sus cualidades o gustos.

-Vamos, tenemos que irnos, el sol ya está comenzando a esconderse.-desde luego a Shaylee no se le daba tan mal eso de dar órdenes.

Al llegar allí Roko nos estaba esperando justo a la orilla del lago, pero no estaba solo, cientos de animales creaban un amplio círculo a su alrededor. Había de todas las clases: carnívoros, herbívoros, omnívoros, desde majestuosas hasta las típicas ardillas que están por todas partes. Me hubiera gustado detenerme más a mirar toda la variedad de seres que había acudido a vernos, pero las hadas me empujaron al lado de Roko, y allí nos quedamos junto a Shaylee mientras las hadas se esparcían a lo largo del círculo, alumbrando con sus cuerpecillos.

Podría relataros todo lo ocurrido, pero en realidad no hay nada que contar. Fue una noche mágica rodeada de hadas y simpáticos animales, a la vez que monótona y aburrida, pues debíamos presentarnos ante cada especie de animal para que una a una tuvieran el placer de arrodillarse ante nosotros. Era algo que deseaban hacer por más que yo se lo impidiera, pero ellos insistían y Shaylee y Roko me regañaban por detenerlos.

A partir de aquella noche sí que trabajamos de verdad y no como los días anteriores. Las hadas terminaron de explicarme las tareas a las que debía dedicarme y junto a Roko terminé de aprenderme La Selva Negra. Todo llevó su tiempo, pero conseguí entender cuál era mi deber como La hija del bosque: ayudé a los animales que se acercaban demasiado a la frontera con los humanos, casi semanalmente debía ahuyentar tanto a turistas curiosos como a zoólogos con ganas de investigar algún que otro animal, porque se internaban con frecuencia en el bosque, e incluso guié a los árboles a crecer por aquellos lugares en los que el paso del hombre había empezado a crear ya un camino.

La hija del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora