CHAPTER 9: Is he spying on me... or trying to seduce me?

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Tom observaba a Adrián desde su oficina. Este tenía el ceño fruncido mientras Miharu lo regañaba por sabrá Dios qué cosa. A pesar de que Adrián realizaba su trabajo, lo hacía distraído. Y es que, claro, siempre estaba buscando pistas. Dato que Miharu no sabía ni tenía que saber, pero que lo llenaba de impaciencia.

Por suerte para Adrián, ya era hora de terminar de trabajar ese día.

Tom sabía lo que el hombre haría: correría a ducharse, cenaría apresuradamente e iría tras Lambret.

Sin embargo, durante el picnic, el día anterior Tom había decidido evitar esos encuentros. No podía dejar que Lambret se ilusionara con el hombre, si eventualmente tendría que exterminarlo.

Aún no sabía qué pasaría con Adrián, pero como sus hijos, en especial Sammy, parecían tenerle afecto, Tom intentaría salvarlo.

Con una ligera sonrisa, agarró a sus hijos y salió a interceptar a Adrián cuando saliera de la ducha.

—Aquí estás —dijo Tom, haciendo que Adrián se girara de golpe a mirarlo.

—¿Cómo lo haces? —preguntó Adrián, irritado, extendiendo las manos para agarrar a Sammy que prácticamente se lanzó de los brazos de Tom a los suyos.

—¿Llegar en silencio? —Tom no se hizo el ignorante.

Adrián asintió, antes de besar la cabeza de Sammy y decirle que estaba hermosa para pasar a saludar luego a Ben, que lo saludó con una adorable sonrisa infantil.

—Con mucha práctica. —Tom se rio, bajando a su lado, rumbo al comedor.

—¿Querías algo? —preguntó Adrián, haciendo malabares con la bandeja y Sammy.

—¿Por qué preguntas? —Tom sonrió, pues sabía que Adrián odiaba que le contestaran con otra pregunta.

—¿No me buscabas para algo en específico? —insistió Adrián, caminando hacia una mesa con cuidado de no dejar caer su cena, la de la niña, y a la niña misma.

—Nones. Solo queríamos compañía, ¿verdad? —Miró a sus hijos que sonreían felices.

—¿Compañía o ayuda para alimentarlos? —Adrián levantó una ceja, mientras comenzaba a alimentar a Sammy.

—Las dos. —Tom se rio, completamente desvergonzado.

Cuando terminaron de cenar, Adrián se encontró sentado en un sofá con Tom y sus hijos en la terraza, viendo caer el día.

—¿Esto es lo que suelen hacer todas las noches? —preguntó en voz baja, viendo cómo los bebés luchaban con el sueño.

Tom asintió, acariciando con ternura la espalda de su hijo.

—Siempre que no llueve. Esta es el área más tranquila y fresca durante los atardeceres.

—¿Qué haces cuando se duermen? —Adrián miró de reojo a Tom, que miraba el colorido cielo.

—Termino cualquier trabajo de oficina que no haya podido completar durante el día, veo algún programa o película que me interese, leo algún libro, me relajo en la laguna o...

—¿En qué laguna? ¿Vas allá de noche? —lo interrumpió Adrián, con curiosidad e interés.

Tom no contestó, sino que lo miró y se rio en voz baja.

Adrián frunció el ceño, sin entender qué le había resultado gracioso al atractivo, sospechoso e irritante hombre.

Cuando los bebés finalmente se quedaron dormidos, los llevaron hasta su habitación, donde después de cambiarles las ropas, acostarlos, arroparlos y besarlos de buenas noches, los dejaron bajo el atento cuidado de su tía.

—Buenas noches... —comenzó Adrián, deseando encerrarse en su habitación un par de horas para reorganizar sus pensamientos confusos.

Haber ayudado a Tom con los niños le había provocado una extraña sensación hogareña que comenzaba a provocarle un ataque de pánico... Ataque que negaría toda su vida, también.

—Ven —dijo Tom, de repente, sujetando su brazo.

—¿Por qué me sujetas? ¿Se puede saber a dónde me llevas? —preguntó sin saber si preocuparse, enojarse o prepararse para defenderse.

—A relajarte en la laguna —dijo Tom, solo cuando salieron por la puerta trasera.

—Estás loco —murmuró Adrián, intentando mirar el camino, pero la oscuridad nocturna no ayudaba. Estaban completamente solos, la única luz era la de la luna.

Sin embargo, cuando llegaron a la laguna, podía ver perfectamente a Tom... desnudarse antes de entrar al agua.

—No me digas que te da miedo —canturreó Tom, desafiándolo—. ¿Acaso eres una... gallina?

Adrián frunció el ceño y se desnudó desafiante, y sin vergüenza alguna. Estaba acostumbrado a desnudarse en duchas comunales. Además, el sexo era tan natural para él como comer y dormir.

En aquellos momentos, viendo a Tom desnudo, Adrián decidió dejar de lado la investigación y seducirlo. Aún le quedaban 14 días para descubrir de qué o de quién provenía la magia y concluir su trabajo. Eso no significaba que no podía divertirse un rato con su principal sospechoso. Sería la primera vez, pero en aquel trabajo había habido muchas primeras veces, y ninguna desagradable. Además, ya que Tom lo había llevado allí, no iba a poder divertirse con Lambret. Por lo que le parecía justo que Tom "pagara".

—¿Te parece este el cuerpo de una gallina? —preguntó, pasándose las manos por el pecho y sus definidos músculos abdominales hasta llegar a su miembro erecto.

Tom sonrió y se lamió los labios.

—No lo parece, pero no me fio de solo uno de mis sentidos. La vista puede ser engañosa.

Luego, en la tranquilidad de sus habitaciones, Adrián se preguntaría quién había seducido a quién, mientras Tom se maravillaría de cómo el hombre había pasado de espiarlo a seducirlo.




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