CHAPTER 8: Repeat After Me: Picnic

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—Tu madre me dijo que estabas atendiendo una emergencia —le recriminó Adrián, sujetando a Sammy en su cadera.

—Y así fue, pero luego decidí que era un día demasiado bonito para pasarlo en el interior. —Tom se levantó con el bebé pegado a su pecho, el cual bostezó, abrió los ojos y sonrió cuando vio a Adrián y a su hermanita—. Siéntate. Te ves exhausto. ¿Qué has estado haciendo?

Adrián lo fulminó con la mirada.

—Sammy y yo tuvimos un sabroso almuerzo y luego partimos a buscarlos. Hemos pasado todo este rato recorriendo la propiedad... Por cierto, ¿cuántos acres tiene?

—Los suficientes —contestó Tom, con una gran sonrisa, colocándole a Ben encima tan pronto se sentó.

—¡Espera! No te atrevas a dejarme solo con ellos otra vez —gruñó, balanceando a los pequeños, que se abrazaban sobre su regazo como si no se hubieran visto en años.

—¿Cómo vamos a tener un picnic si me voy? —preguntó Tom, burlón y travieso.

—¿Un qué? —Adrián lo miró, aturdido, preguntándose si había caído en otra dimensión.

—Un pic-nic —repitió lentamente, levantando la cesta para mostrársela, antes de sacar una manta, estirarla y colocar cortes de frutas, jamón y queso—. Ven, siéntate acá abajo para que los niños puedan comer.

—Pe-pero si acabamos de almorzar prácticamente. —Adrián frunció el ceño ante su titubeo. Él jamás titubeaba. «¿Qué carajo le estaba pasando?»

—Déjame ayudarte. —Tom agarró a Sammy, llenándola de besos—. ¿Te divertirste con tío Sly?

—Demasiado diría yo —refunfuñó Adrián, aunque acabó sonriendo cuando Ben levantó la mirada y una regordeta manita, colocándola en su mejilla, como si lo "consolara"—. Tú me entiendes, gracias.

Ben sonrió, mostrando esos hoyuelos poderosos.

—Va a ser todo un rompecorazones, igual que Sammy. —Adrián se sentó en la manta, diciéndose que después de que dejara al niño cómodo, se iría.

—Eso parece, pero en realidad, solo tendrán un gran amor. —Tom sonrió, pasándole un pedazo de fruta a Ben, que se rehusó a bajarse del regazo de Adrián.

—Son unos pequeños manipuladores, ¿eh? —preguntó, olvidando de momento lo extraño de la aseveración de Tom sobre la vida romántica de sus hijos.

Tom y Adrián se miraron y rieron. Era como si de repente estuvieran en la misma onda. Fue un momento de complicidad adulta, reconocimiento de impotencia ante el encanto infantil. Algo que Adrián jamás había experimentado y, sinceramente, que le daba miedo seguir experimentando.

¡Él no estaba allí para jugar a la casita! Mucho menos para enamorarse de un par de hermosos bebés y muchísimo menos de babear por su atractivo padre. ¡Él estaba allí para exterminar la persona que estuviera usando ilegalmente la magia o para desaparecer aquel lugar si era el causante de esos chispazos!

Un beso baboso lo sacó de sus negros pensamientos.

—¿Qué...? —La mirada inocente de Ben con su enorme sonrisa hizo que Adrián mirara interrogante a Tom—. ¿Me...?

Tom asintió, sonriendo.

—Te ha besado.

Sammy extendió las manos hacia Adrián, y Tom la acercó a su rostro para que ella también lo besara.

Adrián se tocó la mejilla doblemente besada y babeada.

—¿Por qué?

—Porque te aprecian —contestó Tom, sin hacerse el que no había entendido qué preguntaba.

—Pero no me conocen —argumentó Adrián, experimentando tantas sensaciones nuevas que no sabía por dónde empezar.

—Conocen lo suficiente. —Tom se encogió de hombros y le pasó otra fruta a su hijo, y un jamón con queso a Adrián.

—Podría ser un... asesino —soltó, demasiado conmocionado para medir sus palabras. Aunque hablaban hipotéticamente, claro.

—Ellos parecen creer que eres digno de redención —dijo Tom, estirando la mano y sujetando la que Adrián tenía libre—. Y yo también.

Sammy aplaudió como si entendiera lo que hablaban. Ben no se quedó atrás, por supuesto.

—Manipuladores —murmuró Adrián, sonriendo a su pesar.

—Aunque si sigues metiéndole mano a Lambret, habrá problemas.

Adrián giró la cabeza de golpe para mirar a Tom. «¿Hablaba en serio? ¿Bromeaba?» Tom alimentaba a Sammy, por lo que no podía ver su rostro e interpretar sus palabras.

—¿Contigo?

—¿Conmigo qué? —preguntó Tom, distraído.

—¿Con quién tendré problemas? —Lo miró atentamente.

Tom se rio.

—Con su novio, con mis padres, con Millie, etc.

«¿En ese etcétera estaría incluido Tom?», Adrián no podía evitar preguntarse.

Para su sorpresa, Adrián disfrutó esa hora de picnic. Rio mucho con las travesuras de los bebés, y con los relatos de Tom sobre los accidentes en la huerta y con los animales.

Claro que, debido a la hora perdida tras Tom y la hora dedicada al picnic, tuvo que trabajar hasta tarde bajo la mirada molesta de Miharu.



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