CHAPTER 6: Everywhere I Look I See Magic... But It Isn't Real

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—E1PCS reportándose —susurró Adrián, dentro de su coche, mirando a todos lados. Había salido con la tarea de barrer la acera, y aprovechado que estaba solo en el exterior, para correr hacia su coche y enviar su primer informe.

Llevaba quince días trabajando como esclavo, lo cual a pesar de todo agradecía, porque las comidas eran exquisitas. No había descubierto cómo lograban crear manjares deliciosos con ingredientes humildes y sencillos. Tampoco cómo la ropa y las herramientas eran siempre arregladas sin salir a comprar piezas y a tiempo de ser usadas. Tenía sus sospechas, obviamente, pero no había logrado encontrar ni una pequeña pieza de evidencia.

Magia... Sentía la magia a su alrededor a todas horas, en todo momento, en todo lugar. A ratos, la sentía como un ente vivo al que podía tocar. En ocasiones, no sentía nada, como si lo hubiera imaginado todo. Sin embargo, sabía que allí había magia. De lo que no estaba seguro era si provenía del lugar o de alguna persona.

No sería la primera vez que un lugar conservara rastros de magia pasada. Magia muy poderosa. Magia que superaba el tiempo. Magia que no podían hacer desaparecer, por lo que simplemente condenaban esos edificios, borrando su existencia de los mapas, borrando la memoria de las personas que habían entrado en contacto con esa magia que pertenecía a otro marco de tiempo.

—CE1PCS a cargo de tomar su informe —respondió su contacto.

—Sigo en las coordenadas enviadas. No tengo evidencia que reportar. E1PCS cierra. —Adrián salió deprisa del coche y, tras asegurarse de que quedaba cubierto, regresó a la acera. Justo a tiempo además, porque Miharu abría el portón en esos instantes.

—Ah, aquí estás. No tienes que alejarte tanto -lo regañó-. Ya es hora de almorzar.

—Si no me alejo, ¿esperas que la acera quede limpia por arte de magia? —le refutó Adrián, como ya era costumbre, siguiendo a su "tutor" al interior.

Miharu y él se pasaban más tiempo discutiendo que hablando. En realidad, discutían todo el tiempo y jamás hablaban. Ese era un hueso duro de roer, por lo que no había podido interrogarlo. Aunque Adrián dudaba que pudiera sacarle información alguna, sin recurrir a métodos de tortura, claro.

Adrián solía tirar comentarios o frases que incluyeran la palabra "magia" buscando reacciones, pero hasta el momento no había obtenido ninguna. Había interrogado a casi todos los jóvenes que trabajaban en la huerta o con los animales. De hecho, más de una deliciosa vez al joven de cabello rojo... Lambret.

Por desgracia, Lambret no sabía nada del tipo de magia que Adrián buscaba. Aunque no podía negar que hacía magia con su talentosa boca, y ni hablar de sus manos.

—¿De qué te ríes? ¿Acaso te estás burlando de mí? —Miharu se le cuadró delante.

—El que se pica es porque... —comenzó Adrián con una sonrisa burlona y cruel.

—Niños, no me digan que están peleando otra vez. —Tom apareció por detrás de Adrián, sobresaltándolo.

Sin embargo, Adrián se rehusó a reaccionar. En esos quince días que llevaba, Tom lo sobresaltaba a diario, pero por lo menos en los últimos dos días, Adrián había logrado controlar su reacción.

Con diversión, Adrián vio cómo Miharu se enderezó y miró con una sonrisa de admiración al que obviamente era su héroe.

—Tom, ¿tienes un minuto? Necesito provisiones porque las semillas escasean...

—Después de que almorcemos, hablaremos en la oficina. ¿De acuerdo? —Tom despeinó al jovencito, que asintió y se alejó con una gran sonrisa.

—Te admira. Lo sabes, ¿verdad? —preguntó Adrián, caminando a su lado en busca de comida.

—Es un joven trabajador y responsable, igual que Lambret. —Miró a Adrián, que le devolvió la mirada fingiendo inocencia.

Adrián tenía que admitir que no se esperaba la risa de Tom, ni las palabras que la acompañaron.

—Esa inocencia no te cuadra.

—No sé a qué te refieres.

«¿Acaso... había descubierto su engaño? No podía ser... ¿o sí? Quizá lo había visto alejarse de la acera y entrar a aquel callejón, desde la ventana de su oficina». Fuera lo que fuera, Adrián estaba entrenado para no mostrar reacción alguna, y eso fue lo que hizo.

Tom volvió a reírse. —No, por supuesto que no.

Y antes de que Adrián pudiera analizar la respuesta o su reacción personal a ese pequeño intercambio, una hermosa bebé fue colocada en sus brazos.

—¿Me la aguantas un momento? —preguntó Marta, antes de alejarse para ayudar a servir.

—Hijo, por fin llegaste. Tengo que ir a sacar la basura y ayudar a tu madre —dijo Morris, colocando a Ben en los brazos de Tom.

—Mis pequeños, ¿se han portado bien? —preguntó Tom, y para inquietud de Adrián, se inclinó a besar a Sammy.

Por un extraño segundo, Adrián pensó que lo besaría a él. ¡Qué absurdo! No sabía de dónde había surgido aquel pensamiento. ¡Ni siquiera le gustaba el atractivo, alto, amigable, fuerte, risueño hombre de ojos verdes! No había fantaseado con él ni una vez... ¡Lo juraba!

Carraspeó, mirando a la pequeña que se sujetaba de su camisa y le sonreía feliz.

—Hola, hermosa, tenemos que dejar de encontrarnos así de abruptamente. Una pequeña dama como tú merece una cita formal.

La pequeña se rio. Era como si lo hubiera comprendido. Adrián levantó la mirada y otros dos pares de ojos verdes lo miraban con atención. Se estremeció, sin saber por qué.

—¿Sucede algo? ¿Acaso tengo algo entre los dientes? —Ni siquiera había comenzado a comer. Es más, ni siquiera había agarrado una bandeja, pero había sentido la necesidad de decir algo... lo que fuera.

Ben se rio, igual que su hermana, como si lo entendiera. Adrián se sentía desconcertado por la actitud de los bebés, de su padre, de todos allí. ¡Él era un profesional, carajo! ¡Nada de desconciertos, ni sobresaltos! ¡Tenía que retomar el control!

—Necesito buscar algo en mi habitación... —comenzó, girándose para colocar a Sammy en brazos de Tom, pero... ¡Tom ya no estaba a su lado!



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