CHAPTER 7: Please, don't exaggerate... She is just a baby!

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Mortificado, Adrián miró a su alrededor, y no vio a Tom ni a Ben en el comedor.

—¿Se puede saber dónde está tu padre? —Miró a la niña, que le sonrió por respuesta—. Esa sonrisa es muy linda, pero no me indica hacia dónde cogió tu papá. ¿No quieres ver a tu papi? Anda, bonita, dime dónde está.

—¿Sabes que solo tiene 8 meses y aún no habla, verdad?

La suave y coqueta voz a sus espaldas lo hizo girar a mirar al pícaro joven de cabellos rojos.

—Lambret. —Soltó un suspiro, aliviado—. ¿Puedes cargarla en lo que llega Tom?

Lambret levantó las manos de inmediato, pero no para agarrarla.

—¡No, no, no! Ni loco.

Adrián frunció el ceño. ¿A qué venía aquella actitud?

—¿No te gustan los bebés? Pero si es una niña muy buena.

Lambret resopló.

—Me encantan los bebés, pero ellos no dejan que nadie los cargue.

—Estoy seguro de que Tom o sus padres no te causarán problemas porque la cargues...

—No me refiero a ninguno de ellos. Me refiero a ella y a su hermano —dijo Lambret, señalando a la niña.

Adrián miró a Lambret con cara de "¿Estás bromeando, verdad?", luego miró a la niña que lo miraba con sus hermosos ojos verdes llenos de confianza e inocencia y su sonrisa llena de alegría.

—Si no querías cargarla, no tenías que inventar esa tonta excusa.

—¡No es excusa! —le aseguró Lambret, pero ante la mirada incrédula de Adrián, extendió los brazos—. Te lo demostraré. Dámela.

Adrián intentó colocar la niña en brazos de Lambret, pero esta comenzó a llorar desconsoladamente, aferrándose a su camisa. Asustado, aunque lo negaría toda su vida, miró a su alrededor, imaginando que el padre o los abuelos de la niña correrían a arrebatársela, gritarle o amenazarlo. Las miradas decepcionadas con las que se topó no pertenecían ni a Tom ni a Marta ni a Morris. Al parecer, todos en el orfanato amaban a esos niños y hacerlos llorar era una gran afrenta.

—Shhh, tranquila, hermosa. Tío Sly se quedará contigo y te alimentará y...

—Te lo dije —canturreó Lambret, alejándose entre risas.

—Luego golpearemos a tío Lambret —dijo Adrián, entredientes, deseando patear su lindo trasero.

Sammy soltó una risita, que hizo sonreír a Adrián.

—Eres una pequeña manipuladora, ¿eh?

Y a pesar de eso, Adrián no podía decir que estuviera molesto o fastidiado. En realidad, estaba divertido. Era como si la niña hubiera evaluado la situación y actuado a su conveniencia, como hacía él. Si hubiera podido ser padre, hubiera deseado tener una niña como ella. «¡Un momento! ¿De dónde había salido ese pensamiento?».

Un gran bostezo de la pequeña hizo que recordara que tenían que alimentarse, así que agarrando una bandeja se puso en fila.

—Para ti y para la pequeña —le dijo Marta, pasándole un biberón y un plato con un puré de alguna verdura o vegetal, junto con comida de "adulto".

—¿Dónde está Tom? —aprovechó Adrián para preguntarle.

—Tuvo que atender una emergencia —explicó Marta, distraída, atendiendo a la persona que iba después de él.

—¿Dónde está Ben? —Quizá pudiera dejar la niña con su hermano.

—Con Tom. —Eso fue lo único que le dijo la mujer antes de girarse a pedir otra olla de carne.

Por más que Adrián miró a su alrededor, mientras alimentaba a la niña y cenaba él, jamás vio reaparecer al padre, ni a sus abuelos salir de la cocina.

—Sammy, ¿qué te parece si vamos a buscar a tu padre? —preguntó, echando a andar con la pequeña.

Después de recorrer todo el interior del orfanato, no encontró a Tom. Tampoco encontró vacía la oficina para espiar los documentos, ya que siempre había alguien. Y ese mediodía no fue la excepción.

—¿Qué te parece si le das una mano a tío Sly y le tiendes los brazos a Millie para que salga contigo de la oficina?

La bebé se rio, como burlándose de él, o eso le pareció a Adrián, que la miró con una ceja levantada.

—¿Te estás riendo de mí? —preguntó serio, aunque acabó dándole un beso en la mejilla—. Sabes dónde está tu papá, ¿verdad? Todo esto es un juego para ti, ¿no es así?

—¿Sigues esperando que te responda? —Lambret se le acercó, deslizando coquetamente un dedo a lo largo de su brazo.

—¿Qué dijimos que le haríamos a tío Lambret? —Adrián miró a la pequeña sonriente.

Lambret se rio.

—¿Por qué no la colocas en su cuna y vamos a divertirnos a tu habitación?

Adrián sería muchas cosas, pero jamás dejaría una bebé sola en su habitación para ir a divertirse. «¿Y por qué carajo no?», se preguntó a sí mismo.

A pesar de que la niña no era nada suyo y no debería molestarle colocarla en su cuna e irse, no encontraba cómo hacerlo.

Además, Lambret y él se divertían en la habitación del joven o algún rincón oscuro, jamás en su habitación. Años de estricto entrenamiento habían taladrado en su mente que la habitación era sagrada. Era un refugio, un oasis, un centro de planificación mental; por ende, los juegos sexuales se realizaban fuera de la misma.

—Iré a tu habitación esta noche —dijo, caminando con la niña hacia la puerta que daba a la huerta.

Una hora después, huyendo de un molesto Miharu que lo acosaba para que regresara al trabajo, encontró a Tom y a Ben dormidos en una hamaca entre dos enormes árboles en el centro del terreno.

—¡Tom! —Sudado y fastidiado por la larga caminata y el sermón recibido por Miharu, Adrián no tumbó a Tom de la hamaca solo porque Ben dormía sobre el pecho musculoso, fuerte y desnudo de su padre.

La camisa de Tom yacía en el suelo, junto con sus botas, las medias del bebé y una cesta.

—Sly, Sammy, por fin se nos unen. ¿Por qué tardaron tanto? —preguntó Tom, sonriendo perezosamente con ojos soñolientos

Si el corazón de Adrián latió más rápido o dio un giro extraño, eso no le competía a nadie más que a él y a su tonto órgano.




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