CAPÍTULO III

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Alle paseaba por los pasillos del instituto. Desde la tarde del día anterior sentía un fuerte dolor de cabeza y veía borroso con bastante frecuencia a pesar de ponerse las gafas (las que ahora tenía guardadas en la mochila porque con ellas aún se mareaba más que sin ellas). Las voces de los alumnos del centro se repetían una y otra vez al igual que sus movimientos. En el primer recreo del día había esquivado un balón de fútbol imaginario y, al incorporarse, ese mismo balón se le había estampado en toda la cara. Varios profesores habían ido a preguntarle si se encontraba bien, pero antes de responder ella se ha escapado corriendo a los baños. Al terminar el recreo había ido a las siguientes clases que le tocaban, pero su mente no lograba centrarse en ello. Su cabeza era como un disco rayado que repetía una y otra vez lo que ya había escuchado antes. Al salir de la última clase antes del segundo recreo había decidido caminar por los pasillos del instituto que normalmente estaban desiertos, no obstante ese día parecía que todos hubiesen decidido quedarse allí (tal vez por el frío que hacía fuera en el patio).

Al lado del aula de ordenadores escuchó las risas de Gisela y Juliette, las chicas que hacían la vida imposible a múltiples alumnas del centro. Acto seguido, Sheila cruzó la esquina tropezando así con Alle que estaba justo allí. Sheila estaba llorando y el pánico se veía reflejado en sus ojos color miel.

-¿Qué ha pasado?- Le preguntó Alle, pero Sheila siguió su camino hacia los baños que hoy habrían visto por lo menos a dos personas llorar por lo que Alle conocía.

-Vaya rarita... No me puedo creer que haya salido corriendo de la nada- se burló Juliette con su acento francés.

-Juliette, no sé de qué te sorprendes. Aquí todas me tienen respeto, es asombroso lo que se gana con los años- dijo Gisela admirando su 'gran don' de asustar a los demás solo con sus pasos.



10 minutos antes

Los pensamientos de Gisela no le permitían centrarse en la conversación que mantenía con su gran amiga Juliette sobre sus exámenes finales de 1º de bachillerato. De vez en cuando asentía o reía un poco si veía que su amiga daba señales que lo que decía era gracioso, pero la verdad era que su mente estaba en lo que había pasado en clase de lengua y literatura: la profesora le había preguntado sobre un tema que ella no dominaba con exactitud y, al fallar en la respuesta, toda la clase se había descojonando de ella. Gisela pensaba que todos la respetaban por ser mayor que ellos, que la admiraban por su forma de ser, pero lo cierto era que todos la detestaban y algunos incluso la tenían miedo.

Gisela estaba resentida y dolorida a la vez. Una vez más se sentía excluida del grupo. Durante todo el año se había sentido 'popular' frente al resto de los demás alumnos de 4º, no obstante la realidad era que nadie le tenía aprecio allí. Al igual que en su propio hogar donde se sentía fuera de lugar, suprimida de la nueva vida de su madre con su marido, hijo de dos años y su hijastro, el modelo de conducta que el matrimonio quería que Gisela siguiera.

Tenía ganas de desquitar toda su furia contra alguien. Desahogarse. Quitarse el dolor de la soledad que se acumulaba en su ser. Justo en ese momento, Sheila, una compañera suya de clase salió de la sala de ordenadores.

-¡Eh!- Chilló Gisela a la joven a la que, con tan solo oír la interjección de la matona de clase, se giró.

Sus manos temblaban mientras sujetaba los apuntes de tecnología. Sheila siempre se ponía nerviosa por todo y el miedo le hacía ponerse nerviosa.

-¿E... es a... a mí?- Su voz apenas era un susurro y su tartamudez de hizo más notable debido a su inquietud.

-¡Claro, estúpida!- Gritó Gisela acercándose más a la muchacha-. ¿Por qué te has reído de mí en clase de lengua?

-Y... yo no...

-¿Tú no qué? Imbécil- dicho esto empujó a la chica indefensa que acto seguido se cayó al suelo de espaldas.

Gisela sintió un cosquilleo en la nuca con tan solo el contacto de los apuntes de Sheila al empujarla. ''Desnudez'' fue la palabra que resonó unas cuantas veces antes de que el miedo de Sheila se reprodujese como una ilusión óptica. La adolescente tenía gimnofobia (miedo al denudo frente al público). De repente Sheila se encontraba desnuda o al menos eso era como ella lo sentía y, al incorporarse del suelo y elevar los ojos de su cuerpo despojado de todas sus prendas, vio la mirada de todos los alumnos del centro enfrente de ella riéndose de su cuerpo desvestido.

Sheila recogió sus apuntes del suelo mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas cada vez más precipitadas y huyó de la escena intentando taparse como podía su cuerpo. Detrás de ella, las risas imaginarias de la ilusión tapaban las reales que Juliette y Gisela estaban efectuando en ese preciso instante por su repentina llorera por un empujón.




Alle quiso sacar por primera vez la valentía de la que carecía y plantarle cara a Gisela y su amiga de la que no sabía el nombre. Esas dos siempre estaban metiéndose con gente más débil que ellas (como era el caso de Sheila). Estaba harta de las personas como esas dos, pero Alle se sentía más débil incluso que Sheila. Ella era demasiado cobarde para poder afrontar a alguien como Gisela.

Las dos matonas siguieron hablando a la par que empezaban a caminar en la misma dirección donde Alle estaba escondida y esta decidió escapar antes de que le hiciesen lo que quiera que hubiesen hecho a su compañera de aula. Salir al patio de nuevo sería la mejor opción, a pesar del frío que hacía en ese momento porque ahora estaba casi desalojado de alumnos por esa misma razón. Esta vez intentaría no acercarse a la zona donde los que jugaban al fútbol estaban jugando un partido.




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