-¿Y bien? ¿Ya me vas a contar por qué has venido a despertarme?-una vez que a habíamos salido del hotel y dejado atrás, me detuve para obtener al menos una de las respuestas que necesitaba de aquella pequeña granujilla.
-Hoy hay luna llena, veremos mejor en la oscuridad y será más fácil encontrar al siguiente Sabio, al que sustituirá a Kael.-lo soltó así sin más, mirando a su alrededor como si buscase algo.
-Pero aquí tiene que haber muchos animales, ¿cómo vamos a saber cuál es?-yo miraba a mi alrededor, acostumbrándome a la oscuridad de la noche, temerosa de chocarme o tropezarme. Por suerte mi querida guía me permitía ver lo que había a unos palmos de mi cara.
-Verás Noa, sé que suena complicado, pero es más fácil de lo que parece y...-esta vez se había parado y me miraba fijamente a los ojos.
-Si era tan fácil ¿cómo es que no habéis buscado vosotros al Sabio?-sin esperar a que terminara de explicarse la había interrumpido.
-¿Por qué crees que te necesitamos, a ti a La Hija del Bosque? Tu eres la que nos tienes que dar protección de todo lo que nos rodea, de que los humanos no se acerquen más a nosotros de lo que deberían, pero no solo eso. También deberás encontrar al próximo Sabio, eres la única capaz de hacerlo.
Me quedé pensando un largo rato en el que Shaylee no me quitó ojo de encima, esperando mi reacción. Yo era la única capaz de encontrar al próximo Sabio, lo cual debería de tener algún tipo de poder o de sexto sentido ¿no?
-Sí, solo tienes que encontrarlo dentro de ti.-como de costumbre Shaylee podía escuchar lo que pensaba.-Has de sentir la naturaleza, olerla, notar cada ser vivo que te rodee y sus movimientos.
Yo asentí. Algo en mi interior me decía que estaba preparada, sin embargo la búsqueda tendría que hacerse en las partes más profundas del bosque, en sus partes menos contaminadas, más puras y vírgenes.
Tras caminar a buen paso una hora, Shaylee me indicó con un gesto que aquí era suficientemente lejos y lo bastante cerca como para encontrarlo. Mi hadita se sentó sobre una rama de un árbol no muy alta y yo me apoyé en uno de los árboles de enfrente para poder sentir su tacto, escuchar sus crujidos que me susurraban secretos de antaño. Era un árbol viejo, un roble. Antes él era uno de los más puros, pero con el tiempo, la fina capa de vegetación que protegía el bosque se había acabado rompiendo por los humanos y ahora seguramente estaba en su última década, solo por respirar ese amargo y abundante humo que actualmente cubría toda la faz de la Tierra, cada vez en mayores cantidades.
Fue alarmante la historia del roble, pero también acogedora por su forma de contarla a través de crujidos y roces de hojas. Había sido la historia más bonita que jamás me habían contado.
Poco a poco fui aumentando mis sentidos, escuchando pequeños detalles de todas las vidas que los árboles me contaban. Varios me contaban que nunca habían visto a un hombre y solo habían oído sus leyendas, otros, sin embargo habían sido testigos de innumerables cazas y carnicerías que habían provocado. Llegué a escuchar relatos de cómo habían pasado un invierno muy frío, un verano muy seco o una plaga de cualquier insecto que amenazaba con acabar con su vida. También había quienes me susurraban que habían sido el hogar más acogedor de una familia de ardillas, de alguna que otra serpiente y que habían animado y ayudado a miles de crías de pájaros a emprender su vuelo.
Claramente no pude evitar emocionarme con alguna de las historias del inmenso bosque, de la profunda y exuberante Selva Negra. Un par de lágrimas rodaron por mis mejillas, pero antes siquiera de que pudieran llegar a mi barbilla, unas cálidas y diminutas manos las recogieron. Al principio me sobresalté por el contacto de la piel y sin llegar a abrir los ojos le sonreí. Su olor a pureza al igual que todo que nos rodeaba era inconfundible, Shaylee era mi pequeña guardiana.
Los crujidos y las historias de los árboles se quedaron atrás, acogidos por la brisa de la noche mientras yo trataba de descifrar el canto de un pájaro, el ulular de un búho, el gruñido o bufido de cualquier ser vivo.
Volví a escuchar diversos relatos, empezando por la oruga que se encontraba al otro lado del tronco, e inquietantes historias en las que familias, manadas o grupos tenían que pelear por su territorio, hogar, comida o familia. Sin embargo, fue el aullido de un lobezno el que me llamó la atención. Al igual que muchos de los que antes había oído debía estar bastante lejos, pero algo me decía que ese aullido se dirigía a mí, y que no solo yo le buscaba, sino que también él a mí.
Una vocecilla en mi interior me dijo que mi sexto sentido funcionaba a la perfección.
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La hija del bosque
FantasiMi vida, como cambió en unas vacaciones, me ocurrió algo que ni yo misma he podido nunca llegar a imaginar... Me llamo Noa, todo empezó cuando tenía 14 años, unas vacaciones fantásticas para la familia, ya que fue la primera vez que íbamos de vacac...