CAPÍTULO VII

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Gisela se levantó la parte superior del pijama y se puso la pomada casera de su abuela (que estaba en el cajón de los medicamentos) en la herida todavía algo reciente. Cogió un trozo de vendaje y rodeó su cintura con ella delicadamente, pues aún le dolía bastante.Guardó el resto del vendaje en el botiquín y salió del cuarto de baño apresuradamente, chocándose así con el padre de Isaac que iba a entrar.

-Todo tuyo, Manolo- dijo Gisela.

El marido de su madre se giró y después de meditarlo decidió iniciar una conversación que ya tenía pendiente con su hijastra:

-Tu madre y yo hemos pensado que podrías empezar a llamarme 'papá' a partir de ahora como tu hermano hace con Rosa. Solo para que Ezra se acostumbre a ello.

-El problema es que yo ya tengo padre...- Contestó molesta.

-Ya,pero hace 10 años que no habla contigo... ¿No es como si estuviese muerto?

-No-los ojos de Gislea estaban húmedos-. Que no me hable no significa nada. Él sigue siendo mi padre: el que me enseño a pintar, el que estuvo en mis primeros pasos, el que quería a mi madre y no solamente por su prestigio en el pueblo...

Había calado a Manolo desde el primer momento, ¿acaso pensaba que estaba tan ciega como lo estaba su madre? Manolo no estaba enamorado de Rosa. Se le notaba en los ojos. Simplemente quería más votos y su madre era una buena opción para llegar a ellos.

-Gisela,yo no...- El alcalde del pueblo estaba nervioso y asustado.

Si Gisela no había dicho nada a su madre era porque ella nunca le haría caso y porque parecía feliz viviendo en la ignorancia. Incluso había escapado de su depresión donde su hija no deseaba volverla a meter.

-No busques escusas. Tú no dañas el corazón de mi madre y yo no dañaré tu cargo político. Eso sí, no pienses que te voy a llamar 'papá'.Si Isaac ha sido capaz de llamar 'mamá' a mi madre es porque su madre sí que está muerta...- La madre de su hermanastro había muerto de cáncer de pulmón cuando este tenía 3 años.

Manolo pareció dolido. Aunque cuando ella murió ellos ya estaban divorciado a lo mejor él seguía queriéndola... ¿Había metido la pata?

''¿Qué más da? ¿Acaso él no ha hecho lo mismo conmigo?'' Pensó Gisela.

Mientras Manolo cerraba la puerta del baño, Gisela se marchó de allí y se dirigió a su habitación. No iba a autolesionarse, esta vez no. Ya no solo se lo había prometido a ella misma, sino también a su hermanastro.

Ocultó sus lágrimas en su almohada, pero, aún así, cuando Isaac pasó al lado de la puerta del dormitorio de Gisela, pudo escuchar el llanto.El chico dejo sus modales a un lado y abrió la puerta sin llamar antes de entrar. Respiró aliviado al no ver indicios de nuevas heridas y se acercó a ella después de cerrar la puerta. Se sentó en la cama hecha con un nórdico rosa y dejo caer su mano en la espalada de la joven. Esta dio un respingo y se incorporo.

-Ah,eres tú- se había dado un susto pues Gisela no se había enterado de que alguien había entrado.

-Te he oído llorar. ¿Qué ocurre?

-Prefiero no hablar de ello.

Hubo un largo silencio en el que Gisela aprovechó para levantarse de la cama y deshacerla para meterse en ella.

-Ya estoy mejor- informo a Isaac-. Puedes irte. No me voy a autolesionar, quédate tranquilo.

Isaac cogió la mano de Gislea y la acarició con ternura.

-¿De verdad vas a estar bien?- Preguntó el chico.

Gisela asintió.

-Si necesitas algo puedes venir a mi cuarto y hablamos. No me importa queme despiertes con tal de que te sientas bien. No quiero que vuelvas a hacerte daño, ¿vale?

Gisela volvió a asentir esta vez un poco más insegura. Se había prometido mil veces parar de autolesionarse, pero siempre había recaído. 

''Tal vez con la ayuda de Isaac me resulte más sencillo...''. Pensó la joven.

                                                                                                    ***

Isaac empezaba a ver el lado oculto de Gisela. Comenzaba a comprender el por qué Gisela era como era. Seguía sin aprobar su forma de desquitarse de sus problemas con los demás, pero sabía que lo hacía porque se sentía rechazada. Él la quería ayudar tanto por lo que se hacia a ella como por lo que hacia a los otros. Allí, tumbado ya en su cama, mirando las estrellas desde su ventana de techo, donde normalmente solía recordar todo lo acontecido durante el día, solo podía pensar en los ojos azules de su hermanastra en los que enterraba su sensación de soledad, en la lágrimas, en la herida que sus propias uñas habían creado y en su promesa que no volvería a traspasar la línea que separaba su tristeza de su convicción de que autolesionandose se sentiría mejor. Ahora él estaba allí para ella y aunque intenase negarlo en realidad anhelaba que Gisela golpease su puerta y entrase para hablar con él porque por alguna insólita razón deseaba volver a escuchar su voz, quería hacerla reír y volver a ver esos ojos,pero esta vez con la impresión de que estos transmitían felicidad.Su hermanastra ya no era la chica egoísta y creída que él pensaba,ahora era la chica a la que tal vez podría considerar como una gran amiga.




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