Al borde de la muerte

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Sin saber por qué, había cerrado los ojos al cruzar el portal como si eso me fuera a proteger del posible peligro al otro lado de la puerta. A pesar de ello pude sentir cada una de las miradas de los seres alados, que nos contemplaban expectantes, temiendo lo que pudiera ocurrir a continuación.

Antes de que pudiera terminar de pensar la ubicación de Shaylee para ir en su busca, Roko ya había salido corriendo de la bolsa en dirección al árbol en el que se encontraba Kael. En ningún momento se me pasó por la cabeza ayudar a Roko en la matanza del Sabio, de ninguna de las maneras quería verlo, pero por desgracia había sentido a mi pequeña guardiana justo hacia donde mi lobezno se dirigía.

Empecé a correr tras él, notando cómo todas las hadas nos seguían con la mirada, adivinando lo que iba a ocurrir. En ese momento pude ver su miedo, temían tanto los finales como los principios, pues ello significaba tres muertes: La hija del bosque, un hada y un animal, el cuál debía ser asesinado por el siguiente Sabio. Solo me dio tiempo a pensar que era demasiado macabro para ser real, ya que la llamada de Shaylee me devolvió a la realidad.

Me introduje por una grieta en el inmenso y grueso tronco del árbol, por un segundo sentí que la oscuridad se me tragaba, a los búhos les gustaba la oscuridad y este no era una excepción, por lo que tenía todos y cada uno de los huecos del tronco tapados, evitando el mínimo rayo de luz. Casi de inmediato caí en la cuenta de que de estar Shaylee ahí ya la habría visto, ¿cómo iba a estar sino todo eso tan oscuro? Un miedo hacia Kael que no sabía de donde salía me impulsaba a marcharme de allí, a deshacer los dos pasos que había dado al entrar al árbol. Por suerte, en el último momento pude sentir la presencia de Roko, la cual me tranquilizó de inmediato.

Encuentra a Shaylee de una vez y salid de aquí, preferiría que no vieras lo que he de hacer, ya se está complicando todo más de lo que debería.-noté su pelaje pasar alrededor de mis piernas, como intentando darme la fuerza y ánimos que yo no era capaz de encontrar en mí. Algo me estaba pasando, eso ya no era miedo, estaba perdiendo las fuerzas de verdad, hacía rato que notaba un leve cosquilleo subiéndome por las piernas, como si se me estuvieran durmiendo y ya no pudieran seguir sosteniéndome.

Empecé a palpar la madera, buscando el hueco por el que había entrado, sabía que estaba allí y que no era un portal, de lo contrario habría notado el cambio al pasar de un lugar a otro. Mientras palpaba frenéticamente la pared no paraba de llamar a Shaylee, sabía que estaba allí al igual que Kael y Roko, pero por alguna razón que no llegaba a comprender no podía ver su luz ni oír su respuesta. Me paré en seco, había notado con la mano un pequeño saliente en la madera, pero lo que me había hecho detenerme había sido lo que había encima de ese saliente. Estaba frío, blanduzco y no se movía.

El alma se me cayó a los pies.

Con el pánico dibujado en el rostro volví las manos hacia el saliente, pusilánime.

Sácame de aquí.-intentó gritarme Shaylee justo cuando mis dedos ya rozaban su débil y apagado cuerpecito.

La cogí muy lentamente, tal vez demasiado, pero no quería dañarla, y con la otra mano seguí avanzando en busca de la puerta.

No. Hacia el otro lado, solo un poco más a tu izquierda.-obedecí sus órdenes de inmediato, deseando salir de ese oscuro y frío agujero junto a mi compañera.

La poca luz que dejaban pasar las frondosas ramas de los árboles me cegó, y a pesar de que había recuperado algo de fuerza en las piernas, caí de rodillas, intentando cubrir de la luz a Shaylee para que no le dañara. Sin embargo, en cuanto las hadas se acercaron para ayudar, lo primero que hicieron fue ordenarme que me apartara, pero sin tocarme tanto a mí cómo a ella, para que le diera el sol. Fue entonces cuando pude contemplar su piel y la mía, blanca como la leche.

Supongo que en ese momento era todo temor y preocupación, al contrario que las hadas, pues decididas y sabiendo qué hacer se pusieron manos a la obra. Varias salieron volando hacia los árboles, volviendo con una hoja arrastras, la cual se notaba que les había dolido arrancar. Todas y cada una de las hadas tocaron mínimo una de las hojas que se pasaban de unas manitas a otras. Por asombroso que pueda parecer las hojas se iban iluminando cada vez más y más, como una especie de estrella. Cuando ya les pareció suficiente le fueron entregando las hojas a Shaylee una a una, de nuevo con mucho cuidado de no rozarla. Ella simplemente posaba sus manitas en ellas y absorbía su luz poco a poco, a la vez que su cuerpo iba retomando color.

Cuando no quedaban nada más que un par de hojas por arrebatarles la luz me di cuenta de que mi piel al igual que la suya había mejorado, y con ello mis fuerzas. Fue entonces que noté que mis músculos habían estado tensados todo ese tiempo, así que me terminé de tumbar a su lado, rodeada de hadas y me tranquilicé, pero fue solo por un momento, pues de quién me debía de preocupar ahora era de Roko.

Me levanté de inmediato a toda prisa, no tenía nada pensado para ayudarle, tal vez debiera hacerlo él solo sin mi ayuda, pero al menos quería que viera que estaba dispuesta a ayudarle.

-Noa, bien sabes que no debes ir. Vuelve a tumbarte y descansa.-en el rostro de aquel hada azulado pude ver como si supiera lo que iba a suceder si volvía a introducirme en ese árbol.-Tal vez tú no lo hayas notado tan fuerte como Shaylee, pero habéis estado al borde de la muerte.

La hija del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora